En el blog de mi amigo Antón Castro, a cuyo libro Fotografías veladas dediqué una entrada (ver sección "Lectura") y al que se puede acceder desde mis “enlaces”, me encuentro este estupendo texto de José Luis Sampedro en defensa de la lectura. Le escribo, le pido permiso y lo copio aquí en este blog que sin darme cuenta ya ha cumplido cinco meses de vida. Sobra decir que estoy muy de acuerdo con lo que dice Sampedro y lo suscribo.
Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo.
Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.
Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propiosenfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.
Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
José Luis Sampedro
Nota. La foto de Jose Luis Sampedro está tomada de "El país.com".
6 comentarios:
Con permiso, Javier, una pregunta: ¿dónde está el texto original de Sampedro? Me gustaría tener la referencia completa para poder incluirlo en alguno de mis próximos libros de texto. Es una delicia leerlo.
Gracias.
Yo ya firmé este manifiesto hace tiempo. Todo se reduce a cobrar cobrar cobrar, pero las bibliotecas hacen una labor que debería ser premiada, no gravada. Gracias por difundirlo tú también.
Un abrazo.
Estupendo texto el de Sampedro, tan lleno de generosidad como de sentido común. Y a ti, un abrazo bien grande.
No puedo estar más de acuerdo, y siempre es una delicia leer a Sampedro, uno de los pocos casos de economista escritor. Un abazo.
Muy buena entrada. Felicidades.
Gracias amigos por vuestros comentarios. Estoy de acuerdo con vosotros, el texto de Sampedro es un texto excelente y claro y transparente como el agua. He ahí un autor que vende muchísimos libros y en absoluto está preocupado por ello, sino por la lectura, porque la gente pueda tener la opción de leer sin que le cueste nada.Siento, Juan Antonio, no poderte dar la referencia completa del texto porque lo tomé del blog de Antón Castro, tal vez él sí pueda facilitártelo. Yo no lo firmé en su día, Antonio, pero esta entrada es una especie de firma, aunque sea tardía. Gracias Javier, visitaré tu blog, bienvenido al mío. Mega, te devuelvo el abrazo corregido y aumentado y tú, José Miguel tal vez sigas la estela...
Un abrazo, Javier.
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