Lleva años quejándose Leonardo del arrinconamiento al que han sometido a la literatura en las aulas los jerarcas educativos. Cada vez se queja menos, porque aunque le cueste, ha acabado por reconocer la derrota y retirarse, como se suele decir, a sus cuarteles de invierno, en la certeza de que no han de venir tiempos mejores. Con todo, hace unos días, explicando a sus jóvenes alumnos la importancia de la prosa modernista de Valle-Inclán, tras la lectura de un fragmento de la Sonata de Otoño, recurrió al libro de texto que se utilizaba en COU para la asignatura de "Literatura Española del siglo XX", de Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón y leyó el siguiente fragmento:
Las Sonatas son las supuestas memorias del Marqués de Bradomín, un "don Juan feo, católico y sentimental". Con una frecuente aureola de leyenda y de misterio, se suceden aventuras y amores, episodios de exquisita elegancia o de un amoralismo provocador. Es la exaltación de un mundo decadente, visto con una mirada nostálgica y distanciada. Por su estilo, suponen para la prosa española lo que la obra de Rubén Darío supuso para la poesía: es una prosa rítmica, refinada, rica en efecto sensoriales, bellísima.
"De paso -dijo- y sin querer hacer comparaciones, que ya se sabe que siempre son odiosas, observen el listado de libros de lectura que los alumnos debían leer a lo largo del curso en aquella asignatura que disponía de cuatro horas semanales en el horario lectivo:
Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir.
Pío Baroja, El árbol de la ciencia.
Ramón del Valle-Inclán, Luces de bohemia.
Antología poética de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba.
Antología poética de la Generación del 27.
Camilo José Cela, La colmena.
Luis Martín-Santos, Tiempo de silencio.
Miguel Mihura, Tres sombreros de copa.
Antonio Buero Vallejo, El tragaluz.
Antología poética de Blas de Otero.
Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Juan Rulfo, Pedro Páramo.
Cuando Leonardo terminó, algo fatigado, la lectura del listado de autores y títulos de obras, añadió que había un capítulo final del libro dedicado a las literaturas catalana, gallega y vasca en la que se leían poemas de Salvador Espriu y fragmentos de Mercè Rodoreda en catalán; textos de Castelao y Celso Emilio Ferreiro en gallego y poemas en vasco de Gabriel Aresti, todos con traducción al castellano. Una asombrosa pregunta tuvo aún que atender: "¿Y todo eso lo leían en un curso?" "No solo -respondió Leonardo-, a ello deben añadir una selección de la bibliografía de consulta", "¿y eso qué es -volvió a preguntar la joven voz-?" Leonardo guardó silencio y en vez de contestar decidió empezar la lectura de un poema de Rubén Dario: Yo soy aquel que ayer no más decía / el verso azul y la canción profana.
Nota. La cita procede del libro Literatura Española, Manuales de Orientación Universitaria, Ediciones Anaya, Madrid, 1985.