A todos los que visitáis este blog, este cuaderno que el pasado dieciocho de diciembre cumplió ya cuatro años, os deseo, como ese gallo crisis -con permiso de Sijé- que se despereza en ese campanario, espadaña de los sueños, que mi hija ha dibujado, una feliz entrada de año y que sea lo más venturoso posible, aunque tengamos que seguir luchando contra los elementos adversos, que otros gobiernan y nosotros intentamos capear.
domingo, 30 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
Contra todo cainismo
"Los derrotados hemos sido los hijos de los que hicieron la guerra: nunca conoceremos la verdad", dice José Pestaña, historiador, uno de los personajes protagonistas de esta novela lúcida y necesaria, en un momento de su narración; cuando lo dice está poniendo de manifiesto una imposibilidad: la de entender las razones que movieron los hilos de la conducta de quienes ejercieron la violencia más feroz en los días, semanas y meses que siguieron al alzamiento de los militares rebeldes contra la República; pero también la de quienes ejercieron similar violencia en las zonas en las que el alzamiento fracasó.
Con el paso de los años hemos ido aprendiendo algunas cosas: entre ellas que si los militares no se hubieran alzado en armas contra la República posiblemente no hubiera habido guerra civil. Que el terror se practicó, con el mismo odio y la misma saña, en los dos bandos en los primeros meses de la guerra, esto es, en el verano y el otoño del 36. Los paseos y los fusilamientos no fueron solo cosa de los rebeldes. Hasta en el final de la guerra, lo contó con pelos y señales Sánchez Mazas y Cercas lo recogió en su libro, se llevaron a cabo fusilamientos masivos, como aquel en el que se vio implicado el escritor y del que milagrosamente salió ileso.
No puede ser la nuestra una historia de buenos y malos, pero hay cosas que no se pueden olvidar. Se puede perdonar, pero nunca olvidar, como le ocurre a Graciano en la novela. A Pepe Pestaña le recomiendan: "Olvídate de la guerra. Aquello pasó, y pasó. Punto." Pero hechos como los que se cuentan en esta novela estremecen y nunca puede ni debe caer el olvido sobre ellos. Hemos aprendido pues que la reconciliación y la convivencia no deben basarse en el olvido. Estoy de acuerdo con Jesús Ferrer, quien en su crítica en el diario La Razón sostenía que esta novela es "todo un alegato a favor de la convivencia social, en contra de todo cainismo."
Me ocurre con muy pocos libros, me pasó con El coronel no tiene quien le escriba o con La metamorfosis, pero cuando terminé la novela de Trapiello volví al principio y la leí de nuevo. Este es un libro que todos deberíamos leer, un ajuste de cuentas con nosotros mismos y con nuestra memoria colectiva, aunque en ella se cuente una historia dolorosa y tremenda que parece solo afectar a dos familias, la de Pestaña y la de Graciano. La indagación que dispara esa historia es colectiva, de todos. El objetivo de ella es superar el pasado violento, no olvidarlo, a cada cual lo suyo, pero sí evitar las banderías de la violencia que se adueñaron por entonces del suelo patrio. A fin de cuentas, no deja de tener razón Pestaña, por mucho que su actitud resulte provocadora para algunos, cuando dice:
La bandera de los demócratas es, hoy por hoy, la bandera constitucional; esa (se refiere a la republicana) es tan inconstitucional como la del aguilucho. Durante la guerra por cada bandera republicana había veinte de la Cnt, de la Fai, del Poum, de Pce, de la Ugt, de cualquier partido menos de la República. (...) Las aspiraciones de esa República, subsidio de desempleo, seguridad social, jubilaciones, matrimonios civiles y divorcios, aborto o igualdad entre hombres y mujeres han quedado cumplidas y rebasadas en muchos casos en esta monarquía.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Barcelona, octubre de 1934 / y 3
Julián Marías, Una vida presente. Memorias 1 (1914-1951), Alianza Editorial, Madrid, 1988. Pág.161.
Paralelamente a la insurrección de Asturias, en Barcelona, Companys, que había sustituido a Maciá en la presidencia de la Generalidad, proclamó la República catalana, en franca rebeldía frente al Gobierno nacional, con las fuerzas que estaban a sus órdenes y otras improvisadas, paramilitares. El general Batet acabó prontamente con esta rebelión, que ofreció muy escasa resistencia, pero dejó en suspenso el Estatuto y produjo una situación de tensión y descontento.
En ambos casos, se trataba de una ruptura de la convivencia, por una parte; de la legalidad, por otra. La Constitución y el Estatuto fueron igualmente violados por ambas rebeliones. Faltó en absoluto el respeto a las leyes, incluso a las más altas, reguladoras de la vida nacional. Tuve la impresión, pronto confirmada, de que la República había quedado herida mortalmente, y sería muy difícil salvarla; para ello habrían sido necesarias grandes dosis de inteligencia, energía y generosidad; las tres escaseaban.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Barcelona, octubre de 1934 / 2
GARCÍA OLIVER, Juan, El eco de los pasos, Ruedo Ibérico, Ibérica de Ediciones y Publicaciones, París, 1978, pág. 159.
En Barcelona lo acontecido fue de comedia. Dencás, cabecilla máximo de Estat Català, dirigía el movimiento desde el edificio de Gobernación. Badía, segundo que aspiraba a primero, acompañado de policías catalanes, de Guardias de Asalto y de algunos escamots, paseaba con descaro por las calles de Barcelona, "Thompson" en mano, deteniendo a anarquistas y a militantes de la CNT. Asaltó los locales de Solidaridad Obrera y algunos otros de la CNT.
