miércoles, 10 de noviembre de 2010

Memoria dispersa: Ruiz de Alda


Me tropiezo en la prensa con una elocuente fotografía de Martín Santos Yubero en la que aparece Julio Ruiz de Alda junto a Raimundo Fernández Cuesta y José Antonio Primo de Rivera. Caminan todos por las calles de Madrid, en la zona de Cuatro Caminos, que algunos llamaban entonces o consideraban el "Madrid rojo", el dos de febrero de 1936, tras haber celebrado un mitin en el cine Europa. Al ver el rostro y el gesto de Ruiz de Alda, se dispara la memoria, como una llama que iluminara lo oscuro, hacia los años de mi infancia.


En la Ciudad del Aire, término municipal de San Javier (Murcia), donde debimos llegar, procedentes de Madrid, al iniciarse el curso 1962-1963, en el que yo estudié preparatorio para el ingreso en el bachillerato en el colegio “Nuestra Señora de Loreto”, había un “Casino” para recreo de los oficiales que llevaba el nombre de Julio Ruiz de Alda. El lugar era para nosotros, hijos de oficial, mi padre era entonces profesor de vuelo en la Academia, un lugar de diversión, pero también de solemne respeto en ciertos espacios en los que apenas nos atrevíamos a entrar, por ejemplo, los salones en los que estaban “los mayores”. Tenía el “Casino” dos pistas de tenis de cemento, que estaban más allá de la piscina, separadas por las pérgolas en las que una mañana de primavera desayunamos festivamente tras la ceremonia de recibir la primera comunión "los tres pequeños", es decir, mis dos hermanos y yo, tal como atestiguan las viejas fotografías del álbum familiar. Aprendí a jugar al tenis en esas pistas, viendo primero cómo lo hacían los mayores y después dando los primeros golpes con aquellas viejas raquetas de madera Dunlop Maxply y Slazenger.


Nos preguntamos muchas veces quién sería el tal Ruiz de Alda que daba nombre al “Casino”. Supongo, aunque no lo recuerdo, que alguien nos daría alguna explicación sobre su persona, pero entonces de las cosas de la guerra apenas se hablaba, así que lo único que llegamos a saber es que fue un gran aviador. Al ver ahora su fotografía en el periódico, me doy cuenta de que su figura contrasta con la que yo me había formado en mi imaginación de niño. He de confesar que me lo figuraba de otra manera a como ahora lo veo: no sé, me habían dicho que era un héroe y yo pensaba en un hombre joven, esbelto, al modo de los galanes de la viejas películas en blanco y negro de Hollywood; y sin embargo, la foto que veo hoy en el diario me muestra a este hombre enfundado en un castizo abrigo de paño cruzado, corpulento, de sonrisa seductora y desafiante, de frente despejada y cigarrillo en mano, de andar seguro y de actitud arrogante.


Tampoco sabía entonces, porque nadie nos hablaba de ello y menos que nadie, mi padre, que había sido uno de los fundadores de Falange y que tomó la palabra en el mitin del Teatro de la Comedia, en el año 1933, en Madrid, junto a José Antonio Primo de Rivera en el acto fundacional del partido. También desconocía, aunque parcialmente, pues ya he dicho que su figura se envolvía en un halo de heroicidad, de gran aviador capaz de una gesta inaudita como fue cruzar el Atlántico por primera vez en el “Plus Ultra”, que murió asesinado en el asalto a la Cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936, precisamente junto a un hermano de José Antonio, sin haber cumplido aún los cuarenta años. Hoy navego por la red y me encuentro muchas fotografías de Ruiz de Alda, entre ellas las más patéticas, las de su rostro inerte y desamparado, bajo el gesto severo de la muerte, con un número tres sobre el pecho. Él, el héroe del aire, en tierra con el rostro desfigurado por la brutalidad de una muerte salvaje e injusta, innecesaria, producto de la barbarie que asoló nuestro país en aquellos primeros meses de la Guerra Civil. A pesar del tiempo transcurrido, sigo sin comprender cómo gente que se decía de izquierdas, por mucho que se justificaran diciendo que la mecha de la llama la encendieron otros con el golpe militar, pudo entrar en una cárcel y fusilar a presos inermes y desarmados en patios sombríos y huérfanos de luz, para que la última visión de esos hombres fuera así un presagio amargo y cruel de la oscuridad infinita.


