Estimado Rafael:
Terminé, hace unos días, la lectura de las memorias de Julián Marías en la edición de Alianza Editorial, publicadas en tres volúmenes bajo el título global de Una vida presente. Aunque ya había leído el primer volumen hace algunos años, para estudiar lo que en él se decía de Julián Besteiro, solo ahora, releído de un tirón junto a los otros dos, recobra el libro todo su esplendor. Pienso que no exagero si digo que ese primer volumen es de lectura imprescindible, también los otros dos, claro, para quien quiera saber lo que se perdió con el tajo de la Guerra Civil. La Facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid es un claro ejemplo de ello. Juan Marichal dijo alguna vez que la libertad de conciencia había sido muy poco ejercida en España y que esa carencia influyó decisivamente en lo que hemos sido como país. Marías, republicano moderado, defensor siempre de la libertad y enemigo de cualquier extremismo, sobre todo político, vio con lucidez que esa libertad de conciencia en la que él se educó y se formó intelectualmente en la Facultad de Filosofía mencionada, con maestros como Ortega, Zubiri o el propio Besteiro, tardaría demasiados años en ser recuperada, en el nivel público, que no en el privado donde tantas personas la ejercieron durante los años de plomo de la dictadura, en España. La vida de Marías y su trabajo, los libros sobre todo, pero también las conferencias, los cursos en las universidades extranjeras -aquí no se le permitía ejercer la docencia en ese ámbito-, el magisterio ejercido siempre sobre pequeños grupos ilustrados, es un ejemplo de vínculo, de nexo de continuidad con una España que la guerra y la dictadura franquista se encargaron de laminar.
Tiene razón Marías cuando dice que somos lo que hemos hecho pero también lo que no pudimos hacer. Su palabra escrita, el relato que hace de su propia vida es una enorme lección de tenacidad, de lucha por la libertad, de compromiso con sus ideas y con su tiempo. La ética, la decencia y la defensa de su dignidad son admirables, incluso en contextos tan adversos como en los que le tocó vivir. Tienes razón, Rafael, entrañable es la palabra adecuada. Entrañables son las páginas dedicadas a narrar el dolor por la muerte de su primer hijo y también estremecedoras resultan aquellas en las que cuenta la enfermedad y muerte de su mujer, a la que le unió una historia de amor muy particular. La grandeza de Marías asoma tras cada página. Por ejemplo, cuando se niega a nombrar a las personas que le denunciaron al acabar la guerra y que dio con sus huesos en la cárcel. Tú sabes muy bien, Rafael, que su hijo Javier lo contó, en cierto modo, cerró la “vida presente” de su padre, en su novela Tu rostro mañana; y digo que lo sabes muy bien porque en tu estupendo libro sobre don Julián sigues la pista de esos personajes y nos cuentas qué fue de ellos. ¡Admirable la actitud de Marías! Y entrañable el abrazo de despedida de Julián Besteiro cuando este fue detenido en los sótanos del Ministerio de Hacienda de Madrid. Estremecedora también resulta la imagen que nos deja de Ortega desde que regresó a España hasta su final.
Si hubiera un canon de biografías, la de Marías debería ocupar un lugar muy destacado. Pienso que el primer volumen, uno de los más hermosos libros que he leído en mi vida, debería ser de lectura obligatoria en institutos y universidades.
Recibe un afectuoso saludo de este amigo y lector tuyo, Javier.
Javier, hasta ahora no he podido escribirte nada porque tengo un ordenador que en vez de apple es "potato", y no me deja meter comentarios cuando hay filtros.
ResponderEliminarAhora estoy en casa de mi hermana, que me da cuartelillo para estas cosas.
Muchas gracias por tus palabras. Me ha salido del alma escribirte lo que ya has visto en el blog. Mucho antes de que se me pasara por la imaginación escribir un libro sobre Marías, tenía tu libro trillado.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Rafael, por tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.