domingo, 27 de septiembre de 2015

Tanka del árbol en otoño



TANKA DEL ÁRBOL EN OTOÑO

Y de repente
mientras muere la tarde
un árbol solo
batido por el viento
que araña el horizonte.

Nota. La foto de este árbol la tomé en un pueblo aragonés, al que siempre acabo por volver, días antes de que empezara el otoño.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Azorín: maneras de leer


En su libro Lope en silueta, nos deja Azorín estos sabios consejos acerca de la lectura o de cómo debemos afrontar la lectura:

Comencemos a leer. ¿Podemos leer en silencio, en la soledad, apartados del tráfago humano, entregados a nosotros mismos? Pues leamos así, que es la mejor manera de leer. No pensemos en que leemos para enterarnos, para saber, para hacer crítica luego. Si leemos con estos propósitos, no nos apropiaremos la sustancia de la obra. Nos hallaremos en guardia, vigilantes, para que no pase inadvertido lo que debemos aprehender. Esta actitud de rigidez nos impedirá abandonarnos a la obra, entregarnos total y definitivamente a Lope. Gozaremos, entregados a la obra, de lo que debemos gozar, sin miedo a que esto que nos gusta no guste a los críticos. Esquivaremos lo que debemos esquivar, sin temor a que con ello se indignen los cultos. Y poco a poco, en la soledad y en el silencio, Lope irá entrando en nosotros. Y luego, tal vez, empapados de Lope, vibrante aún nuestra sensibilidad, diremos del poeta cosas que los demás no dicen, y acaso también sonreiremos de las cosas que los agudos y sabihondos críticos ponderan.

Donde Azorín dice Lope, podemos nosotros poner el nombre del autor, o autora, que nos guste y sin necesidad de llegar a tanto, esto es, a decir cosas que nadie dice, la lectura habrá sido "dulce y útil", a la manera de Horacio.  

miércoles, 9 de septiembre de 2015

La claridad metafísica de Ruiz-Borau


Escribía en su tiempo don Antonio Machado que era "poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido". Señalaba también que en la metáfora genuinamente poética subyacen tres elementos: intuición, emoción y "relación necesaria con una experiencia humana compartida para evitar la excesiva subjetividad". Esa poética machadiana parece estar en la base de la manera de entender la poesía de Alberto Ruiz-Borau; así, en el breve prólogo de la obra, dice el autor: "es [la mía] una poesía que no busca la sonoridad de las palabras, sino que define sentimientos".

En sus poemas, que el propio autor califica como "gritos silenciosos en busca de respuestas", Ruiz-Borau reflexiona sobre las inquietudes existenciales que acompañan la vida de los seres humanos desde la noche de los tiempos: el sentido del vivir, la muerte, la vida después de la muerte, el paso del tiempo, la llegada de la vejez... Pero Ruiz-Borau no es un filósofo metafísico, sino un poeta que indaga en el sentimiento y lo expresa con la máxima claridad, siguiendo el viejo canon renacentista de escribir sin afectación, con naturalidad, para que cualquier lector, incluso quienes no leen poesía habitualmente, lo puedan entender:

LA VIDA
La vida es un sueño
que se sueña al revés
primero se despierta
y se duerme después.

Hay en el libro un tono melancólico y elegíaco, hasta cierto escepticismo producido por el paso del tiempo, pero no hay desesperanza. La posición del autor frente a estos asuntos de tanto calado humano está dominada por el sosiego, por la cordialidad, por la naturalidad con la que se acepta que no hay respuestas para este tipo de preguntas y que por mucho que busquemos, al final hemos de acabar reconociendo que sobre eso, la trascendencia del ser humano, no sabemos nada: "Y es que nada sabemos del porqué / ni para qué vivimos. / Si miro el cielo: Vacío, / soles que arden y se extinguen, / infinito y caos, eso veo. / Si me preguntáis qué siento / os confesaré que es miedo".

Los recuerdos lejanos de la infancia, perdidos en el tiempo, son un motivo temático muy presente en el libro, como también lo es la noche, la contemplación del cielo estrellado. En un magnífico poema dedicado a Mercedes Dieste, niña también, como Ruiz-Borau, de la Guerra Civil, evoca el poeta aquellos años duros: "Abel fueron los niños que aventó la guerra / a los cuatro puntos cardinales / las madres / que alimentan a sus hijos / con sopa de centeno / y lloran a escondidas / mientras gotea un tiempo / de días amarillos / que parecen eternos, / aunque no es cierto".

Notable es también la "Elegía" que el autor dedica a la muerte de uno de sus hermanos. En el libro hay hermosos poemas de amor y algún autorretrato, como el titulado "Ayer y hoy", en el que poeta nos da la visión que de sí mismo tiene ahora: "Ahora soy alguien / que camina con sosiego / acompañado de un perro, / y que va buscando el sol / en las mañanas de invierno, / que de bienes y de amigos, / está viviendo de restos / y que lleva en los oídos / canciones de un tiempo viejo".

Polvo de estrellas (2013) es un hermoso libro de poemas con una escritura diáfana y un contenido que se va filtrando, en cada verso leído, sosegadamente en el alma. 

Nota. Alberto Ruiz-Borau nació en Barcelona en 1928. Es hijo del escritor aragonés José Ramón Arana (José Ruiz Borau) y de Mercedes Gracia Argensó. Ha escrito desde siempre, pero publica desde no hace mucho. Se autoeditó sus obras durante años, pero de un tiempo a esta parte publica en la editorial aragonesa "La fragua del trovador". Es narrador y novelista y entre sus obras destaca La piel de la serpiente (edición del autor, 2001). Es autor, entre otras obras, de la novela El año que perdí el otoño (2007) y de Leyendas de la Jacetania y otros cuentos (2010), editadas por la editorial mencionada. Polvo de estrellas se publicó en 2013 y se hizo una lectura pública, acompañada de música, en el Club de Lectura de la Biblioteca de San Mateo de Gállego, lugar de residencia del autor.

viernes, 4 de septiembre de 2015

La buena gente de Valverde


Suelen escritores e historiadores, cuando se documentan para preparar un libro, recurrir a los testimonios orales, a la memoria viva, de las personas que tienen información sobre aquello en lo que están trabajando. Acostumbran, cuando el libro se publica, a poner una nota de agradecimiento general a todos los que les han ayudado en esa tarea. Es lo frecuente, lo que suele hacerse.

Hoy quiero, sin embargo, dedicar esta entrada a la memoria de mi amigo, como tal me trató cuando lo conocí, Florencio Pereira. Cuando lo visité en Valverde buscando información sobre mi padre, me acogió en su casa y me contó cuanto recordaba de sus propias vivencias y también lo que su padre le había contado del mío y de mi abuelo. No solo eso, sino que me regaló una copia de un DVD en el que aparecía mi padre junto a Pablo Castellano e Ignacio Gallego en un mitin unitario de la izquierda celebrado en Valverde del Fresno en febrero de 1978. Después le escribí agradeciéndole su cálida acogida y le hice llegar un ejemplar de mi novela sobre Julián Besteiro.

Ahora no podrá ver el fruto de aquella investigación en el pasado familiar y colectivo de ese pueblo de la Sierra de Gata, que finalmente se ha convertido en mi nuevo libro, porque ha fallecido después de una larga enfermedad que arrostró con gran dignidad y entereza. Gracias, Florencio, donde quiera que estés, por tu hospitalidad y por tu generosidad. Me sumo desde estas páginas, aunque sea a destiempo, al dolor de tu familia y de tus amigos.

Nota. La foto la tomé en casa de Florencio, en Valverde, a finales de diciembre de 2013.