No sé si es lo más conveniente que el “Casino”, así lo llamábamos y así permanece en mi memoria, siga llevando el nombre de Ruiz de Alda, tan decantado hacia uno de los bandos de la guerra civil. Hoy ya no se llama “casino” sino “Centro deportivo Socio Cultural del Ejército del Aire “Ruiz de Alda”. Cuando yo lo visitaba y me bañaba en la piscina, y jugaba al tenis en sus pistas, y comía los domingos en la pérgola las maravillosas paellas de un cocinero cuyo nombre (¿Mauro, Santos?) he olvidado lastimosamente, apenas tenía seis años de vida, ya que había sido inaugurado en 1956. Y eso es lo que evoca en mí el nombre de “Ruiz de Alda”, la vida y no la muerte que entonces muchos de sus partidarios por un lado y de los otros por otro, se empeñaron en sembrar por los campos y ciudades de España.

Nota. Inauguro hoy esta nueva sección del blog a la que doy el título de “Memoria dispersa”. Trataré en ella de recoger las evocaciones del pasado que me sugieran hechos del presente. La fotografía la he tomado, fotografiándola con mis propios medios, por lo que pido disculpas por la baja calidad, del diario El País.

12 comentarios:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Una entrada muy evocadora y ecuánime, Javier.
Un abrazo.

Joaquín Parellada dijo...

La verdad es que en esta foto tiene una retirada al Duce, pero quizá sea un prejuicio mío.
Por cierto que en otras imágenes aparece acompañado de Alfonso García Valdecasas, de quien leí en algún lugar que compartió tertulia con Lorca.
Coincido con el comentario anterior: es una bellísima evocación personal e histórica. Un abrazo,
Joaquín

Anónimo dijo...

Varias precisiones: no es Nemesio Fernández Cuesta, sino Raimundo Fernández Cuesta.

Otra más: no pasean "por el centro de Madrid", sino por el extrarradio de Madrid. La información de la exposición es muy deficiente: el mitin al que se alude no se celebró en el Teatro de la Comedia, sino en el cine Europa, en la zona de Cuatro Caminos, en el llamado "Madrid rojo" (de ahí, las excepcionales medidas de seguridad que rodean a los oradores).

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Gracias por tu comentario, José Miguel. La memoria va unida a los nombres y el Ruiz de Alda siempre será para mí un recuerdo de una época en la que, a pesar de los pesares, creo que fui feliz.

Gracias a ti también, Joaquim. Coincido con tu apreciación, la imagen de Ruiz de Alda, como también, aunque en menor medida, la de Raimundo Fernández Cuesta, tiene algún parecido con la imagen del Duce.

Anónimo comunicante, gracias por tus precisiones que he incorporado, como habrás podido ver si has tenido a bien volverte a pasar por esta tu casa, rectificando, o mejor completando, la entrada. Lo de Fernández Cuesta es un lapsus, lo del mitin del cine Europa no creí necesario mencionarlo. Lo de las calles de Madrid es opinable. Cuatro Caminos no era del todo, en aquella época, el "extrarradio" como dices en tu comentario. En todo caso, un barrio más cercano a las afueras que al centro, es cierto.

En lo que no puedo darte la razón es en la calificación que empleas para referirte a la entrada. Creo que no la has leído con la suficiente atención, y disculpa.
Tras el pie de foto, que constituye el preámbulo de mi texto, y ahí sí te doy la razón en algún que otro lapsus, paso a referirme a la figura, familiar para mí por su nombre, de Ruiz de Alda, en lo que se puede considerar el cuerpo de la entrada. Hago entonces en él alusión al mitin fundacional de la Comedia, de 1933, donde sí tomó la palabra. O sea, no es tan "deficiente" lo expresado en el texto, quizá lo sea más la impaciencia en la lectura. ¿Tal vez no te gustó la reflexión final? Si es así, lo siento.