Aunque Companys se consideraba el jefe del Frente Popular en toda España, el movimiento, tal como lo estaban llevando a cabo Dencás, Badía y sus escamots, era la iniciación de un movimiento de tipo fascista. Solamente los lerdos podían ignorarlo. En el Palacio de la Generalidad, Companys, con su mirada un poco torcida, resplandeciente de gozo, proclamaba una Cataluña libre, federada a una España federal. Los desmanes de Dencás y Badía desmentían las buenas palabras de Companys.
Companys se fue quedando solo ante el micrófono de Radio Barcelona instalado en el Palacio de la Generalidad. El Frente Popular no daba señales de vida. La Alianza Obrera, con "treintistas" disidentes de la CNT, minúsculos residuos de rompehuelgas de la UGT y microsindicatos del POUM, tampoco hicieron acto de presencia. Los rabassaires estaban muy lejos, allá donde hacía poco tiempo se había pisado las uvas. De los cinco mil prometidos, los pocos escamots que habían salido a la calle empezaban a sentir el frío de las miradas despectivas de los barceloneses. Fue un continuo abandonar los fusiles y las pistolas de que estaban armados. Las bocas de las alcantarillas eran los lugares preferidos para deshacerse de los armamentos.
"Hombres y mujeres del Frente Popular y de la Alianza Obrera, acudid en defensa de la Generalidad", clamaba Companys, llamando a las fuerzas disciplinadas de que hizo gala ante Largo Caballero.
"Rabassaires, no me dejéis solo en este momento solemne."
Las palabras resbalaban por las paredes de las casas y los balcones cerrados.
"Hombres de la CNT, siempre tan generosos, acudid a defender esta causa".
El silencio de la ciudad ultrajada por aquellos forajidos de Dencás y Badía era impresionante.
Aquel silencio fue interrumpido por los estampidos de un tiroteo que provenía de las Ramblas. Eran Comte y sus muchachos del Partit Proletari Català, separatistas y marxistas, que intentaban resistir ante el batallón de infantería del ejército que anunciaba la proclamación del estado de guerra decidido por el capitán general de la IV Región, el general Batet.
Murió Comte. Companys y los miembros del gobierno de la Generalidad que lo acompañaban fueron detenidos, procesados, condenados y enviados a extinguir condena al penal del Puerto de Santa María.
En Barcelona lo acontecido fue de comedia. Dencás, cabecilla máximo de Estat Català, dirigía el movimiento desde el edificio de Gobernación. Badía, segundo que aspiraba a primero, acompañado de policías catalanes, de Guardias de Asalto y de algunos escamots, paseaba con descaro por las calles de Barcelona, "Thompson" en mano, deteniendo a anarquistas y a militantes de la CNT. Asaltó los locales de Solidaridad Obrera y algunos otros de la CNT.
Aunque Companys se consideraba el jefe del Frente Popular en toda España, el movimiento, tal como lo estaban llevando a cabo Dencás, Badía y sus escamots, era la iniciación de un movimiento de tipo fascista. Solamente los lerdos podían ignorarlo. En el Palacio de la Generalidad, Companys, con su mirada un poco torcida, resplandeciente de gozo, proclamaba una Cataluña libre, federada a una España federal. Los desmanes de Dencás y Badía desmentían las buenas palabras de Companys.
Companys se fue quedando solo ante el micrófono de Radio Barcelona instalado en el Palacio de la Generalidad. El Frente Popular no daba señales de vida. La Alianza Obrera, con "treintistas" disidentes de la CNT, minúsculos residuos de rompehuelgas de la UGT y microsindicatos del POUM, tampoco hicieron acto de presencia. Los rabassaires estaban muy lejos, allá donde hacía poco tiempo se había pisado las uvas. De los cinco mil prometidos, los pocos escamots que habían salido a la calle empezaban a sentir el frío de las miradas despectivas de los barceloneses. Fue un continuo abandonar los fusiles y las pistolas de que estaban armados. Las bocas de las alcantarillas eran los lugares preferidos para deshacerse de los armamentos.
"Hombres y mujeres del Frente Popular y de la Alianza Obrera, acudid en defensa de la Generalidad", clamaba Companys, llamando a las fuerzas disciplinadas de que hizo gala ante Largo Caballero.
"Rabassaires, no me dejéis solo en este momento solemne."
Las palabras resbalaban por las paredes de las casas y los balcones cerrados.
"Hombres de la CNT, siempre tan generosos, acudid a defender esta causa".
El silencio de la ciudad ultrajada por aquellos forajidos de Dencás y Badía era impresionante.
Aquel silencio fue interrumpido por los estampidos de un tiroteo que provenía de las Ramblas. Eran Comte y sus muchachos del Partit Proletari Català, separatistas y marxistas, que intentaban resistir ante el batallón de infantería del ejército que anunciaba la proclamación del estado de guerra decidido por el capitán general de la IV Región, el general Batet.
Murió Comte. Companys y los miembros del gobierno de la Generalidad que lo acompañaban fueron detenidos, procesados, condenados y enviados a extinguir condena al penal del Puerto de Santa María.
viernes, 9 de noviembre de 2012
Barcelona, octubre de 1934 / 1
Gabriel Jackson: La República española y la Guerra Civil. 1931-1939, Princeton University Press, México, D.F., 1967. Páginas 133-135.
