viernes, 25 de enero de 2013

Elogio de la ficción


Cada vez que salía del mundo de la ficción, y últimamente notaba que se acentuaba en él una peligrosa resistencia a abandonarlo, sentía extraña, gris y monótona la realidad en que transcurrían sus días.

Alguna vez se le había pasado por la imaginación la peregrina idea de romper amarras y quedarse instalado en ese universo paralelo, pero pronto los ineludibles quehaceres cotidianos imponían su áspera dictadura de mediocridad y el sueño se diluía como la espuma de las olas se disuelve en el agua.

Así que acabó por resignarse y aceptar, sin rencores inútiles, que no tenía solución ese conflicto, que no había salida en ese laberinto de contradicción. Con todo, nada le impidió seguir pensando que la ficción es el refugio contra la adversidad del tiempo, el espejo donde se refleja lo que la realidad oculta, la vida imaginada que ampara nuestros sueños.

miércoles, 16 de enero de 2013

La vida, siempre


A todos vosotros, porque 
estuvimos juntos allí.

A pocos kilómetros de distancia de Argelès-sur-Mer, la Maternidad Suiza de Elna está situada a las afueras de la ciudad, en el camino de Montescot. Se accede por una vereda de tierra desde uno de los desvíos de la carretera. El paraje en el que está enclavado el edificio de la maternidad, un palacete antiguo, es un lugar tranquilo donde reina el sosiego y se respira una acogedora sensación de paz y de bienestar.


Rodeada de tierras de labranza, sin apenas casas alrededor, para acceder al recinto hay que pasar una alta verja de hierro. En el jardín que rodea el edificio estaba el huerto donde antaño se cultivaban las verduras y hortalizas para el consumo de quienes allí vivían y trabajaban. Los árboles, la hierba agostada de los campos, el Canigó como majestuoso telón de fondo, todo contribuye a que sea palpable esa impresión de calma y de sosiego que dan siempre los lugares donde el bien ha prevalecido sobre el mal.


En este lugar nacieron casi seiscientos niños y niñas entre diciembre de 1939 y enero de 1944. Por eso en el ambiente aletea la vida con su fuerza imparable y una indefinible alegría llena de luz las estancias. Las mujeres republicanas españolas recluidas en los campos de Argelès, Saint-Cyprien y Rivesaltes, la recuerdan como un ángel que en medio de la negrura de sus vidas se les apareció para evitar la injuria de alumbrar en las insalubres condiciones de viento y de arena en los campos.


Elizabeth Eidenbenz no hizo todo esto sola, aunque fue el alma de todo cuanto allí se hizo. Solía decir que la solidaridad se demuestra en los momentos difíciles y en verdad que aquellos lo fueron, no solo para las españolas internas en los campos, también para las familias judías acosadas por las leyes antisemitas del gobierno de Vichy. Suiza fue solidaria y ayudó económicamente a través del SCI, Asociación de ayuda a los niños en guerra, y esa ayuda ya había comenzado durante la guerra civil española y siguió luego durante los años ya mencionados.


Cuando las mujeres estaban a punto de dar a luz, después de haber vivido un embarazo en las peores condiciones imaginables, pasaban a vivir en unas barracas que la maternidad había habilitado en los campos para mejorar en la medida de lo posible la preparación para el parto. Allí eran bien alimentadas, dormían sobre rústicos colchones y contaban los días que faltaban para que la ambulancia Rocinante, el nombre se lo puso Eidenbenz, que era maestra y seguramente lo hizo como homenaje a España y a Cervantes, viniera a buscarlas para llevarlas a Elna e ingresar en la maternidad, donde permanecían después semanas o meses hasta que los recién nacidos estaban en buenas condiciones para volver al campo.


La norma era que todas las mujeres eran iguales y que no importaba ni la religión, ni las ideas políticas, ni el color de la piel, ni la nacionalidad o la lengua en que hablaban. Allí lo importante era alumbrar en condiciones dignas. Se acogía a las mujeres, que tanto habían sufrido, con ternura y comprensión y se las ayudaba en la importante tarea que tenían por delante: perpetuar la vida, siempre la vida.


Todo el mundo ayudaba en lo que podía, nadie estaba allí ocioso. Era una tarea colectiva sacar aquellas vidas adelante y mantener la maternidad a pleno rendimiento.


Cuidar de los niños, ayudar en el mantenimiento de la casa, corresponder a la solidaridad recibida con más solidaridad.


El hermoso edificio que albergaba la maternidad fue restaurado, y casi reconstruido, con ayuda suiza. No había lujos, sino funcionalidad. Las estancias, hoy convertidas ya en museo, albergan algunos de los objetos que antaño se utilizaron.


Con los años y el abandono, el edificio se deterioró. Una de sus alas se derrumbó y se sustituyó por una pared de cristal rematada en una hermosísima cúpula encristalada de estilo modernista y desde la cual es muy hermosa la vista.


La pared acristalada nos permite ver el jardín, donde en otro tiempo estaban los huertos y los árboles frutales.


Hemos escuchado atentos las explicaciones que con amabilidad y sabiduría se nos han dado. Hemos recorrido las estancias porque hemos venido para ver, para saber qué ocurrió aquí, para ser conscientes de que por duras que sean las circunstancias se puede ser solidario, se puede siempre ayudar a los demás, desinteresadamente, para que triunfe la luz sobre la oscuridad, para que el ruido de los fusiles no ahogue el llanto de los niños.


En el momento de partir la nostalgia se mezcla con la admiración hacia las personas que hicieron de la defensa de la dignidad y de la vida una razón para estar en el mundo. 


Nota. Las fotos que ilustran esta entrada son de Ana Dobaño. 

lunes, 7 de enero de 2013

Primer día de clase


Leo Cuadernos de La Romana, de Gonzalo Torrente Ballester y me encuentro con este lúcido pasaje que, a pesar de que hayan transcurrido casi cuarenta años, serviría para describir con toda precisión la enseñanza de la literatura en la educación secundaria de nuestros días; donde pone Don Quijote, eso sí, deberíamos escribir La Celestina:

15 de octubre. Primer día de clase. Todavía no tengo una impresión, ni buena ni mala. He comprobado, eso sí, que a lo chicos de sexto no les interesa la Historia de la Literatura ni creen que sirva para nada, ni siquiera los de Letras. Es algo que hay que aprobar, como Las Tres Marías. Intenté, en esta primera reunión, explicarles lo más elemental de lo que es la Historia (en el caso de yo lo sepa a ciencia cierta); les sorprendió mucho saber que la que vamos a estudiar no consiste en el catálogo de autores y de obras, ordenados más o menos cronológicamente, que se deduce del texto.

Cuando los de Literatura de C.O.U. se enteraron de que vamos a empezar por el "Quijote", intentaron, después de un tacto de codos, rechazarlo. Tuve que leerles el texto de la disposición oficial en que se prescribe su lectura íntegra, y sólo así lo aceptaron. No de buena gana, por supuesto. Uno de ellos (que dice haberlo leído) lo definió como un "rollazo" escrito en un idioma ininteligible y totalmente inútil, puesto que de su lectura "no se saca ninguna enseñanza". ¡Estamos listos! Supongo que el pobre chico no ha hecho más que repetirme algo que ha oído.

Nota. La cita procede de la primera edición de la obra, en la colección Áncora y Delfín nº 469, de Ediciones Destino, Barcelona, mayo de 1975. La fotografía la tomé en Roma en la primavera de 2007, en el mes de mayo.