Me parece advertir, en la sequedad de tu texto y en tu anonimato, cierta animadversión hacia mi entrada. Siento decírtelo tan crudamente, pero quiero que sepas que no es mi estilo crear polémicas. Desde una óptica digamos que de izquierda moderada, desde la que escribo, no puedo opinar de otro modo a como lo hago en ese párrafo final.

Por último, te recuerdo que he hecho una excepción con tu comentario porque en este blog no se admiten comentarios anónimos. Hay que dar la cara, querido amigo o amiga.

A pesar de todo, gracias por tu comentario.

Un saludo, Javier Quiñones Pozuelo.

Anónimo dijo...

No me refería a tu comentario, sino a la información que aparece en la exposición del fotógrafo Santos Yubero, que es, me imagino, la fuetne en la que has encontrado la foto (tiene que ser así, ya que hasta la inauguración de la exposición ésrta era una foto desconocidea).

No sé si eres madrileño, pero, por edad, yo sí conocí las cercanías del cine Europa a principios de los años 60 y te puedo garantizar que buena parte de esas cercanías eran entonces desmontes y descampados. No hace falta imaginar que, treinta años antes, la situación era aún más agraz, lo que significa que sí era el extrarradio de Madrid (lo que ahora puede ser Sanchinarro o Las Tablas). El detalle, en cualquier caso, no tiene mayor importancia.

Respecto a mi anonimato, espero poder conservarlo durante mucho tiempo. Mi posición no me aconseja utilizar mi verdadero nombre y entre utilizar un nick o seguir en el anonimato la verdad es que no veo ninguna diferencia.

Anónimo dijo...

Ah, no sé si el dato podrá ser de tu interés (para mí, como falangista de toda la vida, de los de verdad, de los de José Antonio, no de los que se enfundaron la camisa azul por conveniencia en la guerra y tras la guerra, lo tiene y mucho), te diré que ese mitin del cine Europa ha pasado a la posteridad más que por lo que dijeron los oradores por cantarse, a la conclusión, el "Cara al sol" por primera vez.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Estimado anónimo comunicante, respeto, no faltaría más, tu decisión de mantenerte en el anonimato. Con todo, déjame decirte que es uno de los aspectos que más daño hace en la red, el impostar personalidades falsas o el ampararse en el anonimato para criticar sin tener que dar la cara. Desnaturaliza una de las pocas virtudes de este medio, la comunicación abierta, inmediata y sincera. Veo,con todo, por tu segundo comentario, que no es tu caso, así que respeto, sin acabar de compartirla, tu decisión.

También te pido disculpas porque he hecho una mala interpretación de la palabra "exposición". Yo pensé que te referías al "cuerpo" de mi entrada y la verdad es que no veía sensibles deficiencias históricas en ella y de ahí mi desconcierto ante tus palabras. Ahora entiendo que te referías a la "exposición" del fotógrafo y la verdad es que mi comentario anterior queda un poco a trasmano. Te pido disculpas por ello y siento el equívoco.

En fin, este blog es una casa abierta y cualquiera puede dejar sus impresiones y yo te agradezco tu colaboración.

Un saludo cordial, Javier.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Estimado anónimo comunicante: conocía el dato, porque revisé todo lo referente a ese mitín inserto en la campaña electoral de 1936.

