domingo, 27 de diciembre de 2009

Aforismos populares lisboetas

A José Ángel Cilleruelo, poeta y amigo, autor de las obras ambientadas en Lisboa Alfama, Barrio Alto y El Visir de Abisinia.




Nota. Esto puede verse escrito en las paredes de Lisboa. Todo una buena muestra de aforismos populares. Las fotos las tomó mi hija Marta, yo se las pedí prestadas para esta entrada.

sábado, 19 de diciembre de 2009

García Lorca: La Huerta de San Vicente


Cuando se cumple un año desde que publiqué la primera entrada, recupero hoy una anotación de mi diario personal escrita en Cádiz el 6 de agosto de 1988. Encontrarán sus restos o nos los encontrarán, pero sabemos, tiene razón García Montero, lo necesario y tal vez lo decisivo: que fue un poeta extraordinario; que su verbo era claro y luminoso y su capacidad metáforica, tan dislocada a veces, como correspondía al vanguardismo, muy difícil de igualar; que se puso, perteneciendo a otra clase, siempre del lado de los oprimidos; que nos dejó un puñado de obras teatrales del más alto nivel; que estaba escribiendo un cancionero de sonetos, en el que se advierten ecos lejanos del petrarquismo, hablo de los Sonetos del amor oscuro, que el destino quiso que se convirtiera, inacabado, en un indicio de lo que hubiera podido escribir de haberle alcanzado la vida para hacerlo; sabemos, digo, lo decisivo, que lo asesinaron los intolerantes y cerriles de siempre; encontrarán sus restos o no, pero sabemos lo decisivo, lo que realmente importa. Que cada cual cargue con su responsabilidad: los que lo detuvieron y decidieron después asesinarlo; los que teniendo informaciones valiosas para saber cómo se desarrollaron los hechos, callaron durante años; los que guiados por un afán irresponsable de protagonismo, queriéndose dar importancia a costa del poeta, dieron pistas falsas; los que historiaron, y siguen haciéndolo, el proceso basándose en el testimonio vivo, sin contrastar o por lo menos cuestionar la veracidad de las fuentes; los que han especulado siempre con la triste muerte del poeta; los que no quieren "llenar Granada de agujeros"; los que...

Cádiz, 6 de agosto de 1988

El tráfico de Granada es caótico. No sólo por el gran número de vehículos, sino por la señalización de sus calles, que las convierte en intrincados laberintos. Salimos en dirección a la costa de Motril. Un letrero en color rosa indica al viajero que puede visitar la casa-museo de Federico García Lorca en la Huerta de San Vicente. Seguimos solícitos los carteles indicadores hasta que nos extraviamos entre un grupo de casas viejas y campos de verde moribundo y abandonado, con el aspecto de terrenos suburbiales de ciudad. Paramos el coche frente a la fachada de una hermosa casa, dejando a un lado un pequeño jardín de aspecto dejado. Un perro fiero nos ladra sujetado por una cadena a un pequeño pozo. Junto al edificio principal de la casa hay otro anexo con un patio. Sentado a una mesa redonda un señor, de edad avanzada y de escaso cabello rubio muy corto y gafas doradas responde a nuestra pregunta:

- Sí, ésta es la casa de Federico García Lorca.

Aparcamos el coche y entramos, precedidos de nuestro guía particular, en la casa de verano del poeta. Ya desde el umbral nos explica nuestro cicerone que todo está tal y como lo dejó la familia, pero que todo ha de cambiar puesto que está en proyecto hacer un museo de la casa, pero que mientras tanto todo está tal y como estuvo siempre: "Llevo más de cuarenta años trabajando para la familia". Faltan en las paredes casi todos los dibujos del poeta, que ahora deben estar en Nueva York en una exposición. El salón está como entonces, "ustedes lo habrán visto en la serie de televisión; sobre este aparador estaba la radio en la que toda la familia escuchaba las alarmantes noticias del Alzamiento".


Nos explica que el piano ya no está, que lo tiene doña Isabel, la única hermana del poeta que vive, y se lo ha llevado a Madrid junto con la ropa del poeta, el mono de "La Barraca", las chaquetas blancas, que estuvieron por aquí hasta hace poco. Se conserva en el salón el enorme retrato de Isabel, muy romántico, muy de otro tiempo. Todo tiene un indefinible aire de nostalgia, de estar anclado en el pasado. La tapicería de las sillas sigue siendo la misma, en color rojo granate, de entonces; hoy está protegida por una solícita funda de flores blancas y verdes que la mujer de nuestro guía ha colocado para evitar el desgaste del polvo y de los años.