A pesar del Estatuto y de la gran popularidad personal de Companys, Cataluña fue sacudida por una oleada de nacionalismo incontrolado. En la Universidad, los profesores castellanos veían cómo sus discípulos y sus colegas catalanes se mostraban deliberadamente hostiles al uso continuado de la lengua castellana en las aulas. Aparecieron octavillas exhortando a los catalanes a no contaminar su sangre casándose con castellanas. Más grave que tales síntomas era el crecimiento de un movimiento casi fascista dentro de las filas juveniles de la Esquerra. Llevando camisas verdes, llamándose a sí mismos escamots (pelotones), y denominando a su movimiento Estat Català, hacían la instrucción en formación militar, con fusiles anticuados o inservibles, reconociendo como jefe a José Dencás, consejero de Orden Público de la Generalidad. (...) Los escamots, a veces amenazando con sus pistolas, detuvieron tranvías y autobuses, dijeron a los expendedores de billetes en las taquillas del Metro que se fueran a sus casas, y amenazaron con destrozar los escaparates de las tiendas que no cerraran. También se informó que estaban levantando los raíles del ferrocarril al este de Lérida para separar "Cataluña" de "España". (...) El presidente Companys se vio metido en medio de una tormenta en formación. (...) La tarde del día 6, los nacionalistas exaltados esperaban la proclamación de la plena independencia de Cataluña. Dencás planeaba por su cuenta la proclamación del Estat Català. Companys, en medio de tantos fuegos cruzados, tomó el micrófono de manos de Dencás y proclamó el "Estado catalán dentro de la República federal española". Luego él y su Gobierno se atrincheraron en la Generalidad, dependiendo para su defensa de unos 100 mozos y esperando desesperadamente que el general Batet permaneciera neutral. (...) Dencás, olfateando el fracaso, huyó de Barcelona aquella noche. A las cinco de la mañana, Companys acordó por teléfono los términos de la rendición. El general Batet ordenó que se abrieran las puertas y que los mozos salieran con los brazos en alto. (...) La revolución catalana de octubre costó algunos muertos en las escaramuzas habidas en la noche del 6 al 7 de octubre, y al amanecer el Gobierno de Companys fue a la cárcel para aguardar el proceso bajo el cargo de rebelión contra la autoridad debidamente constituida.
domingo, 28 de octubre de 2012
La metáfora
"Hubiera podido escribir el poeta su pandereta Preciosa tocando viene; pero tal vez sus lectores, acostumbrados a su brillantez metafórica, se hubieran sentido defraudados. Así que sustituye pandereta, término real, por la imagen que esta le sugiere luna de pergamino, similitud, pues, en la redondez y en el color blanco roto y algo rugoso de la superficie; de modo que el verso queda su luna de pergamino Preciosa tocando viene. Pues bien, jóvenes, a esa operación intelectual y estética es a lo que se suele llamar metáfora. García Lorca, fiel seguidor de Luis de Góngora, andaluz como él y a quien tenía por maestro, comprende que el uso de la metáfora es una forma manifiesta de embellecer la realidad."
Un muchacho, tímido, inquieto y curioso, de los más jóvenes alumnos de Leonardo, levanta la mano y pregunta: "¿Vive Lorca aún?" Leonardo, sin salir de su asombro, responde: "No. Lo asesinaron al inicio de la Guerra Civil, pero no me hagan ahora contarles su historia."
Tal fue la insistencia, quién sabe si Leonardo provocó el interés con su respuesta, que no le quedó otra que, en medio de un silencio sepulcral, hablarles del poeta. Los jovencísimos alumnos le escucharon atentamente decir que el poeta está enterrado en algún lugar de Víznar, Granada, junto a un maestro de escuela y dos banderilleros, en una fosa común, abandonado a su frío destino de lluvia.
Cuando terminó de hablar, el mismo muchacho, inquieto, tímido y curioso, volvió a preguntar: "¿Y por qué si era un poeta tan importante como usted dice lo mataron de eso modo?" Leonardo enmudeció y se quedó mirando el vacío, ese sepulcro abandonado sobre la nada, para instantes antes de dar por terminada la clase, responder: "Eso mismo me pregunto yo".
viernes, 19 de octubre de 2012
José Antonio Pagola
Hay, con todo, dos momentos que me dejaron insatisfecho: el relato de las curaciones, de los llamados milagros y el de la resurrección, en ellos las explicaciones del padre Pagola no me convencieron, me resultaron insuficientes. Sin embargo, es de alabar, en el segundo de los temas, su honestidad intelectual cuando escribe: “Los relatos llegados hasta nosotros no permiten establecer de manera segura y definitiva los hechos que se han producido después de la muerte de Jesús. No es posible, con métodos históricos, penetrar en el contenido de la experiencia.” Quiere ello decir, pues, que en ese asunto se nos sitúa en el territorio de la creencia y de la fe, nada que objetar, pero no acaba de convencerme.
Afirma el padre Pagola que la resurrección de Jesús transforma a sus discípulos y les lleva a empezar, dice, una nueva vida. Por consiguiente, la resurrección es una de las claves de la continuidad del cristianismo y un dogma básico en la fundación de la Iglesia. Lo que sorprende es que, después de habernos presentado a Jesús como un hombre a lo largo del libro, al final aparezca lo sobrenatural, lo que necesita de la fe para ser creído.
