Amanece nublado sobre mi ciudad. Un insoportable bochorno hace pesado el aire, casi irrespirable. La ropa se pega al cuerpo, empapada de sudor. Antes de salir de casa , he conocido la noticia: otra bomba más, otra vida segada. De nuevo la barbarie, la muerte injusta, el sinsentido, la violencia ciega e inútil. Mientras me dirijo al trabajo pienso en Vicente Ferrer, fallecido ayer, y en su labor y se me da por comparar lo que hacen unos y lo que hacen otros: hay quien defiende la vida, la generosidad, la alegría, la entrega a los demás, la solidaridad con los desheredados de la tierra, la abnegación, los ideales más dignos y más decentes; otros sólo saben sembrar el dolor más innoble, embestir en vez de pensar, destruir, amedrentar, condenar y ejecutar en nombre de no se sabe bien qué. Comienza a chispear cuando salgo del metro. Cierro las páginas de Si te dicen que caí, me pierdo en un laberinto de callejuelas y llego al trabajo. Ni un solo comentario ni de una ni de otra noticia, tan solo gritos, pelotazos, exámenes a destiempo.
Se trastocan mis planes de escritura. En esta entrada quería hablar de los números redondos, de las fechas conmemorativas, de los visitantes que se asoman a las páginas volanderas y virtuales de este blog, como rezaba el subtítulo que antes llevaba. Seis meses han pasado desde que colgué la primera entrada. Mil personas se han asomado a ver mi perfil, seguramente para saber quién soy, como si eso se pudiera saber a través de una simple nota biográfica, y siete mil lo han visitado y tal vez hasta hayan leído el texto de alguna de las entradas. ¡Qué sensación rara esta de escribir en el blog! Nunca sabes quién te lee, quién curiosea simplemente, quién trata de inmiscuirse en forma de spyware (como avisa el antivirus con una significativa imagen de una cabeza con gafas de sol y pinta de espía) cuando abres el acceso para dejar alguna nueva entrada. La mayoría de las veces la pregunta que te asalta es la de “¿hay alguien ahí?”. Otras ni eso, escribes porque te apetece hacerlo, sin más. Agradeces que los asiduos al blog, ya amigos, te dejen comentarios. ¿Por qué sigo escribiendo en el blog? Hoy, precisamente hoy, no tengo respuesta para esta pregunta.
Se trastocan mis planes de escritura. En esta entrada quería hablar de los números redondos, de las fechas conmemorativas, de los visitantes que se asoman a las páginas volanderas y virtuales de este blog, como rezaba el subtítulo que antes llevaba. Seis meses han pasado desde que colgué la primera entrada. Mil personas se han asomado a ver mi perfil, seguramente para saber quién soy, como si eso se pudiera saber a través de una simple nota biográfica, y siete mil lo han visitado y tal vez hasta hayan leído el texto de alguna de las entradas. ¡Qué sensación rara esta de escribir en el blog! Nunca sabes quién te lee, quién curiosea simplemente, quién trata de inmiscuirse en forma de spyware (como avisa el antivirus con una significativa imagen de una cabeza con gafas de sol y pinta de espía) cuando abres el acceso para dejar alguna nueva entrada. La mayoría de las veces la pregunta que te asalta es la de “¿hay alguien ahí?”. Otras ni eso, escribes porque te apetece hacerlo, sin más. Agradeces que los asiduos al blog, ya amigos, te dejen comentarios. ¿Por qué sigo escribiendo en el blog? Hoy, precisamente hoy, no tengo respuesta para esta pregunta.
Nota. La foto del atentado es de abc.es y la de Vicente Ferrer de lasprovincias.es
Felicidades, Javier, por tus primeros seis meses.
ResponderEliminarLA necesidad de comunicarnos es muy fuerte, Javier.
ResponderEliminarEnhorabuena por tus seis meses. Y que cumplas muchos más.
Tal vez halles la verdadera razón en lo que dice Juan Antonio: comunicarse por escrito resulta, además, un ejercicio bellísimo. ;-P
ResponderEliminarUn abrazo, y felicidades
Gracias amigos por vuestros comentarios. Veremos si las fuerzas no faltan para seguir adelante.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.