En 1954, en Melilla, en la colección de libros breves "Mirto y laurel", publicó Leopoldo Urrutia de Luis un libro de tono elegíaco titulado El padre, dedicado a la muerte de su padre, Alejandro Urrutia, acaecida poco tiempo antes. De ese libro seleccionó el autor algunos poemas para la antología titulada Poesía 1946-1968, publicada en la colección "Selecciones de Poesía Española" de la Editorial Plaza y Janés, en Barcelona, en 1968, con un texto de Vicente Aleixandre, "Encuentro con Leopoldo de Luis", y un prólogo de Ramón de Garciasol. Entre esos poemas está el estremecedor soneto, que traigo a estas páginas, "Muerto mío".
En la edición del diario El País del sábado 21 de febrero de 2015, publicó Manuel Jabois un reportaje, bajo el título de "El padre secreto de Umbral", en el que desvelaba, al hilo de la biografía de Umbral publicada por Anna Caballé, que Leopoldo Urrutia de Luis y Francisco Umbral eran hermanos por parte de padre. Así, el soneto del que hablo era, de algún modo secreto que tal vez el autor ni siquiera sospechó y que no conoció hasta muchos años después, un soneto compartido:
MUERTO MÍO
La guerra, el hambre, el odio... Día a día
¿cuánta carne de muerto no devora
la vida, cuánta lumbre, cuánta aurora
no ciega el ala de la tarde fría?
Y sigue tercamente la porfía:
canta para olvidar la vida, y hora
tras hora va la mano leñadora
talando rama a rama la alegría.
Se oye el golpe en el tronco. Cae la rama.
El mar continuo de la vida brama.
Ya sé que a nadie importa, pero es mío
este muerto. Me duele. Lo levanto
a hombros, con esfuerzo, sobre el llanto,
y mi sangre lo lleva en su hondo río.
En otro poema del mismo libro y de la misma antología, "La imposible vuelta", el poeta dialoga con el padre ausente y le dice que si quisiera volver, vería "todo en el aire inmóvil del recuerdo"; le dice también que está junto a la ventana, en ese estrecho rincón que conoce, y que está escribiendo esos "prosaicos versos tan sencillos como si hubiera vuelto". Le hace saber, en fin, que es ocho de abril y que "la tarde, alondra herida por el cielo, como un dolor antiguo va sangrando lentamente".
Cuenta en su reportaje Manuel Jabois que Umbral, cuando murió Leopoldo de Luis el 20 de noviembre de 2005, acudió al tanatorio y pidió a Jorge Urrutia, el hijo del poeta, que le dejara a solas con su padre. Nunca sabremos qué le dijo, o qué pensó, Umbral a su hermano por parte de padre en ese momento, pero tal vez en lo más íntimo de su corazón recordaría en ese momento los versos que Leopoldo escribió a la muerte del padre común de ambos: "Ya sé que a nadie importa, pero es mío este muerto."
Estremecedor y extraordinario soneto que anima a conocer más a este poeta. Estupenda entrada. Gracias y un saludo muy cordial.
ResponderEliminarAunque con mucho retraso, gracias, Antonio, por tu comentario. Coincido contigo, el soneto es estremecedor.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.