En la planta baja, según se entra a mano izquierda, hay una pequeña habitación que aún contiene un retrato, de grandes dimensiones, del poeta envuelto en un albornoz de color amarillo. Hay una antesala, que separa este cuarto del salón, en la que, nada más abrir la puerta, se encuentra un hermosísimo arcón de madera que tiene encima un tapete blanco y un jarrón. Durante un tiempo este arcón guardó algunos ejemplares de las obras del poeta, sobre todo de Impresiones y paisajes. Nuestro guía nos explica, al terminar la visita, ya en el jardín, que una vez, hace muchos años, tuvo que regalar un ejemplar a un argentino que se "puso pesadísimo"; "Los argentinos son muy lorquianos, como ustedes los catalanes -dijo al ver la matrícula del coche-".

Completa la planta baja un hermosa y limpia cocina en forma cuadrangular, con las alacenas, las mesas y la antigua cocina de carbón y leña, en la que se cocinaba en los años en los que el poeta habitó la casa. A su lado hay una moderna cocina de gas butano: "Los tiempos cambian, prueben a cocinar con eso y verán; eso sí, es muy hermosa". Por un instante he tratado de imaginar el trajín de criadas preparando la comida o la cena.

Saliendo de la cocina se encuentra la escalera, que lleva al piso de arriba, donde están situadas las habitaciones. La escalera es preciosa, con un pasamanos de hermosa madera y unos escalones de cerámica roja rematados en madera oscura. Dos rellanos; tiene forma de u, gira casi ciento ochenta grados de abajo arriba. Frente al final, el cuarto de las hermanas del escritor, muy bello, con dos camas. A mano derecha, el cuarto del poeta con un balcón que se asoma al jardín y a la fachada principal. Su cama, cubierta con una colcha blanca de ganchillo, su enorme mesa de trabajo, preciosa de madera clara, como de roble o de haya; sobre ella, enmarcado en la misma madera y protegido con cristal, un cartel de "La Barraca".

Hay en la habitación un regalo de Rafael Alberti, con su dedicatoria, que el poeta gaditano hizo a Lorca en la Residencia de Estudiantes con motivo de una representación teatral. Todo tiene el aire de una habitación habitada, se tiene la impresión de que el poeta va a entrar por la puerta, vestido de blanco, en cualquier momento. La habitación es muy bella. Realmente hay algo del alma del poeta que sigue vivo entre sus paredes, se nota, lo percibo, yo que no creo en estas supersticiones, claramente, me toca, guardo silencio, no lo comento con quien va conmigo.

Al dejar la habitación de Federico, atravesamos un pequeño pasillo al que se asoman todas las otras, de puertas verdes y paredes blancas; algunas están cerradas y no se nos enseñan. Al final de ese pasillo una puerta da a la terraza desde la que el poeta contemplaba La Alhambra; bueno, entonces se vería, hoy no se ve más que una hilera de bloques de pisos: "La casa es muy fresquita para el verano y antes Granada no era la que es hoy, todo eso que ven ahí era campo que separaba esta huerta de la ciudad."

Salimos al jardín. Fotografío, con permiso de nuestro guía, el balcón de la habitación del poeta y la fachada inundada de madreselvas con una cerámica que dice "Huerta de San Vicente nº 6": "Todo esto será un parque y la casa un museo. Ya está hecho el concurso para la adjudicación de las obras y pronto empezarán. Hay quien dice que prefiere ver la casa así, tal cual estaba en su época y no como quedará después de su acondicionamiento como museo. Yo casi lo preferiré, porque aquí están los dibujos y los libros, la ropa y, la verdad, con los tiempos que corren..."

Han pasado cincuenta y dos años desde que Lorca se refugió en esta casa, huyendo de los temores del golpe militar. Su presencia sigue viva en cada mueble, en cada esquina, en cada prenda, en cada objeto de esta casa preciosa, prendada de nostalgia, de la melancolía que siempre tienen las muertes inútiles y a fe que la del poeta lo fue; vive Dios que lo fue.