“Si todo acaba en la muerte ¿quién nos puede consolar?” se pregunta el padre Pagola, para afirmar a continuación que “la resurrección de Jesús es para nosotros la razón última y la fuerza diaria de nuestra esperanza”. Una esperanza basada pues en la fe y no en la razón, que a la luz de la imposibilidad científica de la resurrección nos conduce a la nada, a la desaparición inapelable. Reconoce el padre Pagola que “para Jesús, como para cualquier judío, la muerte es la mayor desgracia, pues destruye todo lo bueno que hay en la vida y no conduce sino a una existencia sombría en el sheol”, es decir, en el reino de las sombras y de las tinieblas que, según la tradición judía, está en las profundidades de la tierra. ¿Existiría pues el cristianismo sin la resurrección? ¿Y la Iglesia?
Dice el padre Pagola que fueron las generaciones siguientes de cristianos quienes mantuvieron vivo el testimonio de la resurrección de Cristo en “unos relatos llenos de encanto –escribe- que evocan los primeros encuentros con Jesús resucitado.” A pesar de ello, dice en nota al pie: “nada se puede concluir con certeza”. De lo cual se desprende que la resurrección, improbable a la luz de la ciencia y la razón, es la base de todo, de ahí que la Iglesia lo haya convertido en dogma incuestionable. Creer en la resurrección es pues cuestión de fe y es precisamente la resurrección lo que convierte al Jesús hombre del libro del padre Pagola en el elemento clave de una religión que siguen millones de seres humanos en el mundo. ¿Por qué, pues, la Conferencia Episcopal lleva el libro de José Antonio Pagola ante la Inquisición romana? ¿Qué es lo que no les gusta? No lo entiendo.
Enhorabuena, padre Pagola, porque el suyo es un gran libro de lectura imprescindible y necesaria que nos presenta a un Jesús partidario de los pobres, de “los que no tienen nada: gentes que viven al límite, los desposeídos de todo, los que están en el otro extremo de la elites poderosas, sin riqueza, sin poder y sin honor” y nos dice que “Dios no es un juez siniestro que espera airado; es un amigo que se acerca ofreciendo su amistad.”
Nota. Escribo esta entrada después de leer la contraportada de la edición del diario El País de hoy, dedicada a José Antonio Pagola.
martes, 9 de octubre de 2012
Enrique Díez-Canedo
La feria del libro de ocasión, prefiero la expresión de lance, que cada año se instala en el Paseo de Gracia de Barcelona desde mediados de septiembre a principios de octubre, es ya una costumbre en el inicio del otoño entre los barceloneses y las gentes curiosas que visitan nuestra ciudad y se acercan a ver libros, antiguos y no tanto, que se venden a buen precio. Soy asiduo desde hace años y he de decir que he encontrado a menudo libros interesantes, unos años más que otros, para decirlo todo. Con melancolía, el último día, el pasado domingo, me encuentro con un volumen encuadernado en piel con el título grabado en oro en el lomo Poemas en prosa de Carlos Baudelaire. Lo abro y es la edición de Espasa-Calpe de 1935 con una pequeña nota debajo del título y del nombre del autor que dice: “La traducción del francés ha sido hecha por E. Díez-Canedo.” Lo compro inmediatamente a un precio más que razonable.
Mientras camino de vuelta a casa me pregunto quién se acuerda de don Enrique Díez-Canedo, el crítico literario, el poeta, el traductor, el periodista, el que llamó a Aub “viajante de poesía” y le prologó su primer libro de poemas Los poemas cotidianos en 1925; Díez-Canedo, el que murió en el exilio en México, en junio de 1944, con la herida de España sangrándole en el corazón. ¡Ay, España, siempre España! Vuelvo a recrearme en la prosa de Baudelaire, tan sugerente, tan poética, tan precisa en estos textos antecedente sin duda de los microrrelatos, basta con leer el estremecedor "La desesperación de la vieja", al inicio del libro.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Carta al President Mas
Señor Presidente:
Le escucho hablar abiertamente, tras la
manifestación del 11 de septiembre en Barcelona, de la necesidad de un estado
propio y, por ende, de la hipotética independencia de Catalunya respecto de
España, al hacer suyo el lema de esa manifestación: “Catalunya, nou estat
d’Europa”.
Señor
Presidente, Convergència i Unió, su formación política, ganó las elecciones con
la idea explícita en su programa electoral del llamado “Pacte fiscal”, pero de
estado propio y de independencia, con claridad, solo hablaban, que yo
recuerde, ERC y los partidos de su ámbito. Ello significa que si CiU ha
cambiado de rumbo, debe usted convocar inmediatamente elecciones y presentarse
con sus nuevos planteamientos políticos.
Si
lo hace, señor Presidente, los ciudadanos que viven en Catalunya podrán elegir,
de ese modo, con más claridad hacia dónde quieren que se encamine Catalunya en
el futuro.
No
se excuse, señor Presidente, en la imposibilidad de convocar referendos. Las
elecciones, libres y democráticas, son la mejor manera de que la ciudadanía en
su conjunto, los que fueron a la manifestación y los que no fueron también, se
exprese. Debe hacerlo por elemental higiene democrática, para que no decida la
calle sino las urnas.
Con
todo respeto, un ciudadano de Barcelona.
