Tiene razón Alfonso Guerra cuando escribe en el prólogo de este libro que la obra de Machado sigue viva para viejos y nuevos lectores. Monique Alonso, quien ya había publicado en 1985 un excelente libro sobre el poeta titulado Antonio Machado. Poeta en el exilio, en editorial Anthropos, nos da ahora esta crónica de los tres últimos años de la vida del poeta, que arranca en el Madrid de 1936 y termina con el fallecimiento del escritor en Collioure en 1939.
Riguroso, documentado y muy bien escrito este libro se lee, a pesar de ser conocidos en lo sustancial los hechos que en él se narran, con pasión y estremecimiento; se vuela sobre sus páginas, y cuando se llega al final, nos gustaría que el libro no acabase y que la autora nos siguiese contando más detalles sobre el menesteroso final del poeta.
Corrige la autora algunos errores que se han venido repitiendo desde hace años y aporta nuevas datos, fruto de sus pacientes y rigurosas investigaciones, sobre el peregrinar del poeta en el exilio.
No elude Monique Alonso los aspectos más controvertidos de la actuación del poeta en esos años. Por ejemplo, cuando no quiso firmar un escrito de ayuda a Félix Ros que le presentó el editor José Janés cuando Machado estaba hospedado en la Torre Castañer de Barcelona. Mi amigo Jusep Mengual recoge ese episodio en la biografía de Janés que publicó recientemente, en septiembre de 2013, en Debate, bajo el título A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor.
Me parece que el enigmático viaje de Manuel Machado a Collioure no se aclara suficientemente. Se afirma que tal viaje existió, pero no se aporta ningún documento que lo pruebe. José Machado, el hermano del poeta, quien le acompañó en el momento de la muerte, no alude a ese viaje, cuando tan fácil le hubiera resultado hacerlo, en su libro Últimas soledades del poeta Antonio Machado. Recuerdos de su hermano José, publicado por Ediciones de la Torre en 1999.
En fin, al margen de esos debates siempre abiertos, el libro es magnífico y recomiendo encarecidamente su lectura, sobre todo a los jóvenes lectores que desconozcan o tengan solo una visión superficial de los hechos aquí narrados. Lo mejor que puede decirse, al margen de alabar el rigor histórico y filológico, es que este libro se lee como si fuera una novela o como si fuera una crónica de un tiempo doloroso y apasionante.