miércoles, 26 de febrero de 2014

Con tenacidad, lo consiguieron



Lleva años quejándose Leonardo del arrinconamiento al que han sometido a la literatura en las aulas los jerarcas educativos. Cada vez se queja menos, porque aunque le cueste, ha acabado por reconocer la derrota y retirarse, como se suele decir, a sus cuarteles de invierno, en la certeza de que no han de venir tiempos mejores. Con todo, hace unos días, explicando a sus jóvenes alumnos la importancia de la prosa modernista de Valle-Inclán, tras la lectura de un fragmento de la Sonata de Otoño, recurrió al libro de texto que se utilizaba en COU para la asignatura de "Literatura Española del siglo XX", de Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón y  leyó el siguiente fragmento:

Las Sonatas son las supuestas memorias del Marqués de Bradomín, un "don Juan feo, católico y sentimental". Con una frecuente aureola de leyenda y de misterio, se suceden aventuras y amores, episodios de exquisita elegancia o de un amoralismo provocador. Es la exaltación de un mundo decadente, visto con una mirada nostálgica y distanciada. Por su estilo, suponen para la prosa española lo que la obra de Rubén Darío supuso para la poesía: es una prosa rítmica, refinada, rica en efecto sensoriales, bellísima.

"De paso -dijo- y sin querer hacer comparaciones, que ya se sabe que siempre son odiosas, observen el listado de libros de lectura que los alumnos debían leer a lo largo del curso en aquella asignatura que disponía de cuatro horas semanales en el horario lectivo:

Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir.
Pío Baroja, El árbol de la ciencia.
Ramón del Valle-Inclán, Luces de bohemia.
Antología poética de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba.
Antología poética de la Generación del 27.
Camilo José Cela, La colmena.
Luis Martín-Santos, Tiempo de silencio.
Miguel Mihura, Tres sombreros de copa.
Antonio Buero Vallejo, El tragaluz.
Antología poética de Blas de Otero.
Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Juan Rulfo, Pedro Páramo.


Cuando Leonardo terminó, algo fatigado, la lectura del listado de autores y títulos de obras, añadió que había un capítulo final del libro dedicado a las literaturas catalana, gallega y vasca en la que se leían poemas de Salvador Espriu y fragmentos de Mercè Rodoreda en catalán; textos de Castelao y Celso Emilio Ferreiro en gallego y poemas en vasco de Gabriel Aresti, todos con traducción al castellano. Una asombrosa pregunta tuvo aún que atender: "¿Y todo eso lo leían en un curso?" "No solo -respondió Leonardo-, a ello deben añadir una selección de la bibliografía de consulta", "¿y eso qué es -volvió a preguntar la joven voz-?" Leonardo guardó silencio y en vez de contestar decidió empezar la lectura de un poema de Rubén Dario: Yo soy aquel que ayer no más decía / el verso azul y la canción profana.

Nota. La cita procede del libro Literatura Española, Manuales de Orientación Universitaria, Ediciones Anaya, Madrid, 1985.

sábado, 22 de febrero de 2014

Machado: nada os debo, nada os pido


Antonio:

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho donde yago.

Manuel:

[...] Gloria... ¡la que me deben!
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...

miércoles, 12 de febrero de 2014

Cortázar: estamos solos y no hay tu tía


Proverbial era el uso que Manuel Fraga hacía de la expresión "no hay tu tía" y a su figura está de algún modo asociado para mí el empleo de esa frase hecha; por eso me llama la atención, releyendo el capítulo 22 de Rayuela, la utilización que de la misma hace el narrador reproduciendo los luminosos pensamientos de Oliveira con respecto a la soledad, a lo que es y significa estar solo:

La incomunicación total -pensó Oliveira-. No tanto que estemos solos, ya es sabido y no hay tu tía. Estar solo es en definitiva estar solo dentro de cierto plano en el que otras soledades podrían comunicarse con nosotros si la cosa fuera posible. (...) ¿Quién estaba de vuelta de sí mismo, en la soledad absoluta que representa no contar siquiera con la compañía propia, tener que meterse en el cine o en el prostíbulo o en la casa de los amigos o en una profesión absorbente o en el matrimonio para estar por lo menos solo-entre-los-demás?

Consulto el Diccionario de Frases Hechas que coordinó para Larousse en 2001 el doctor Ernesto Carratalá García, profesor que fue de Gramática Histórica en mis años de estudiante en la Universidad de Barcelona -un auténtico sabio-, y se dice esto acerca de la citada expresión:

Expresión figurada y familiar con la que se indica a alguien la dificultad o imposibilidad de realizar o conseguir una cosa. Pintoresca expresión que se reduce a un mal uso lingüístico, con su punto de etimología popular, del arabismo tutía (o atutía, con el artículo árabe) 'ungüento medicinal hecho con óxido de cinc'. Se empleaba en la Edad Media y aparece documentado en la Vida del escudero Marcos de Obregón, 1618.

La imposibilidad, en el caso de la cita de Cortázar, sería la de no estar solos, es decir, estaríamos condenados a estar solos-entre-los-demás siempre y en cualquier circunstancia.

Nota. El texto de Cortázar procede de la edición de Edhasa/Sudamericana, Barcelona 1977, de las páginas 119-120.