miércoles, 20 de junio de 2012

La colección ROTATIVA



En 1970, cuando se publicó el libro cuya portada ilustra esta entrada, yo tenía dieciséis años y aún no vivía en Barcelona. El título era raro y del autor nada sabía, así que no debió llamar especialmente la atención del joven lector que yo era entonces, el que empezaba a adquirir los primeros volúmenes de lo que después sería su biblioteca personal. No lo adquirí, pues, en su momento. Sin embargo, llevado de mi costumbre, ya algo amortiguada, de perderme por librerías de lance y revolver viejos cestos, el otro día me crucé con un ejemplar, por cierto en muy bien estado de conservación, y no dudé en comprarlo por un precio irrisorio.

He de decir que, andando el tiempo, supe quién era Agustí Bartra y leí el libro en su lengua original, la catalana, en la Biblioteca A tot vent, de Edicions Proa, cuyas portadas, íntegras de color naranja, llegaron a convertirse en míticas para la literatura catalana. El relato era uno de los más impresionantes escritos sobre los campos de concentración del sur de Francia en los que malvivieron los refugiados republicanos españoles al cruzar la frontera a partir de febrero de 1939. La prosa brillante y poética de Bartra y el reflejo de una durísima experiencia colectiva, hacen de este libro un hito en la llamada narrativa del exilio republicano de 1939.

Pero entonces, en 1970, nada sabía yo de todo ello y aunque seguro que vi el libro en alguna librería, no me hice con él. Ahora lo releo traducido al castellano, sin que se haga mención alguna al traductor, de lo que deduzco que fue el propio autor quien lo vertió al castellano para poder ser editado en esta colección. Me sigue pareciendo un libro fundamental y de lectura obligada y necesaria para quien quiera saber la verdad de lo sucedido a los republicanos españoles al terminar la Guerra Civil.

Al llegar a casa, busco los otros volúmenes de la colección que recordaba haber leído y comprado en determinadas épocas. Entre ellos, con portada de ODUBER, está esta Antología de Blas de Otero, publicada en 1974 y donde leí por primera vez al poeta vasco.

Me pregunto quién estaría detrás de esta colección de la editorial Plaza y Janés. Las portadas, magníficas todas ellas, iban firmadas, además de por la persona ya indicada, por Álvaro y J. Palet, al menos en los ejemplares que yo poseo.

También descubrí, en una edición de 1975, la poesía de Miguel Hernández en un libro que lleva la siguiente nota: "Esta selección de la obra poética de Miguel Hernández ha sido preparada por la viuda del poeta, Josefina Manresa, con la colaboración de José Luis Cano." Ahí, en esa edición que reproduce en su portada el famosísimo dibujo que al poeta hizo el dramaturgo Antonio Buero Vallejo en la cárcel, leí el poema "Antes del odio", publicada en Cancionero y romancero de ausencias, por primera vez y se me quedaron grabados los versos que lo cierran:

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión:
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
                           Libre soy, siénteme libre.
                           Sólo por amor.


Ahora me doy cuenta de que estas lecturas que hice en los ejemplares de la colección Rotativa fueron formando al lector que después fui y me abrieron un camino del cual fui consciente más tarde y que ahora reflejo en esta entrada. Por ejemplo, la primera novela que leí de Gabriel García Márquez fue en esta colección, en 1974, cuando cumplía los veinte años, El coronel no tiene quien le escriba, y que habría de ser la primera de la larga serie de novelas de García Márquez que fui leyendo al correr de los años.

También me asomé a la obra de novelistas europeos que fueron publicados, de manera abundante en este colección. Entre los ejemplares que conservo está el libro de Soljenitsin Un día en la vida de Iván Denisovich, que me puso en contacto, por primera vez, con el duro mundo del estalinismo y sus campos de exterminio y concentración. Aún recuerdo que algún amigo, militante entonces en el PSUC, me decía que cómo podía leer a un reaccionario y antirrevolucionario como ese. El libro se publicó en 1970 y aquí sí constaba el traductor, J. Ferrer Aleu, que curiosamente traduce no directamente del ruso, sino de la versión francesa de la novela.

En fin, rindo aquí este pequeño homenaje a esta colección que, con tan buen criterio editorial, nos puso en contacto, a los que por entonces rondábamos los veinte años, con autores importantes tanto de la literatura española como europea y latinoamericana.

Guardo los ejemplares en mi biblioteca personal y a veces me pregunto si alguien los leerá alguna vez. ¡Se ha perdido tanto el interés y la afición por los libros!

En fin, mi enhorabuena, con treinta años de retraso a los editores que tanto acertaron con esta colección.