miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Feliz 2015!



A todos los que pasáis por aquí, y a los que no, también, os deseo lo mejor para el año que empieza de inmediato. No estaría de más considerar, aunque fuera solo un instante, el refrán de la ilustración que acompaña esta entrada, que quiere ser una felicitación de paz y bienestar: juntos estamos mejor; a mí no me cabe ninguna duda, pero, eso sí, cada oveja con su pareja. Feliz año, pues, a todos.

Nota. Como en otras ocasiones, el dibujo es de MQ.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Tanka de la estrella



TANKA DE LA ESTRELLA

Llora su pena
en el cielo una estrella 
lágrimas tristes
como luces de ausencia
relumbran en la noche.

Nota. La foto de París es de MQ y a ella está dedicado el tanka.

jueves, 18 de diciembre de 2014

José Ramón Arana: tres apuntes biográficos / y 3


El tercer apunte biográfico, y último de esta serie, procede también, como los de las anteriores entradas, del libro Can Girona. Por el desván de los recuerdos. Hace ahora alusión Ramón, en conversación con el médico de la fábrica, don Carlos, a su gusto por la lectura y a su precoz afición a "devorar" libros.

   - Desde niño he sido un insaciable devorador de letra impresa. Siete años tenía cuando leí El crimen sacrílego, El judío errante y otros novelones parecidos. Sé que fue en ese tiempo porque mi padre vivía aún; a los ocho me quedé sin él.
     - ¿Y le dejaban leer eso?
     - ¡Qué me habían de dejar! A escondidas era. Escogí la parte baja de un armario en el que guardaba mi padre cuadernos, tinta, pizarrines y otros materiales de la escuela. Hecho un ovillo en lo más bajo, dejaba entre una y otra portezuela una rendija para que entrara luz, y a tragar páginas. Así hasta que me dolía todo por lo incómodo de la postura.
   - ¿De donde sacaba esas novelas?
   - Es que encontré una mina entre los muebles y cacharros que guardaba mi madre en el desván. Un día alcé la tapa de un vetusto baúl forrado de piel de cabra, con desgarros aquí y allí, pelado a corros y reforzado con herrajes -parece que estoy viéndolo-, y allí estaba el filón. Había algunos libros en un idioma extraño, supongo que latín, empastados en pergamino, y no pocas novelas. Cuando las leí todas, metí el diente a un libraco incomprensible para mí, pero atractivo. Barruntaba en él algún misterio gordo y lo leí de cabo a rabo sin entender ni jota. Era una Historia del arte de partear.
    - ¡Qué horror! Seguro que tenía láminas.
    - No, dibujos a línea sin nada claro para mí.

Este entrañable bosquejo de los inicios como lector de José Ramón Arana resulta, a mi juicio, del máximo interés y explica muchas cosas; entre ellas, la influencia, aunque fuera en este caso pasiva, de la figura del padre en el despertar a la literatura de nuestro escritor. Si don Ventura Ruiz no hubiera sido profesor y esos libros no hubieran estado allí, tal vez al niño que fue José Ruiz Borau no se le hubiera despertado el gusto por la letra impresa, como él dice, por la lectura, por la literatura, en definitiva. Pero ocurrió, y además, en la más temprana edad, así que la semilla que habría de germinar años después quedó sembrada y firmemente enraizada en el alma incipiente de un muchacho que al correr de los años, tras haber vivido duras y complejas experiencias, escribiría en México una de las mejores novelas cortas sobre la Guerra Civil Española, El cura de Almuniaced

sábado, 13 de diciembre de 2014

José Ramón Arana: tres apuntes biográficos / 2



Continuando con el mismo libro de la entrada anterior, Can Girona. Por el desván de los recuerdos, anotamos ahora un apunte biográfico más, este bien curioso, que en sus páginas nos dejó el escritor. Se refiere en él a su afición a los toros y a su fallido intento de convertirse en torero. Dialoga Ramón ahora con Damián, logradísimo personaje que comparte con él el protagonismo de la historia y que en un tris estuvo de dar título al libro:

