Las cartas que publicó Concha Espina, a las que se refiere Camilo José Cela en la entrada anterior, lo fueron en Madrid, Lifesa, en 1950 bajo el título de De Antonio Machado a su grande y secreto amor. Muy posteriormente, en 1981, se publicó, en Plaza y Janés, el libro Sí, soy Guiomar. Memorias de mi vida, de Pilar de Valderrama. Las cartas que se contienen en él, no el facsímil manuscrito, claro, también reproducido, las recogió Oreste Macrí en el tercer volumen Tomo III. Prosas completas (1893-1936) de la edición de la obra completa del poeta que bajo el título de Poesía y prosa, publicó en 1988 en Espasa Calpe con la colaboración de la Fundación Antonio Machado. Allí, con el título de "Cartas a Guiomar", se habla, lo hace el poeta, en efecto, de la estufa a la que se refiere Cela:
Domingo - Noche - Segovia
Llego a las 12 y media, pues el tren ha tenido un largo retraso. La noche está muy fría; pero mi patrona me tiene encendido un brasero y la estufa. Si vienes, diosa mía, un momentito a ver a tu poeta, no tendrás frío. (Pág. 1676)
Hay otra alusión en esas cartas al frío y a otra estufa, la que hizo instalar el poeta en el café de Madrid, nuestro rincón lo llamaba, en el que se encontraba con Guiomar:
Sábado - Madrid
Vuelvo de nuestro café, donde he estado esperándote hasta las dos, y encuentro en casa tu carta, que llegó por conducto de Hortensia Peinador. Mi diosa está malita; pero no quiere alarmar a su poeta. Quiero creer que no es nada. Quietecita en la cama, vida mía, que, en efecto, el tiempo está muy malo y la gripe en todas partes. Ya tenía yo mi preocupación por el frío de nuestro café, hasta el punto, que hoy mandé poner una pequeña estufa de gasolina para calentar nuestro rincón. Ardiendo estuvo hasta que me marché. Verás, otra vez, qué bien calienta. (Pág. 1704)