domingo, 22 de marzo de 2015

Días y Noches: derrota y exilio de Justo García Valle


"A veces tengo la sensación de que soy un lector olvidadizo, descuidado, poco constante, que no presta la debida atención a los libros que lee. ¿No les pasa a ustedes lo mismo? - Leonardo preguntó a sus alumnos, los mayores de entre aquellos a quienes imparte docencia, en la certeza de que nadie respondería a su extraña pregunta formulada en su no menos extraño inicio de clase de aquel lunes frío y lluvioso de febrero-. Puede que haya libros que no se leen en el momento adecuado, no lo sé."

"Leí Días y Noches en el verano de 2001. A pesar de ser una novela excelente, no la supe valorar lo suficiente en aquella primera lectura. Eso ocurre a veces con algunos libros, con los que tienes la sensación de que no los lees en el momento adecuado y de que no les prestas, así, la atención que se merecen. Luego, las circunstancias o el azar, vayan ustedes a saber, hacen que los vuelvas a leer y entonces una de dos: o se reafirma la primera mala impresión, o la valoración cambia diametralmente y se da uno cuenta de su precipitación al juzgar el libro y su consideración hacia él cambia de medio a medio. Eso es lo que me ha ocurrido a mí con este libro, releído catorce años después, cuyo título procede de un romance de los del ciclo de El Cid: "caminan días y noches / con camino apresurado."

"La portada reproduce -siguió diciendo Leonardo- un cuadro del pintor Ramón Gaya, titulado Veracruz, 1949. El libro es un diario escrito por un tal Justo García Valle, un joven combatiente republicano que en la retirada abandona España por Molló y el Col d'Ares y va a parar al pueblo francés de Prats de Molló. Luego, en una serie de duras peripecias es recluido en el campo de concentración de Saint Cyprien. Más tarde, consigue dejar el campo y llegar a París. Después de un tiempo, con la ayuda de un personaje llamado Lechner, una estupenda creación novelesca, consigue que el SERE, el servicio de ayuda a los refugiados republicanos auspiciado por el expresidente Negrín con el respaldo del PCE, lo incluya en las listas del Sinaia junto a su amigo, barco que finalmente zarpó de Sète con destino a México llevando a bordo a mil quinientos republicanos. El diario va anotando, en una prosa certera y expresiva, todas las vivencias del personaje en este trayecto. Observen estas citas que les voy a leer de la narración de Justo García Valle -Leonardo cogió el libro de su mesa de profesor y con voz alta y clara, con la debida lentitud, leyó los siguientes fragmentos a sus alumnos mientras no se oía una mosca en clase-:

Sobre la pérdida de la Guerra, p.143

No fue lo peor el cansancio, el frío y el hambre. Lo más inhumano fue y es, en mi modesta opinión, nuestra propia desmoralización, pues a nadie le cabe en la cabeza que, siendo nosotros los mejores y los más numerosas, hayamos perdido la guerra. Nosotros teníamos la razón y detrás a todo el pueblo, y nos han destruido. Nos obligaron a hacer una guerra que no queríamos y que ellos empezaron. Eso es así. Pero al mismo tiempo se siente uno culpable por no haberlo dado todo.

Sobre las desigualdades en la derrota, p.183

Ya han salido de Francia, con dinero del gobierno español, muchos refugiados, en su mayor parte peces gordos. Encuentro eso injusto. Hasta que perdimos la guerra era natural que existieran las jerarquías y los grados. No todos podíamos ser iguales. No es lo mismo un sargento que un coronel. Pero hemos perdido la guerra. El general y el miliciano, el ministro y el obrero, el secretario general y el último de los afiliados son ya lo mismo; entonces, ¿por qué nuestro gobierno en el exilio favorece a unos más que a otros? Los comunistas son los que mejor parados están saliendo, no se sabe cómo lo consiguen siempre. A muchos de ellos se los llevan a Rusia.

Sobre la muerte del padre, p.204

He recibido carta de casa. Padre ha muerto en la enfermería de Porlier. Ha sido como una puñalada en el corazón. Noto aún la hoja de torvo acero clavada aquí. Padre mío... Allí, como un perro, en la enfermería de una cárcel, tú, que jamás hiciste daño a nadie, al contrario, que dedicaste tu vida a los demás.

Sobre el distanciamiento de la política. En el barco, p.238

Hoy hubo una discusión sobre Prieto y Largo Caballero en la que intervinieron algunos compañeros y algunos comunistas. Se lanzaron acusaciones muy fuertes. Me pasa con la política lo que me ha pasado con la baraja. Mientras viva seré socialista, pero no quiero volver a oír hablar de algunos asuntos en mucho tiempo.

"¿Es real ese diario o es una invención del autor? -preguntó una muchacha a quien interesaba de verdad la literatura-. Créame -respondió Leonardo- que eso importa poco, lo que cuenta es que el relato sea verosímil y se ajuste a la verdad histórica de la materia que se narra y en este caso puedo decirle que esa máxima cervantina se cumple con creces. Pero si no queda contenta con la respuesta, le diré que el autor recurre a la técnica del manuscrito encontrado, la misma que empleó don Miguel de Unamuno en la novela que les propuse leer el curso pasado, San Manuel Bueno, mártir. El autor dice haber encontrado el manuscrito del diario en la biblioteca de la Fundación Pablo Iglesias, ligada al PSOE y dirigida por Alfonso Guerra, que atesora un importante fondo documental sobre la Guerra Civil y el exilio republicano. Seguro que si va allí a preguntar por el manuscrito de Justo García no lo encontrará, o tal vez, sí, ¿quién sabe dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción?"

De nuevo, como en otras ocasiones, Leonardo terminó su clase con una pregunta sin respuesta, mientras en los cristales de la clase resbalaban lentamente las gotas de lluvia de aquel frío lunes de febrero.

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