CHAVES NOGALES, Manuel, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, Col. Relecturas, Ed. Espasa, Madrid, 2001, 253 pp.
La fortuna de los libros suele ser casi siempre azarosa e incierta. Hay libros a los cuales las circunstancias en que vieron por primera vez la luz no les fueron favorables y el paso del tiempo los ha condenado injustamente a un inmerecido olvido. Las voces críticas en tiempo de conflicto resultan difíciles de asimilar. La posición ética y política de quien sabe buscar su camino apartándose de unos y de otros, guiado sólo por la luz de su propia conciencia, incomoda cuando se expresa públicamente, sobre todo a través de la literatura. Tal es el caso del escritor y periodista sevillano Manuel Chaves Nogales (Sevilla,1897-Londres,1943), cuyo libro A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España permaneció inédito entre nosotros desde 1937, año en que vio la luz por vez primera en Chile, hasta 1993, en que la Diputación de Sevilla y la Fundación Luis Cernuda lo publicaron gracias al trabajo de la profesora María Isabel Cintas Guillén. Ahora la editorial Espasa lo recupera como volumen suelto para su interesante colección Relecturas.
En un momento en el cual "la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España", alguien para quien "todo revolucionario es tan pernicioso como cualquier reaccionario" se queda sin espacio político y contrae con su actitud crítica insobornable "méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros." De modo que "cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba, escribe Chaves Nogales en el prólogo a su libro, me fui". No resulta extraño, por tanto, que A sangre y fuego, tan alejado del fervor revolucionario del Madrid de los primeros meses de la guerra civil, tuviera que ser publicado en tierra de nadie, en la lejanía del exilio. Es obvio, tras de su lectura, que el contenido debió de irritar a unos y a otros, fascistas y revolucionarios. El tono acre de denuncia del clima de violencia feroz que se instaló en la convulsa sociedad española tras el golpe militar del 18 de julio, no le hizo las cosas fáciles al libro. Así que el silencio y el olvido se cernieron sobre él desde el mismo momento de su publicación. Por otra parte, esta actitud crítica ante los extremismos de uno y otro signo que con sus impaciencias históricas pusieron cerco a la República desde casi el mismo momento de su implantación, fue denunciada reiteradamente por Chaves Nogales en sus escritos periodísticos; basta leer para ello el artículo publicado en Ahora el 20 de enero de 1933 titulado significativamente "Los enemigos de la República". Ahora, gracias también al trabajo de la profesora Cintas Guillén, se recupera la Obra periodística de Chaves Nogales en dos volúmenes publicados por la Diputación de Sevilla así como La agonía de Francia en volumen suelto.
El libro consta de nueve extensas narraciones, a medio camino entre el relato y la novela corta. Se trata de textos con un indudable sustrato real -"cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera"-, que entreveran sabiamente elementos de ficción y sucesos muy cercanos a la realidad. Dominados por una enrarecida atmósfera de violencia, los personajes son muchas veces meros juguetes de las circunstancias y por ella se ven zarandeados cruelmente. Se transparenta en el libro el olímpico desprecio por la vida humana que sintieron muchos en aquel momento, ejerciendo la violencia indiscriminada o bombardeando impunemente a la población civil de las ciudades. Así, en el relato que abre el libro, titulado "¡Masacre, masacre!", asistimos a los bombardeos sobre Madrid por parte de la aviación nacionalista, pero también a la violencia ejercida por la patrulla de Enrique Arabel sobre los militares profesionales ya jubilados que siguen en Madrid como ciudadanos anónimos sin participar en la rebelión militar y que son acusados de formar parte de la llamada "quinta columna". El asalto a la cárcel y el asesinato del padre de Valero y de otros ciento veinticinco oficiales, le da un tono violentamente amargo al final del relato. Una de estas patrullas anarquistas, que tanto terror sembró con sus acciones violentas, es también protagonista del relato "La Columna de Hierro". Ambientado en Valencia, presenta la nota positiva de que sean los propios republicanos los encargados de combatir y neutralizar la violencia de ese grupo, mostrando así el autor que no todos en el bando republicano aprobaban los excesos y los crímenes.
Hay relatos, como "La gesta de los caballistas", que transcurren en el medio rural y que sirven a Chaves Nogales para denunciar una mentalidad que conocía bien: la del terrateniente andaluz. El marqués, protagonista de la historia, no duda en ponerse al lado de Queipo de Llano y arremete contra los campesinos mostrando su desprecio por el pueblo español que luchaba por sus libertades: "El pueblo siempre es cobarde y cruel. Pero se le pega fuerte y se humilla." En otros relatos, como "Los guerreros marroquíes" y "¡Viva la muerte!", los protagonistas pertenecen al bando rebelde y tampoco la opinión que sobre ellos nos da el autor es positiva. La violencia es ejercida por la Falange. La crueldad del fusilamiento de Adela y Rosario pone de manifiesto idéntico desprecio hacia la vida humana: "Rosario no protestó, no chilló, no hubo que sostenerla ni levantó el puño, pero ¡cómo lloraba! Lloraba como una chiquilla."
Pero en medio de este clima de desprecio hacia la vida, surgen personajes capaces de mostrar lo más noble del ser humano. Entre ellos destaca Bigornia, protagonista del relato que lleva su nombre. Personaje de estirpe galdosiana, es un ejemplo limpio del compromiso llevado hasta sus últimas consecuencias. Compartiendo con Bigornia el derecho a vivir libremente y en paz, el protagonista de Consejo obrero, Daniel, se enfrenta a las entelequias y maquinaciones de los comités revolucionarios. Al final muere en el frente y las amargas palabras del narrador cierran, en un tono sombrío, el relato y el libro: "Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese."
Al lector que conozca el estilo de Chaves Nogales a través de la lectura de libros como Juan Belmonte, matador de toros (1935, Alianza Ed. 1970) o El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934, Castillejo, 1992), no le defraudará A sangre y fuego. Podrá comprobar, eso sí, que la prosa, tal vez por la materia de los relatos, está cargada de mayor gravedad, transida de una dureza austera sin perder por ello la agilidad y la belleza que la caracterizan. Los relatos, en fin, están estructurados en secuencias más o menos breves que aparecen separadas por asteriscos o espacios en blanco; estamos, pues, ante una estructura fragmentaria que emparenta estos relatos con otros renovadores del panorama narrativo de los años treinta.
A sangre y fuego es un libro necesario, cuya recuperación, en edición cuidada y asequible, ha sido un indudable acierto que nos muestra páginas muy dolorosas de nuestra historia reciente.
Nota. Este texto se publicó en la revista de literatura Quimera. Abro esta sección de crítica para recoger en ella comentarios a libros que he ido publicando de modo disperso desde hace algunos años; pretendo que queden recogidos, de forma unitaria, en este espacio. La fotografía de Chaves Nogales aparece en el libro El maestro Juan Martínez, que estuvo allí, de la editorial Castillejo, de Sevilla, que lo editó en 1992.