Para Andrés, extraviado en el laberinto
en el alba de su juventud.
En Barcelona, en este diciembre frío y lluvioso.
De nada sirven, Andrés, las palabras
que en vano buscan inútil consuelo,
no hay lugar entre la tierra y el cielo
donde esconderte puedas de las sombras.
A destiempo, muerte, como acostumbras,
para tan poca vida tanto duelo,
deshabitada dejas sobre el suelo
su esperanza de luz entre penumbras.
Estremecido el aire por tu ausencia,
de llanto son la hora y el momento,
doloroso, triste, largo lamento.
A voces te requiere la querencia,
arrebatado fulgor, no te miento,
de saber tu olvido sin fundamento.
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