Nota. Esta carta la escribí el doce de septiembre, después de la intervención del Molt Honorable President de la Generalitat en un foro madrileño; como no me sentí demasiado representado por las cosas que allí dijo, me decidí a enviarla a un medio de comunicación, que la ignoró. La traigo aquí porque a veces, como reza el título de la entrada, los políticos obligan a los ciudadanos a bajar a la arena.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
En silencio
EN SILENCIO
Me limito a observar en silencio
el transcurrir de la vida a mi alrededor
como la nube da sombra sin saberlo
igual que el viento azota sin ira las encinas.
sábado, 8 de septiembre de 2012
Horacio Vázquez-Rial
Alguien de la editorial sugirió su nombre y le mandó el libro. Tres días después, Horacio me telefoneó a casa y me dijo que le había gustado mucho el libro y que estaría encantado de presentármelo en Madrid. No lo conocía y hablamos con una cordialidad que aún recuerdo. Era marzo de 1998. Nos vimos en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, en la sala Valle-Inclán. Nos llevábamos siete años entre nosotros. Alfonso Guerra (1940), Horacio (1947) y yo (1954). Empezó hablando Horacio, con una voz sosegada, creando con sus cálidas palabras un ambiente de cordialidad y complicidad para conmigo, mi novela y la figura que a todos nos unía, don Julián Besteiro. Dijo algo que no he olvidado, a pesar de que han transcurrido muchos años ya de todo aquello; dijo Horacio que el relato que hacía en mi novela sobre las circunstancias que rodearon la detención, el juicio y la muerte menesterosa de Besteiro en la cárcel rompía el pacto de silencio de la transición. Ignoro si fue Horacio algo exagerado, pero yo le sigo agradeciendo sus palabras de aquella tarde. Por mi parte le dije que me tenía enganchado, la estaba terminando por aquellas fechas, a su novela sobre Gustavo Durán El soldado de porcelana. Ahora creo que los autores siempre dejan una, dos o tres obras de las que se habla cuando desaparecen. Creo que la novela a que me refiero, un acierto soberbio de Horacio, estará ahí por mucho tiempo. Ahora se hablará de él y de esa novela por la cercanía de la triste noticia, pero cuando pase más tiempo, se seguirá hablando de esa novela, se reeditará y ojalá tenga los lectores que la literatura de Horacio se merecía. Me uno desde aquí al dolor de su familia y de sus amigos, entre los que me cuento. Hasta siempre, amigo.
Nota. La foto de Horacio está tomada de El País, que a su vez la toma de la Agencia EFE. Si la memoria no me falla, esa misma ropa llevaba Horacio aquella tarde en el Círculo de Bellas Artes, a lo mejor, esa foto fue tomada en aquel acto, no lo sé, pero me gustaría la coincidencia.
viernes, 31 de agosto de 2012
Fernando de Rojas: sentencias breves
Es forçoso el hombre amar a la mujer y la mujer al hombre.
El que verdaderamente ama es necesario que se turbe con la dulçura del soberano deleite.
¿No vees tú que es necedad o simpleza llorar por lo que con llorar no se puede remediar?
Los peregrinos tienen muchas posadas y pocas amistades.
La natura huye lo triste y apetece lo delectable.
De los hombres es errar, y bestial es la porfía.
A quien dizes el secreto, das tu libertad.
No es cosa más propia del que ama que la impaciencia; toda tardança les es tormento; ninguna dilación les agrada.
Todo es assí, todo passa desta manera, todo se olvida, todo queda atrás.
Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos passa en seco, no hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no suba.
Ninguno es tan viejo que no pueda vivir un año, ni tan moço que hoy no pudiesse morir.
La prolixidad es enojosa al que oye y dañosa al que habla.
Es menester que ames si quieres ser amado.
A las obras creo, que las palabras de balde las venden dondequiera.
La mocedad ociosa acarrea la vejez arrepentida y trabajosa.
El plazer no comunicado no es plazer.
La necesidad y pobreza, la hambre, que no hay mejor maestra en el mundo, no hay mejor despertadora y avivadora de ingenios.
Nunca alegre vivirás si por voluntad de muchos te riges.
El tiempo, según me parece, se nos va, como dizen, dentre las manos. Corren los días como agua de río; no hay cosa tan ligera a huir como la vida.
Ninguna virtud hay tan perfecta que no tenga vituperadores y maldizientes.
Vale más un día del hombre discreto que toda la vida del necio y simple.
Cuando el coraçón está embargado de passión, están cerrados los oídos al consejo, y en tal tiempo las fructuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña.
Nota. Que los clásicos son un pozo de sabiduría, una escuela de vida y un acicate para el conocimiento lo demuestra sobradamente la obra de Fernando de Rojas La Celestina. Releyéndola, lápiz en mano, en las plácidas horas de sol junto al mar y en el preludio de la siesta sosegada, me encuentro con estas, y muchas otras que no puedo incluir ahora, sentencias breves que traigo aquí para quien pase por estas páginas volanderas y quiera leer al menos una de ellas, vale la pena.
sábado, 11 de agosto de 2012
Shakespeare: aforismos
[1] Los hombres son dueños de sus destinos en cierto momento. La culpa, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros, que no somos más que esclavos. (Julio César)
[2] El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido de lágrimas de los amantes; ¿qué más es? Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva. (Romeo y Julieta)
[3] ¿Qué es un hombre si su principal bien y la adquisición de su tiempo es solo dormir y comer? Una bestia, nada más. (Hamlet)
[4] No busques siempre, con los párpados bajos, a tu noble padre en el polvo: ya sabes que es lo común, que todo lo que vive ha de morir, pasando a la eternidad a través de la naturaleza. (Hamlet)
[5] Mi vida no me importa el precio de un alfiler. (Hamlet)
[6] Las cosas sin ningún remedio no deben volverse a considerar: lo que está hecho, hecho está. (Macbeth)
[7] La vida es solo una sombra caminante, un mal actor que, durante su tiempo, se agita y se pavonea en la escena, y luego no se le oye más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nada. (Macbeth)
Nota. Leo estas obras de Shakespeare y me salen al paso estos aforismos intertextuales que no me resisto a dejar aquí. La traducción es de José María Valverde, de las ediciones de Clásicos Universales Planeta.
sábado, 28 de julio de 2012
Definición de socialismo
Leo Marianela, de Pérez Galdós, y me encuentro con una sencilla y lúcida definición de lo que significa el socialismo, sus valores, tan cercanos a los del cristianismo en boca de los personajes Pablo, Marianela y Florentina:
- ¿Por qué esta bendita Nela no tiene un traje mejor? -añadió la señorita de Penáguilas-. Yo tengo varios y le voy a dar uno, y además otro que será nuevo.
