domingo, 5 de octubre de 2014

El Romanticismo: Duque de Rivas y Casalduero / y 3


[1] Esta es la situación trágica que descubre el romanticismo. No que el corazón tenga sus razones que la razón no entiende, como en el barroco; sino que el corazón tiene una fuerza que choca contra la razón, y aun sabiendo que acarrea la perdición del hombre, su magnetismo nos atrae y nos sentimos felices al vernos en medio de esa corriente de pasión que todo lo inunda y todo lo arrastra.

[2] El hombre romántico queda reducido a la mirada -ese paisaje del alma-.

[3] El sino es una fuerza ciega que se va apoyando en azares sin sentido. El romántico, lo único que puede hacer es seguir ese frenesí entre dos gritos: la maldición y la misericordia.

[4] El hombre romántico quiere ser él, romper cadenas que aprisionan su voluntad.

[5] Entre Dios y Luzbel, el hombre romántico siente que quien triunfa es el Malo. Incomprensiblemente, absurdamente Dios ha abandonado al hombre.

[6] Si el destino es una fuerza cuyo sentido nos escapa, el amor llega hasta la muerte. El amor romántico no florece en el jardín; su pasión, su ardor agosta todo lo que toca, convierte el edén en un desierto.

Aforismos procedentes del prólogo de Joaquín Casalduero a la edición de Don Álvaro o la fuerza del sino reseñada en dos entradas anteriores.

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