Hablo, a pregunta suya, de la primera vez que vine a Barcelona, hace casi tres años. Damián ríe de buena gana cuando le digo que vine a tirarme a la corrida de la Merced.
    - ¿Querías ser torero?
  - Sí, claro; ya llevaba dos años de capeas. Mira -y le enseño en la pierna izquierda una cicatriz larga, blancuzca-, aquí tengo un puntazo corrido. Me lo dio "la Chorreada", una vaquilla que sabía latín.
   - Pues oye, no te enfades, pero el tipo te ayudaría poco. Más lo tienes de picador.
   - Sí, me lo decían todos, pero uno... De todas maneras, lo peor no fue que el tipo me ayudara poco, sino que el miedo me estorbaba mucho. Sobre todo desde que mató una vaca a mi compañero de aventuras. "El Puri", le decíamos. Le metió el cuerno por la ingle y para qué te cuento.

Escribe Javier Barreiro, en "Un acercamiento biográfico", en el prólogo de su edición de Poesías, Rolde de Estudios Aragoneses, Diputación de Zaragoza, 2005, comentando esta afición del escritor, lo siguiente: "De natural inquieto, cambió de trabajo con frecuencia y hasta probó suerte en el carpetovetónico mundo de las capeas. En esta y otras aventuras, siempre estuvo acompañado de su amigo Miguel, al que en 1951 dedicaría Veturián, y que después se hizo barbero. La historia terminó cuando una vaca, La Chorreada, corneó al futuro escritor en la pierna. La gran cicatriz que le cruzaba desde el tobillo hasta la rodilla daba fe del episodio." 

Nota. En la foto que ilustra esta entrada, recorte de una familiar publicada en otra entrada de este blog dedicada a Arana "Biografía de solapa", se puede apreciar, en el hombro derecho del escritor, el pelo de Veturián Arana Godás, último hijo del escritor nacido de su matrimonio con Elvira Godás. 

martes, 9 de diciembre de 2014

José Ramón Arana: tres apuntes biográficos / 1



El libro, cuya portada ilustra esta entrada, inicio del ciclo narrativo "Por el desván de los recuerdos", recrea los años en que Arana trabajó en la fundición Can Girona, en el Poble Nou, un barrio obrero de la Barcelona del tiempo de la dictadura de Primo de Rivera. Dedica Ramón, nombre del protagonista y narrador, el libro a sus "compañeros de ayer" y nos deja algunos interesantes testimonios que poseen, además del entrañable valor humano, el carácter de documentos biográficos sobre la vida de José Ramón Arana, por aquel entonces aún José Ruiz Borau.
     En el primero de ellos, dialoga Ramón con Don Carlos, el médico de la fábrica, culto, escéptico y empedernido lector, que lo atiende de unas heridas producidas en el duro laborar:

-  Usted no ha sido siempre obrero, ¿verdad?
- Siempre. A los doce años entré de aprendiz en una imprenta y desde entonces...
- Pues es raro. ¿Por qué dejó ese oficio?; a mí me hubiera gustado, creo.
- Y a mí, pero eran diez horas dándole al pedal de una "Minerva" por veinticinco céntimos, y comprenderá usted que con un real...
- ¡No he de comprender! Era inicuo. ¿Lo sacó su padre de allí?
- No, mi padre había muerto años atrás.
- ¿Y qué era su padre?
- Maestro.
-¡Ah, vamos!

El padre de Arana se llamaba Ventura Ruiz Lara y fue maestro en Garrapinillos, Zaragoza, donde nació el escritor. Murió "de tuberculosis prematuramente -en 1913- sin tener suficientes servicios para causar pensión", escribe Luis A. Esteve en el prólogo a su edición de El cura de Almuniaced, Biblioteca del Exilio, Editorial Renacimiento, Sevilla, 2005, lo que conllevó que el escritor y su madre pasaran "muchas estrecheces". Según Esteve, la madre abrió un taller-academia de corte y confección en Pina de Ebro y a los doce años su hijo entró de aprendiz en una imprenta cuando vivían ya en el casco viejo de Zaragoza.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Tanka de los adentros



TANKA DE LOS ADENTROS

Por mis adentros
como en un laberinto
me pierdo a veces
buscándote, Dios mío,
detrás de tu silencio.

Nota. La foto de la playa de la Barceloneta, con el edificio de La Vela al fondo, está tomada el pasado mes de noviembre.