Avergonzada y confusa, Marianela no alzaba los ojos.
- Es cosa que no comprendo... ¡Que algunos tengan tanto y otros tan poco!... me enfado con papá cuando le oigo decir palabrotas contra los que quieren que se reparta por igual todo lo que hay en el mundo. ¿Cómo se llaman esos tipos, Pablo?
- Esos serán los socialistas, los comunistas -replicó el joven sonriendo.
- Pues esa es mi gente. Soy partidaria de que haya reparto y de que los ricos den a los pobres todo lo que tengan de sobra... ¿Por qué esta pobre huérfana ha de estar descalza y yo no? ¿Cómo se consiente que haya tanta y tanta desgracia? A mí me quema la boca el pan cuando pienso que hay muchos que no lo prueban.
La ingenuidad y la sencillez de las palabras de Florentina, quien parece mirar la realidad con ojos limpios, se acerca bastante a lo que podríamos llamar la caridad cristiana. No es el suyo un socialismo político ni doctrinario, pero con qué nitidez plantea la injusticia de que unos tengan tanto y otros tan poco e incluso nada. Bendito Galdós...
miércoles, 25 de julio de 2012
Indalecio Prieto y la banca
El 17 de junio de 1931 Indalecio Prieto hizo unas declaraciones al diario Crisol en las que daba, siendo, muy a su pesar, ya ministro de Hacienda, sus opiniones sobre la banca española. Pareciéndome, ahora que releo el libro de Alfonso Carlos Saiz Valdivielso Indalecio Prieto. Crónica de un corazón, de mucha actualidad, las traigo a estas páginas volanderas y virtuales:
Creo que la banca española está llena de defectos; el más grave de todos es el de su falta de organización, de modo que la expansión del crédito no responde a un planteamiento verdaderamente democrático. La banca parece estar, efectivamente, organizada para amparar, de modo predominante, los negocios de sus consejeros; y los consejos de los bancos, en consonancia, constituyen unos cacicatos, desde los que se despliega un desmesurado afán de absorber el crédito en beneficio del desarrollo de las empresas tuteladas por ellos. Creo además que existe un número excesivo de bancos y que este exceso, con la multiplicidad de agencias y sucursales, determina el encarecimiento de la función bancaria.
Si esto declaraba Prieto lúcidamente en 1931, qué no hubiera declarado viendo el estado actual de la banca. En fin...
miércoles, 20 de junio de 2012
La colección ROTATIVA
En 1970, cuando se publicó el libro cuya portada ilustra esta entrada, yo tenía dieciséis años y aún no vivía en Barcelona. El título era raro y del autor nada sabía, así que no debió llamar especialmente la atención del joven lector que yo era entonces, el que empezaba a adquirir los primeros volúmenes de lo que después sería su biblioteca personal. No lo adquirí, pues, en su momento. Sin embargo, llevado de mi costumbre, ya algo amortiguada, de perderme por librerías de lance y revolver viejos cestos, el otro día me crucé con un ejemplar, por cierto en muy bien estado de conservación, y no dudé en comprarlo por un precio irrisorio.
He de decir que, andando el tiempo, supe quién era Agustí Bartra y leí el libro en su lengua original, la catalana, en la Biblioteca A tot vent, de Edicions Proa, cuyas portadas, íntegras de color naranja, llegaron a convertirse en míticas para la literatura catalana. El relato era uno de los más impresionantes escritos sobre los campos de concentración del sur de Francia en los que malvivieron los refugiados republicanos españoles al cruzar la frontera a partir de febrero de 1939. La prosa brillante y poética de Bartra y el reflejo de una durísima experiencia colectiva, hacen de este libro un hito en la llamada narrativa del exilio republicano de 1939.
Pero entonces, en 1970, nada sabía yo de todo ello y aunque seguro que vi el libro en alguna librería, no me hice con él. Ahora lo releo traducido al castellano, sin que se haga mención alguna al traductor, de lo que deduzco que fue el propio autor quien lo vertió al castellano para poder ser editado en esta colección. Me sigue pareciendo un libro fundamental y de lectura obligada y necesaria para quien quiera saber la verdad de lo sucedido a los republicanos españoles al terminar la Guerra Civil.
Al llegar a casa, busco los otros volúmenes de la colección que recordaba haber leído y comprado en determinadas épocas. Entre ellos, con portada de ODUBER, está esta Antología de Blas de Otero, publicada en 1974 y donde leí por primera vez al poeta vasco.
Me pregunto quién estaría detrás de esta colección de la editorial Plaza y Janés. Las portadas, magníficas todas ellas, iban firmadas, además de por la persona ya indicada, por Álvaro y J. Palet, al menos en los ejemplares que yo poseo.
