domingo, 12 de febrero de 2012

Palabra sagrada



En tanto que lee un soneto de Garcilaso de la Vega, oye Leonardo inopinadamente voces, murmullos graciosillos que interfieren la música que, procedente de las palabras del poeta, va inundando el aula de armonías que se posan, en sosegado vuelo, en el alma incipiente de sus jóvenes alumnos. Ante las voces discordantes, insolentes y fuera de lugar de algunos de ellos, detiene Leonardo la lectura y se dirige a quienes hablan y en el fondo a todos en general:

La poesía es como la palabra sagrada. Debe oírse en actitud de respetuoso silencio. ¿Se concibe que alguien se ponga a hablar mientras un violonchelista interpreta una suite de Bach? Viven ustedes en la civilización del ruido absurdo.


Para mañana, termina por decirles, quiero que me escriban una redacción de diez líneas acerca de ese tema: el ruido absurdo. En adelante, cuando en esta clase se digan los versos de los poetas o los relatos de los narradores, háganse al caso de que el silencio ha de ser total, absoluto.

2 comentarios:

  1. ¿Qué edad tenían los profanadores? Lo digo porque la palabra de Garcilaso debería llegar como una flecha al corazón de un joven. Amor, coraje, sufrimiento, anhelo... ¿cómo interrumpir esos palpitares?

    ResponderEliminar
  2. Pelillos a la mar, Rafael. Me parece que la poesía cada vez menos es esa saeta que apunta al centro del corazón como dices, pero en fin...
    Un abrazo, Javier.

    ResponderEliminar