Hasta el día 26 de marzo podrá, quien lo desee, visitar una exposición en la que, además de recrearse en la visión de la obra expuesta, tendrá la oportunidad de ver al artista trabajar y, si la ocasión es propicia, charlar con él y recibir algunas explicaciones acerca de su técnica pictórica. Muy pocas veces eso sucede así y es uno de los elementos, al margen claro de la calidad artística de los cuadros expuestos, que hacen singular esta muestra en el "Espai Volart" de la Fundació Vila Casas, sita en la calle Ausiàs Marc, 22, de Barcelona.
(Retrato de Carmen Balcells, web Fundació Vila Casas)
Gonzalo Goytisolo Gil (Barcelona, 1966), pintor de reconocido prestigio y larga trayectoria, basta con visitar su página web gonzalogoytisolo.com, centra el tema de esta exposición en el retrato, género pictórico en el que se revela como un consumado maestro.
Los que pueden verse en esta exposición versan sobre escritores famosos, entre ellos su padre y sus tíos, pero también Marsé, Gimferrer o Vargas Llosa; personas destacadas en el mundo de la cultura como Carmen Balcells; familiares -entrañables resultan los de sus padres y su hermano en grafito sobre papel-, amigos, personas influyentes en el mundo de la política y de los negocios; en fin, personas pintadas a lo largo del tiempo en cuadros de diferente formato, enfoque, color, luces y sombras, técnicas, posturas, ambientaciones y fondos en los que predominan los interiores confortables: salones, despachos, bibliotecas, jardines o terrazas. Todos ellos captan a las personas retratadas en un instante de sus vidas que queda eternizado en la ficción del cuadro, pasando así, la persona retratada, a convertirse en personaje de esa obra de arte.
(Litografía 24/175 de Goytisolo Gil, colección particular)
En el catálogo de la exposición, cuya portada ilustra esta entrada, escribe Gonzalo Goytisolo un interesante texto titulado "Hacerse un retrato (teoría relativa)" -impreso en catalán, castellano e inglés- del que extraigo esta reflexión sobre la "vocación artística":
Tengo la suerte de vivir exclusivamente de la pintura, es decir, de producir una clase de bienes que claramente no son de primera necesidad, y menos aún con la que está, y seguirá, cayendo, así que en lugar de lamentarme del Hado adverso, he decidido buscarme la vida del modo más realista del que soy capaz para poder llegar a mis citas mensuales con el banco de la manera lo menos traumática posible, así que he decidido enfocar mi trabajo en los encargos, sobre todo los retratos, ya que desde hace años son estos mi fuente real de sustento. (...) Pintar, vender, comer, vivir, pintar. Reconozco que, explicado de este modo, todo resulta demasiado pragmático, poco artístico, y por así decirlo, sin magia. Pero es que yo creo que eso que llamamos magia es frecuentemente el resultado de un trabajo tedioso realizado con una pasión más o menos quieta y más o menos lúcida, más parecida a la tozudez que a otra cosa, y, necesariamente, en el entorno del mundo real. Del mismo modo que creo que la idea popular de una vocación artística como una especie de pasión flamígera e incontenible que se manifiesta de modo espectacular, popular por ser una fantasía autoindulgente, está bastante alejada de la realidad. En mi experiencia, la vocación es eso que realmente se manifiesta con el paso del tiempo, cuando llegan las malas noticias, las cosas no vienen rodadas y ya no resulta todo tan fácil ni prometedor, y unos abandonan, mientras que otros creen que a pesar de todo sigue mereciendo la pena seguir adelante y se las ingenian para ir presentando batalla lo mejor que saben o pueden. Pintar, como vivir, es un acto esencialmente concreto y empírico.
(Goytisolo Gil en el taller de Antonio López y Juan José Aquerreta.
