Que Sender es un caudal inagotable de lecturas lo sabemos muy bien sus lectores y tampoco desconocemos que en cada libro suyo puede uno encontrarse reflexiones llenas de buen tino expresadas llamando a las cosas por su nombre, sin circunloquios estériles, con su prosa afilada de siempre. Termino de leer estos días una curiosa novela titulada El superviviente, publicada por Destino en 1978. En ella escribe así el autor de Réquiem por un campesino español acerca de la participación de los "comunistas rusos" en la Guerra Civil:
El peor malentendido en casos de guerra civil es el del disentimiento afable con los que tienen el mango de la ametralladora política, sobre todo si la discrepancia es sutil. A eso lo llamábamos "morir de disentería". Dentro de cada partido se hace la vista gorda, pero si hay una oportunidad de liarse a tiros en colectividad, es decir, de manera impersonal lo hacen con verdadero placer. Así hicieron los comunistas rusos en el Bajo Aragón. Y en Barcelona con los de la CNT.
Y en todas partes contra Largo Caballero, que se obstinaba en ganar la guerra, lo que no les convenía a los rusos porque querían que España cayera en manos de las tropas alemanas para tomarle la retaguardia a Francia y que los alemanes atacaran al país de Víctor Hugo y no al de Tolstoi.
Lo consiguieron gracias a infinitos imponderables sutiles como hilos de tela de araña (fue mi caso) o burdos como cabrestantes de barco de carga, que fue el caso de Andrés Nin. Y tantos otros.
Lo malo era cuando alguien con autoridad para matar te decía mirando a otra arte: "Me han pasado una nota de los servicios especiales en la que aparece tu nombre. Debe ser un error".
Un error con su gatillo y su plomazo.
Bueno, Javier, cada día se agranda más la idea latente de que pronto será preciso reescribir nuestra historia más inmediata, al menos la del siglo XX. Ya no creeremos más patochadas acerca de buenos y malos, sino que, con los benditos documentos clasificados que saldrán a la luz en las manos, podremos saber y decir con mejor criterio cómo fueron -más realmente- las cosas.
ResponderEliminarUn abrazo
Angelitos. El caso es que los de la anarquistas no se iban de vacío. El fin de semana estuve en Barbastro y dejaron un buen rastro. Por ejemplo, de 140 sacerdotes diocesanos mataron a 114. Mención aparte merecen los seminaristas (como el internado íntegro de los claretianos) o simples creyentes. El odio activa todos los gatillos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Javier, aunque hayan pasado tantos días.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Tristemente, no, Rafael, no se fueron de vacío, como tú dices. Lamentable e indigno. Esas cifras que das son escalofriantes. Lo siento por todos ellos y por sus familias.
ResponderEliminarDisculpa la tardanza en contestar y gracias por tu comentario.
Un abrazo, Javier.
Antonio, he eliminado tu comentario porque no me gusta la publicidad y mucho menos si es encubierta en un halago. Si es verdad que te gusta el blog, esta es tu casa.
ResponderEliminarUn saludo, Javier.