Nota. Volví a visitar, ya convertida en museo, la casa de Lorca en diciembre de 2006, a esa visita pertenecen las fotos que ilustran esta entrada, en la anterior no tenía cámara digital. La sensaciones que apunto en esta entrada, cuando la visité tal como era en la época en que la familia veraneaba aquí, habían desaparecido casi por completo, fue como si el tiempo hubiera borrado la memoria, la presencia, que tan fuertemente se me manifestó cuando vine por primera vez. Números redondos. Un año de blog. Esta es la entrada número cien. Mil cuatrocientas personas han entrado a ver mi perfil. Trece mil han visitado las páginas volanderas de esta bitácora. Algunos, muchos menos, han dejado comentarios a esas entradas. Incertidumbre sobre el futuro del blog. ¿Qué haré? ¿Cómo lo continuaré? ¿Qué sesgo tomarán las entradas? Lo ignoro. Hoy sólo quiero agradecer esas trece mil visitas que han entrado en este blog y sobre todo, a los que ya considero amigos, por su reiteración en el dejar comentarios. A todos, muchas gracias.

domingo, 13 de diciembre de 2009

El jardín quebrado: Catalunya y España, diez aforismos



[1] Si España no entiende a Cataluña, mal para España.

[2] Si Cataluña, para afirmarse, necesita renegar de España, mal para Cataluña.

[3] Si los españoles no son capaces de advertir la nobleza, la lealtad constitucional y la hombría de bien de los catalanes, su dignidad y su firmeza en defender sus señas de identidad, lo que son, su cultura, su lengua, mal para los españoles.

[4] Si los catalanes, aferrándose al tópico, sólo ven en los españoles todo aquello que los caricaturiza y deforma y que en absoluto responde a lo que son de verdad, mal para los catalanes.

[5] Si los nacionalismos de uno y otro signo enconan sus posiciones y tensan la cuerda hasta ponerla en riesgo de rompimiento, mal para unos y para otros.

[6] Si la tolerancia y el respeto mutuo naufragan entre el griterío y las proclamas o entre las procelosas aguas de las reivindicaciones imposibles, mal para España y mal para Cataluña.

[7] Si hay catalanes con miras tan estrechas como para entender que España y Cataluña son realidades diferentes, mal para esos catalanes.

[8] Si hay españoles que para afirmar la unidad de España se empeñan en aplastar con el rodillo uniformador cuanto de diferente y enriquecedor hay en ella, mal para esos españoles.

[9] Si algunos catalanes afirman, abierta o soterradamente, que la única forma de solucionar el dilema Catalunya-España es un divorcio, una separación amistosa y civilizada, que no olviden que más de la mitad de sus conciudadanos se sienten al mismo tiempo españoles y catalanes; mal para esos catalanes.

[10] Si algunos españoles son incapaces de entender que hay múltiples maneras de sentirse español y que es perfectamente legítimo ser español y no sentirse o abstenerse de hacer gala de ese sentimiento, mal para esos españoles.

[Colofón] Si las posiciones se enconan hasta hacer el aire irrespirable, el conflicto está servido; que no olvide nadie entonces que quien siembra vientos recoge tempestades.

Nota. La foto procede de "yahoo.es". Escribo estas reflexiones el domingo día 13, jornada en la que en 166 municipios de Cataluña se está votando en una consulta sin reconocimiento legal sobre la independencia de Cataluña. Tomo el sintagma "El jardín quebrado" de mi buen amigo y maestro Laureano Bonet, de uno de sus libros dedicados a estudiar la Generación Barcelonesa del 50, grupo literario integrado, como es bien sabido, por autores nacidos en Cataluña que escribieron, y algunos aún siguen escribiendo, toda su obra en castellano.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Memoria del antifranquismo y la transición: Solé Tura



No lo conocía, pero su talante conciliador, su sabiduría política, su compromiso con lo que en sentido amplio se suele llamar los valores de la izquierda, su moderación, su aguda inteligencia, su palabra siempre sosegada y penetrante hacían de él una figura respetada. Me golpea la noticia de su muerte y recuerdo la última vez que me crucé con él, en el descanso de un concierto de música contemporánea, en el vestíbulo del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Su mirada perdida, que miraba fijamente, como intentando saber si conocía en verdad a quien a él le miraba, hombre público en definitiva, una mirada escrutadora, náufraga, la de quien andaba ya extraviado en el propio laberinto de su memoria desbaratada por la enfermedad. Me causó una gran impresión. En nada comparable a la tristeza de hoy por la pérdida de este hombre bueno en el sentido machadiano del término. Referente para muchos de mi generación en la lucha contra el franquismo, salvando la discrepancia ideológica, él era comunista, aunque luego abandonara esa militancia y pasase al socialismo, vimos siempre en él a uno de los nuestros. Melancolía. Me uno al dolor de la familia. Descanse en paz.

Nota. La foto de Jordi Solé Tura está tomada de la red, de Siglo XXI Editores. Hace poco, y como una coincidencia insospechada, releí fragmentos de su libro Autonomies, Federalisme i Autodeterminació, editado por Laia/Entrellat, en Barcelona, en 1986.