También descubrí, en una edición de 1975, la poesía de Miguel Hernández en un libro que lleva la siguiente nota: "Esta selección de la obra poética de Miguel Hernández ha sido preparada por la viuda del poeta, Josefina Manresa, con la colaboración de José Luis Cano." Ahí, en esa edición que reproduce en su portada el famosísimo dibujo que al poeta hizo el dramaturgo Antonio Buero Vallejo en la cárcel, leí el poema "Antes del odio", publicada en Cancionero y romancero de ausencias, por primera vez y se me quedaron grabados los versos que lo cierran:
No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión:
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy, siénteme libre.
Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor.
Ahora me doy cuenta de que estas lecturas que hice en los ejemplares de la colección Rotativa fueron formando al lector que después fui y me abrieron un camino del cual fui consciente más tarde y que ahora reflejo en esta entrada. Por ejemplo, la primera novela que leí de Gabriel García Márquez fue en esta colección, en 1974, cuando cumplía los veinte años, El coronel no tiene quien le escriba, y que habría de ser la primera de la larga serie de novelas de García Márquez que fui leyendo al correr de los años.
También me asomé a la obra de novelistas europeos que fueron publicados, de manera abundante en este colección. Entre los ejemplares que conservo está el libro de Soljenitsin Un día en la vida de Iván Denisovich, que me puso en contacto, por primera vez, con el duro mundo del estalinismo y sus campos de exterminio y concentración. Aún recuerdo que algún amigo, militante entonces en el PSUC, me decía que cómo podía leer a un reaccionario y antirrevolucionario como ese. El libro se publicó en 1970 y aquí sí constaba el traductor, J. Ferrer Aleu, que curiosamente traduce no directamente del ruso, sino de la versión francesa de la novela.
En fin, rindo aquí este pequeño homenaje a esta colección que, con tan buen criterio editorial, nos puso en contacto, a los que por entonces rondábamos los veinte años, con autores importantes tanto de la literatura española como europea y latinoamericana.
Guardo los ejemplares en mi biblioteca personal y a veces me pregunto si alguien los leerá alguna vez. ¡Se ha perdido tanto el interés y la afición por los libros!
En fin, mi enhorabuena, con treinta años de retraso a los editores que tanto acertaron con esta colección.
lunes, 14 de mayo de 2012
En entredicho
En entredicho ha quedado mucho de lo escrito sobre García Lorca después de los documentos que estos días ha publicado el diario El País. Miguel García Posada, en la “Introducción” a la edición, magnífica, de las Obras completas del autor, señalaba que el encuentro con Rafael Rodríguez Rapún había sido clave y decisivo en los años inmediatamente anteriores a la rebelión militar que prendió la mecha de la guerra civil y que Rapún “sería el gran amor de su vida”. Dice García Posada que Lorca “dudó mucho en marcharse de Madrid, seguramente para no separarse de Rapún” y que esa parece “haber sido la causa de que no viajara a Cuba y a México con Margarita Xirgu.” A la luz de lo publicado, estas hipótesis parecen erróneas. No fue de Rapún de quien Lorca se despidió en la estación de Madrid, sino de otra persona. Sí parece que Lorca tenía la intención de irse a México, pero previamente necesitaba que esa otra persona contase con la autorización de sus padres al ser legalmente menor de edad.
Durante años muchos lectores de Lorca se preguntaron por qué el poeta viajaría a Granada en aquellos días tan tensos, en los que se presagiaba el desastre donde quiera que se volviese la mirada. Parecía que el deseo del poeta de celebrar el día de su santo junto a sus padres era un motivo que explicaba ese viaje de modo insuficiente. Muchos fueron los que pensaron debería haber algo más, alguna razón oculta para que un hombre avispado como Lorca fuera a meterse en el ojo del huracán que fue Granada en aquellos trágicos días. Quizá ahora, a la luz de lo que se ha publicado se entienda algo mejor la necesidad de Lorca de despedirse de sus padres puesto que iba a emprender un largo viaje del que no sabía a ciencia cierta cuándo iba a poder regresar. Tal vez.
Lo que cabe preguntarse es lo siguiente: ¿Si Agustín Penón ya hablaba en 1955 de esta relación última de Lorca, dando incluso el nombre de la persona, cómo es que quienes escribieron sobre Federico no tiraron de ese hilo hasta ver qué había de cierto en ello y prefirieron seguir con la idea de que el poeta solo mantenía la relación con Rodríguez Rapún y de que este era el destinatario y el inspirador de los Sonetos del amor oscuro? Con lo publicado, también esos maravillosos sonetos, en los que se funde la tradición clásica con la modernidad procedente del surrealismo, cobran una nueva luz. “Amor de mis entrañas, viva muerte / en vano espero tu palabra escrita”, dice Lorca en uno de ellos. ¿Qué palabra escrita esperaba Federico, la de Rodríguez Rapún, o la de la persona con la que esperaba marcharse a México? Quizá si, como dijo Luis Rosales, Federico corrigió o incluso escribió, cuando estuvo refugiado en su casa, alguno de esos sonetos, tal vez ahora cobren también una nueva perspectiva de interpretación. Un riguroso trabajo filológico de datación y estudio textual de los mismos contribuirá a aclarar muchos de los aspectos que ahora quedan abiertos.
