En el año 1952, durante su exilio en México, Max Aub publicó una serie de colaboraciones en el semanario Diógenes. Moral y Luz firmadas con el pseudónimo de “El Escolástico” y agrupadas bajo el título de “Elogios”. La doctora Eugenia Meyer recogió esos textos en su magnífica recopilación de la labor periodística de Aub en el exilio Los tiempos mexicanos de Max Aub. Legado periodístico 1943-1972. Cuando fui invitado a presentar ese libro en Madrid, dije que me parecía que esos textos, los “Elogios”, estaban pidiendo a voces ser editados en un volumen suelto, dada su entidad y su unidad temática y estilística. Ahora ve la luz una antología de ellos a la que puse el título de Todo es vida. Elogios y alabanzas y que acaba de editar la Fundación Max Aub (http.//www.maxaub.org/) con el fin de felicitar el nuevo año a sus amigos y colaboradores. El lector maxaubiano, y quien se acerque a él por primera vez, se va a encontrar, en sentido y forma, con unos textos representativos de lo que fue la labor literaria del escritor valenciano, autor de El laberinto mágico, tal vez el mejor ciclo de novelas sobre la Guerra Civil Española. A la luz de una larga tradición que me detengo a estudiar en el prólogo de la edición, hay aquí textos memorables, como el “Elogio de la lealtad” o el “Elogio del amor” del que doy este fragmento:
ELOGIO DEL AMOR
Quien esto escribe, ahora, en primavera, siente deseos de huir de tantas cosas feas como le rodean y se refugia en el elogio del amor, que es ante todo lealtad y constancia, dulzura y suavidad, bendición de la tierra y del cielo, olvido de cuanto malo le rodea a uno, sueño en la vela, temperatura que no se siente, música humana, pérdida de sí mismo en los ojos de otro ser, admiración continua, cautividad del alma, robo de la voluntad, ardimiento incesante, desfallecimiento continuo, reventar del corazón, quedarse sin pulsos ni sentidos, transformar en sí la cosa amada, andar con sobresalto para no disgustar, vivir muerto por la vida ajena, por una sola vida ajena que vale más que todas las demás juntas.
El amor une los corazones en uno, de muchas voluntades hace una voluntad, transporta al que ama y le trae fuera de sí. Se vive en lo que se ama. Págase la deuda de amor con otro amor, la voluntad es la del amado, y, como la del amado es la suya, existe una sola voluntad común que llena de alegría los dos corazones. Nada hay más suave que estar entregado al poder y albedrío de otro, si es de consenso. Siémbrase y se recoge inmediatamente su fruto. Dando, ya se coge.
Quiérese con todo el extremo del mundo, se vive siempre con el horizonte en las manos, se borran las distancias, todo se funde en un canto sirenaico, pura llama de deseos de comunicarse; estase bien consigo mismo con sólo estar con la persona amada, todo es complacencia y contentamiento.
Roba con su agrado y gracia, se lleva tras sí los ojos y las lenguas, gana el corazón y la voluntad, despierta la afición en el pecho, se enternecen las entrañas, hace perder el pulso, se desea de mil modos y maneras, todo es herida que estimula y atiza, ilumina la noche más oscura, arde en vivas llamas.
Sírvese con buena voluntad, hace el trato afectuoso, andan a una las voluntades, una de entrambos, unos los pensamientos, una el alma que en los dos habla. Granjea los corazones con su sola vista, los rayos de luz revocan el corazón a la cara. Ámase una piedra y se vuelve canto. Hechiza: la mujer amada es la más hermosa, ríndese la hermosura a la fealdad, divinizándola. La llama del amor tiene ciegos los ojos, quiérese a quien sea con llama de amor divino. Roba la libertad, y no importa.
Este elogio del amor limpia el pensamiento. Y ese final...
ResponderEliminarDa gusto venir por aquí, don Javier.
Gracias por la lectura Javier.
ResponderEliminarGracias, Olga, por tu comentario. También es reconfortante leer tus poemas en tu blog. Lo hago a menudo, aunque no deje comentarios.
ResponderEliminarGracias, Javier, como siempre.
Un abrazo,Javier.
Desde luego don Javier... si usted no existiese.. habría que inventarle!!! No piense que le he perdido la pista..
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco, por tu comenatrio tan elogioso como inmerecido, ya que de elogios hablamos.
ResponderEliminarNaturalmente, yo también te recuerdo, aunque sepa poco de ti desde hace ya un tiempo. Pero es difícil de olvidar el hecho de que un muchacho como tú, en segundo o tercero de BUP, ya no me acuerdo bien,han pasado demasiados años, hubiese leído nada menos que ¡"El nombre de la rosa"! Si supieras, Francisco, lo que cuesta que hoy lean novelas de cien páginas escasas...
Gracias por haber entrado a esta tu casa virtual.
Un fuerte abrazo, Javier.