A veces a Leonardo le gusta rendir homenaje, en sus clases, a los grandes filólogos, esos que nos han ayudado a leer mejor a los clásicos con sus análisis y sus comentarios. "Cuando murió -les cuenta cuando por enésima vez le toca explicar la obra de Cervantes- en 2001 Edward C. Riley, quien en su Introducción al Quijote escribió que la locura de don Quijote "no es una locura caprichosa que lo abarca todo, sino que se dirige únicamente a su obsesión caballeresca" y que cuando sale de ella "puede hablar y actuar tan cuerdamente como cualquiera y la gente se maravilla del buen sentido y de la inteligencia de su discurso" y que, por tanto, se puede considerar al personaje "como un loco con intervalos lúcidos", cuando murió -dice Leonardo- en 2001, la reseña necrológica la escribió, en El País, otro gran filólogo, Francisco Rico. También los escritores, en este caso un novelista célebre, no olviden que la literatura se nutre a menudo de literatura, Luis Martín-Santos, hace que en una noche de sábado, después de haber cenado una emblemática pescadilla mordiéndose la cola, en el Madrid del franquismo, Pedro, el investigador personaje principal de la novela, reflexione lúcidamente sobre Cervantes al hilo de un paseo por lo que hoy se conoce como el barrio de los escritores; escuchen:
Por allí había vivido Cervantes -¿o fue Lope?- o más bien los dos. Sí; por allí, por aquellas calles que habían conservado tan limpiamente su aspecto provinciano, como un quiste dentro de la gran ciudad. Cervantes, Cervantes. ¿Puede realmente haber existido en semejante pueblo, en tal ciudad como esta, en tales calles insignificantes y vulgares un hombre que tuviera esa visión de lo humano, esa creencia en la libertad, esa melancolía desengañada tan lejana de todo heroísmo como de toda exageración, de todo fanatismo como de toda certeza? ¿Puede haber respirado este aire tan excesivamente limpio y haber sido consciente como su obra indica de la naturaleza de la sociedad en la que se veía obligado a cobrar impuestos, matar turcos, perder manos, solicitar favores, poblar cárceles y escribir un libro que únicamente había de hacer reír? ¿Por qué hubo de hacer reír el hombre que más melancólicamente haya llevado una cabeza serena sobre unos hombres vencidos? ¿Qué es lo que ha querido decirnos el hombre que más sabía del hombre de su tiempo? ¿Qué significa que quien sabía que la locura no es sino la nada, el hueco, lo vacío, afirmara que solamente en la locura reposa el ser-moral del hombre?
"Ignoro -continuó Leonardo después de cerrar el ejemplar de la edición de la novela Tiempo de silencio, a la que pertenecía el fragmento que leyó a sus alumnos- si han reflexionado ustedes alguna vez acerca de la locura y su naturaleza, si no lo han hecho ya, pueden empezar a hacerlo a partir de la metáfora de Martín-Santos: la locura no es sino la nada, el hueco, lo vacío. Convengan conmigo en que no está nada mal, para empezar, ese aforismo. La clase ha terminado."
2 comentarios:
¡Qué curioso, Javierito! Justo antes de semana santa, y a raíz del pase de la versión cinematográfico por televisión, me dio por releer Tiempo de silencio. Me pareció que era una novela que había resistido muy bien el paso de los años, pero sobre todo me llamó muchísimo la atención la reflexión sobre Cervantes que Leonardo cita. Es más, estuve a punto de copiarla y enviarla a los colegas... Ya que no lo hice, me alegra de que lo hayas hecho tu. Esto es lo que se llama "afinidades electivas".
Un abrazo,
Quimet
¡Qué olvidada está esa novela, Quimet! Estoy de acuerdo contigo; a pesar del experimentalismo, ha resistido muy bien, desde luego mucho mejor que otras de su tiempo, el paso de los años; hay fragmentos, como este de Cervantes, brillantísimos. Me alegra la coincidencia. Una más de nuestras muchas "afinidades electivas" en lo que a literatura se refiere.
Un abrazo, Javier.
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