Mi relación con Gonzalo Goytisolo, inexistente en lo personal hasta el viernes tres de marzo, se debe a dos coincidencias muy distanciadas entre sí en el tiempo. La primera es el hecho de haber adquirido, a finales de los ochenta dos hermosas litografías, cuyas deficientes fotos ilustran esta entrada, que desde entonces han ocupado un lugar destacado en las paredes del comedor de casa, de modo que podría decirse que llevo más de treinta años comiendo junto a esos paisajes urbanos de la ciudad de Barcelona filtrados a través del arte y la sensibilidad de Goytisolo Gil. La segunda es más literaria. Cuando publiqué en Alba Editorial mi novela, Años triunfales. Prisión y muerte de Julián Besteiro, la editorial le encargó la portada a Gonzalo Goytisolo. La hizo, se publicó, pero no tuve la oportunidad entonces de conocerlo.
(Goytisolo Gil, imagen que ilustra la portada de Años triunfales)
Salgo poco y apenas frecuento los actos culturales, vivo bastante alejado de lo que suele llamarse vida literaria, en este caso, artística. Pero mis amigos -Joaquim y Elena- me hablaron de la exposición de Goytisolo Gil y al explicarme que el artista estaba instalado en el piso de abajo ("donde está el poder", me dijo luego Gonzalo con cierta sorna) trabajando y que no rehuía el trato con los visitantes, al contrario, parecía agradecerlo, vi la oportunidad de acercarme, el lugar de la exposición está relativamente cerca de donde vivo, y conocer a Gonzalo personalmente. Así que, el viernes tres de marzo, casi a última hora de la tarde, me acerqué, con mi mujer y mi hija, a conocerlo y a ver sus cuadros, claro está.
(Goytisolo Gil, litografía 17 / 175. Colección particular. La luz de la parte
izquierda del cuadro no se debe al artista sino a mi impericia fotográfica.)
Le llevé un ejemplar dedicado de la novela y me lleve también el mío para que su firma figurará en él. El puro azar había hecho que coincidiéramos de modo inesperado años atrás y ahora fui yo quien quiso tener un encuentro personal con él, que resultó muy cordial y lleno de sabiduría por sus explicaciones técnicas acerca de lo que estaba pintando, un retrato de mujer. Se acercaron también otras personas y alabaron el hecho de asistir a una exposición en la que se podía conocer al artista, verlo trabajar y saludarlo, nunca antes les había sucedido; a nosotros, tampoco.
Charlamos largo rato sobre arte y literatura y advertí que Gonzalo no solo es un gran pintor, sino que posee una soberbia capacidad para analizar los aspectos teóricos y técnicos de la pintura, ofreciendo cumplidas explicaciones sobre el proceso artístico y creativo de elaboración de un retrato, con una pedagogía de primer nivel, si se me permite decirlo así.
Después, me quedé, en silencio, viéndolo pintar. Nos despedimos con gran complicidad. Antes de irme, subí de nuevo al piso de arriba para ver el retrato de su padre y de sus tíos, el titulado "Los hermanos Goytisolo", que sirvió para ilustrar una conocida revista de literatura en 1999. Mi hija le pidió a Gonzalo si podía retratarnos juntos. Accedió encantado y ella buscó como fondo, con el permiso del autor, claro, uno de los cuadros que más me habían gustado de la exposición, el dedicado al ingeniero de minas don Juan Gavala y Laborde (Lebrija, Sevilla, 1885 - Madrid, 1977), el cuadro debió ser un encargo del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, hermosísimo lugar gaditano a cuyo paisaje estuvo ligada la infancia del personaje retratado.
Gracias, Gonzalo, por tu cordialidad, por tu pintura y por tu magnífica y estimulante lección de vida, creatividad y arte pictórico.
Nota. Después de haber publicado esta entrada, veo en el blog de mi amigo Fernando Valls, La nave de los locos, esta otra, entrañable y sabia, dedicada a Gonzalo; dejo el enlace para quien quiera visitarla AQUÍ; los cuadros que Fernando reproduce son impresionantes, sobre todo el "bodegón" Verdura acuchillada.
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