Habrá que reescribir, también, las últimas semanas de la vida de Lorca teniendo en cuenta todos estos datos. Y también lo escrito acerca del lugar donde está enterrado, porque los datos aportados por Gibson, cuya fuente principal es sobradamente conocida, son también claramente erróneos y lo escrito necesita de una revisión a fondo. ¡Ay, Federico!...
miércoles, 2 de mayo de 2012
Tanka del río
TANKA DEL RÍO
Vendrá la muerte
cuando menos lo esperes
silencio y sombra
el curso de aquel río
no se detendrá por ti.
jueves, 26 de abril de 2012
Una voz oscura detrás de los montes
La pasión irreprimible rompe los convencionalismos y deshace las ataduras que nos echaron encima desde antes de nacer. Nada se puede contra el grito de la sangre. Y es mejor seguir el camino de la sangre que estar “vivo con ella podrida”. Aunque la fatalidad le persiga, Leonardo huye con la Novia y dispara la trama de la tragedia que acabará, inevitablemente , en muerte y desolación. A la mujer de Leonardo, en Bodas de sangre, le espera un destino aciago: “Tú, a tu casa. Valiente y sola en tu casa. A envejecer y a llorar. Pero la puerta cerrada. Y vengan lluvias y noches sobre las hierbas amargas.” La Madre del Novio grita su rabia y su desesperación y pareciera, en sus palabras, que Lorca esté hablando de sí mismo de forma premonitoria:
Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar.
Juntos están el maestro, el poeta y los dos banderilleros. Maleza alimentaron sus cuerpos, que no trigo, en un paisaje agreste y desolado. El destino los juntó para que inertes acabaran tendidos y confundidos en la muerte, en la soledad irremediable de la muerte. Cuántas veces las madres de tantos que murieron de forma similar a la de Federico García Lorca no se preguntarían lo mismo que la Madre de la Novia: “¿No hay nadie aquí? Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes.”
jueves, 19 de abril de 2012
¡Ay, España!: Pérez Galdós
Así, de esta manera lúcida y penetrante, nos dejaba Galdós la visión de la España de los días previos a la revolución del 68 en su novela Tormento; al releer estas palabras, cuántas semejanzas se pueden hallar con la España de nuestros días:
En una sociedad como aquella, no vigorizada por el trabajo, y en la cual tienen más valor que en otra parte los parentescos, las recomendaciones, los compadrazgos y amistades, la iniciativa individual es sustituida por la fe en las relaciones. Los bien relacionados lo esperan todo del pariente a quien adulan o del cacique a quien sirven, y rara vez esperan de sí mismos el bien que desean. En esto de vivir bien relacionada, la señora de Bringas no cedía a ningún nacido ni por nacer, y desde tan sólida base se remontaba a la excelsitud de su orgullete español, el cual vicio tiene por fundamento la inveterada pereza del espíritu, la ociosidad de muchas generaciones y la falta de educación intelectual y moral.
¡Y cuántas señoras y señores Bringas hay en nuestros días que todo lo siguen basando en las relaciones! ¡Cuánta pereza de espíritu seguimos teniendo los españoles! ¡Cuánta falta de educación intelectual y moral!
viernes, 13 de abril de 2012
De Papini a Unamuno
En la entrada de ayer incluí un fragmento de la “Oración a Cristo” que Giovanni Papini editó al final de su Historia de Cristo, libro de 1921. Como es sabido, se trata de un libro escrito por alguien que recupera la fe y se convierte al cristianismo. Por consiguiente, el libro es visceral, escrito desde la fe del converso. Sin embargo, en la oración duda, pide, casi exige, una señal, lo que viene a demostrar que su fe busca un fundamento más o menos “racional”, una señal al menos que la corrobore y la consolide, la justifique.
Papini se consideraba, como declaró poco antes de morir “un Unamuno mancato”, esto es, un Unamuno fallido. En uno de sus poemas, don Miguel incluye estos versos, coincidentes en grado sumo con la necesidad manifestada por Papini en su oración:
Una señal, Señor, una tan solo,
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a esta sombría vida que arrastramos.
¿Qué hay más allá, Señor, de nuestra vida?
Si Tú, Señor, existes,
¡di por qué y para qué, di tu sentido!
¡di por qué todo!
jueves, 12 de abril de 2012
Giovanni Papini: Oración a Cristo
Estás aún, todos los días entre nosotros. Y estarás con nosotros perpetuamente.
Vives entre nosotros, a nuestro lado, sobre la tierra, que es tuya y nuestra; sobre esta tierra que, niño, te acogió entre los niños, y, acusado, te crucificó entre ladrones; vives con los vivos, sobre la tierra de los vivientes, de la que te agradaste y a la que amas; vives con vida sobrehumana en la tierra de los hombres, invisible aún para los que te buscan, quizá debajo de las apariencias de un pobre que mendiga su pan y a quien nadie mira.
Pero ha llegado el tiempo en que es fuerza te muestres de nuevo a todos nosotros y des una nueva señal perentoria e irrecusable a esta generación. Tú ves, Jesús, nuestra pobreza. Tú ves cuán grande es nuestra pobreza; no puedes dejar de reconocer cuán improrrogable es nuestra necesidad, cuán dura y verdadera nuestra angustia, nuestra indigencia, nuestra desesperanza; sabes cuánto necesitamos de una extraordinaria intervención tuya, cuán necesario nos es tu retorno.
Aunque sea un retorno breve, una llegada inesperada, seguida al punto de una desaparición súbita; una sola aparición, un llegar y un volver a partir, una palabra sola al llegar, una sola palabra al desaparecer, una sola señal, un aviso único, un relámpago en el cielo, una luz en la noche, un abrirse del cielo, un resplandor en la noche, una sola hora de tu eternidad, una palabra sola por todo tu silencio.
Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas, puedes sentir hacia todos nosotros, los que padecemos, la compasión que cada uno de nosotros siente de sí mismo. Tú solo puedes medir cuán grande, inconmensurablemente grande, es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora del mundo.