No sabes cómo te agradezco que me confieses abiertamente tu forma de pensar en lo que se refiere a la política. Creo que este encuentro a través de mi blog entre tú, seas quien seas, y yo, un escritor escorado ligeramente hacia la izquierda y estudioso del exilio republicano y editor de algunos de sus autores, tiene algo de simbólico y permíteme la inmodestia de decirlo así. Nos podemos entender por encima de las diferencias, digamos ideológicas, que nos separan. Y eso, estimado y anónimo amigo, es bueno, muy bueno. En mi libro sobre Max Aub, cuya portada podrás ver en la columna de la derecha del blog, escribí con mucho respeto de otro falangista de pro, por cierto amigo de muchos años de Aub, Luys Santa Marina. También el narrador de ese relato habla del asesinato, con esas palabras, de José Antonio en Alicante. De igual modo, has visto en la entrada las palabras dedicadas al asesinato de Ruiz de Alda. Claro, que en las páginas de mis libros encontrarás también muchas narraciones de muertes injustas, de exilios, de represiones, etc., de falta de piedad, en definitiva, para con los vencidos. Pero todo ello, estimado anónimo comunicante, forma parte del pasado y como tal debe asumirse. A partir de ese pasado debe buscarse la fraternidad y la concordia, por encima de lo que nos diferencia y separa.
Un saludo cordial, Javier Quiñones.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Por cierto, estimado anónimo comunicante, me permito, aunque tal vez no sea necesario porque ya lo hayas leído, recomendarte la novela de Fernando Sánchez-Dragó "Muertes paralelas".
Saludos, Javier.

Anónimo dijo...

Estimado Javier Quiñones Pozuelo:

Si conoces algo de la vida de José Antonio, sabrás que era todo menos sectario, y que tuvo en la figura de un socialista, Indalecio Prieto, al único defensor en los escaños de aquellas cortes de la II República. Sabrás, además, que las pertenencias que quedaron en la cárcel tras su asesinato fueron a parar al propio Prieto (incluidos sus papeles postumos), en la convicción de que sería uno de los pocos españoles que sabría hacer bueno uso de ese legado postrero. Se dice que, de no haber sido fusilado en Alicante, José Antonio habría impedido el derramamiento de sangre que hubo durante la guerra y el que hubo después. Yo no estoy tan seguro, porque de no haber sido fusilado por el Frente Popular, habría sido fusilado por orden de Franco. Pero es evidente que el ejemplo de antisectarismo que nos dio José Antonio le habría venido muy bien a España y que seguramente de haber seguido ese ejemplo no estaríamos como estábamos. Pero también dice que España es un país de indíbiles y de mandonios. Yo siempre he tenido superada esa odiosa división entre izquierda y derecha. Siempre me he creído, quizá en un exceso de prepotencia, por encima de ella. Por ello jamás he juzgado a nadie por lo que piensa, sino por cómo actúa.

Un placer estar en este blog.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Estimado amigo:

No podemos cambiar el pasado, pero sí aprender de él. El respeto y la tolerancia deben presidir siempre las relaciones entre las personas. El diálogo, sincero, abierto y sin prejuicios sectarios de ningún tipo hubiera podido salvarnos de más de un naufragio colectivo, pero las cosas fueron como fueron y ya no podemos cambiarlas. He sido y seré un liberal de izquierda y como tal enemigo acérrimo del empleo de la violencia como modo de solucionar cualquier tipo de conflictos, políticos o de otro orden. Me alegra saber que no soy el único que piensa así.

Ha sido todo un placer intercambiar estos comentarios contigo. No creo necesario insistir en que esta es tu casa y puedes entrar en ella cuando quieras.

Un saludo cordial, Javier.

Fran dijo...

Lo que cuentas de ese club es idéntico a lo que yo viví en mi infancia en Cuatro Vientos: Las pistas de tenis, el pabellón de oficiales...Y esa ingenua alegría de quien no conocía la horrible desgracia que había ocurrido en este país no hacía tanto, porque, y me parece bien, no se hablara ya de aquello para centrarse en construir y para dejar que evoquemos la vida y no la muerte.
Sin embargo ahora que sé de lo ocurrido no me sorprende que gente de izquierda, no la izquierda moderada sino la izquierda “pro Moscú” que era la que entonces dirigía ese frente, cometiera ese tipo de crueldades (visto además lo que hicieron en la URSS, Polonia, China, Cuba...). Precisamente esa fue la mecha encendida antes del golpe militar que fue resultado.
Y enhorabuena porque tu padre debió ser una muy interesante y gran persona.