jueves, 20 de abril de 2017

El pez más viejo del río: Buero Vallejo y Miguel Hernández



En un breve artículo titulado "Mis recuerdos de Miguel Hernández" (publicado en Miguel Hernández, poeta, Alicante, 1992), hablaba Buero Vallejo de las veces que coincidió con Miguel Hernández. La primera fue en 1938, en Benicasim, donde el poeta convalecía de un gran agotamiento. La segunda fue en Madrid, en la prisión de Conde de Toreno, donde vivieron "unos diez meses juntos en la galería de condenados a muerte". El tercer encuentro fue en noviembre de 1940, en Yeserías, donde el poeta estaba de paso a otra prisión y el dramaturgo pudo verlo y "cambiar impresiones durante quince minutos". Esa fue la última vez que lo vio, "ya no le volvería a ver más", escribe.

Dice Buero que era el poeta entonces, sobre todo en la prisión de Conde de Toreno, "un hombre a caballo entre la alegría y el dolor, entre la luz y la sombra". Dice que esas palabras "alegría, luz, sombra" se reiteran constantemente en su obra porque "Miguel era ya un gran poeta trágico".

Habla Buero, echando mano de sus recuerdos, de la personalidad y la sensibilidad del poeta, también de su generosidad, que, dice, "eran muy difíciles de tener en las situaciones apretadas que vivíamos." Insiste en su "humanidad excepcional" y dice que "si algún compañero le pedía algo, él, si podía, se lo daba; y daba lo mejor que podía regalar: poesía".

Cuenta, para cerrar su breve pero emotivo y lúcido texto, la siguiente anécdota, que copio completa:

Recuerdo la anécdota que un compañero me contó: cierto preso miraba preocupado una fotografía de su hija, que dentro de unos días celebraría su onomástica y para la que no tenía nada que poderle mandar. Miguel, al saberlo, tomó prestada la foto y le dedicó ese precioso poema que se titula: "El pez más viejo del río". Este poema, que parece a primera vista un poema menor dentro de la obra de Miguel, no es tal poema menor y expresa magistralmente esa lucha entre el dolor y la alegría del poeta trágico que era. Del grande, dolorido y solidario hombre que fue.

El poema al que se refiere Buero Vallejo en la anécdota contada en su artículo, incluido en Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941) (lo reproduzco tomándolo de Obra poética completa, edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, Alianza editorial, Madrid 1982), es este:

El pez más viejo del río
de tanta sabiduría
como amontonó, vivía
brillantemente sombrío.
Y el agua le sonreía.

Tan sombrío llegó a estar
(nada el agua le divierte)
que después de meditar,
tomó el camino del mar,
es decir, el de la muerte.

Reíste tú junto al río,
niño solar. Y ese día
el pez más viejo del río
se quitó el aire sombrío.
Y el agua te sonreía.

En nota a pie de página, Lepoldo de Luis y Jorge Urrutia, padre e hijo (puede verse otra entrada sobre ambos aquí), dicen que el poema se publicó por primera vez en el número 9, de mayo de 1946, de la revista Halcón, y que en esa edición llevaba como título "A la niña Rosa María" y que en el verso doce, donde dice "niño solar", el poeta escribió "niña solar".

Nota. Los fragmentos del artículo de Antonio Buero Vallejo están tomados de Obra completa. Vol. II. Poesía, narrativa, ensayos y artículos, edición de Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco, Espasa Calpe, Madrid, 1994, pp. 1234-1236. El dibujo de Miguel Hernández que ilustra la entrada es el que Buero le hizo en la cárcel. El del dramaturgo es un autorretrato pintado en 1947.

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