Para Joaquim y Elena, que acaban de cumplir
cincuenta, en la amistad de tantos años.
[1] Empiezo a sospechar, al llegar a los cincuenta, que no hay luz al final del túnel, sólo desolación, silencio inerte.
[2] Cincuenta años: decencia en todos los órdenes de la vida.
[3] Cumplir los cincuenta es caer en la cuenta de que es más lo vivido que lo que nos queda razonablemente por vivir.
[5] A los cincuenta conviene dejar atrás para siempre los emblemas y los símbolos, los mitos y los falsos referentes.
[6] No es que me niegue la esperanza del consuelo, es que, pasados los cincuenta, apenas encuentro razones sólidas para esa esperanza.
[7] Si se llega a los cincuenta creyendo que la lengua es signo de identidad, mal asunto.
[8] La existencia, no hace falta tener cincuenta para saberlo, siempre lo es en precario. La idea de Dios no arregla el problema.
[9] Soñar, año tras año, también con cincuenta, con esa obra que me sobreviva, que permita que se hable de mí cuando ya no esté aquí.[10] Cumplir los cincuenta es pensar: ¡ay, si aquello lo hubiese hecho de otro modo!
[11] A ciertas edades, y más con cincuenta, no se cambia; las experiencias rara vez nos hacen mejores.
[13] Al alcanzar los cincuenta vale más no preguntarse cómo es uno, es mejor echar un vistazo a lo que se ha hecho, porque sólo lo hecho cuenta.
[14] El cuerpo da, a los cincuenta, señales elocuentes de que empieza el deterioro, que es irreversible y no lo arreglan mejunjes, ni parches, ni azofaifas y conduce a un único e inexorable fin: la muerte.
[15] La luz inusual de la tarde, la quietud inerme de los campos, el silencio acompasado de tu caminar junto al mío, igual con veinte que con cincuenta: ¡qué hermosa la vida!
[16] Afirmo desde la serenidad de los cincuenta: sin un proyecto común de vida, meditado y compartido, no es posible una relación amorosa duradera y fecunda.
[17] La literatura es una forma de vivir, un modo de ser y de estar en el mundo, a los cincuenta más que nunca.
[18] Con San Juan en los cincuenta: la música callada, la soledad sonora.
[20] Lo escribo con cincuenta y espero cumplirlo: cuando me llegue la hora, en silencio y sin aspavientos, con dignidad.
[21] Los ilustrados lo decían: es un derecho la aspiración a alcanzar la felicidad en la vida terrenal; ¿acaso hay otra vida que la terrenal, me pregunto al llegar a los cincuenta?
[22] Lo peor, en los cincuenta, es darse cuenta cuando quizá es ya demasiado tarde.[23] ¿Y si morirse, me pregunto desde los cincuenta, no fuera más que anegarse en el oscuro mar de la calma y el olvido?
[24] Certeza desoladora en mis cincuenta años: ¿qué quedará de lo que escribo?, nada, absolutamente nada.
[25] ¡Cómo reconforta sentir, mi amor, que a los cincuenta te sigo queriendo con el mismo deseo y la misma pasión de siempre!
Nota: todas las fotos que ilustran estos aforismos las tomé en la estación de Portbou. La selección de textos pertenece a una serie más extensa escrita al cumplir los cincuenta años.
No sé si a partir los cincuenta o antes, pero un buen día uno se da cuenta de la cantidad de tiempo perdido.
ResponderEliminarMuchas gracias por el enjundioso comentario a mi cuento Nieve en el blog de Fernando Valls.
Javier, mi selección de tu selección (por creerlos hermosos y verdaderos): el 2, el 5, el 11, el 13, el 15, el 19 y el 22.
ResponderEliminarAntonio, un cuento brillante, y no menos helador que esa nieve en medio de la cual transcurre tu historia.
Un abrazo
De ahora en adelante ya está en mi lista de blogs.
ResponderEliminarGracias, Mega.
Un abrazo.
Aún me quedan seis para los cincuenta, pero he reconocido temores y dudas en estos aforismos. Tarde para muchas cosas, es cierto, pero pronto, demasiado pronto, para otras... Un abrazo.
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