miércoles, 15 de mayo de 2013

Manuel Lamana: el tiempo vacío del exilio / 1


Dos voces, separadas en el tiempo, conforman este diario:  una es la de José María Lamana, padre del escritor, que cuenta los hechos según están sucediendo, entre el tres de febrero y el veintiocho de abril de 1939, y la otra es la del escritor, la del autor de Otros hombres y Los inocentes, que rememora en la distancia sus vivencias de aquellos meses y redacta un diario con ellas, en 1985, paralelo al de su padre. El relato del padre es estremecedor, el del hijo más reflexivo y más literario, redactado en una prosa cautivadora. El padre cuenta la experiencia directa del exilio: el internamiento en los campos de concentración franceses, las penalidades sin cuento, las miserables condiciones de vida, la dignidad maltratada por la injuria de unos carceleros desalmados, la incertidumbre sobre el destino inmediato, el dolor y la tristeza por la separación familiar, el absurdo de la situación en la que se vieron envueltos quienes no hicieron, como el padre de Lamana, otra cosa que cumplir con su obligación.

Manuel Lamana, con su prosa impecable, reflexiona sobre la condición del exiliado, del refugiado, en estos términos:

10 de marzo de 1939. Ornans
Qué día opaco. Creo que así es el exilio, un día de exilio: un día sin luz, un día donde no se ve nada. Un día vacío, donde todo está destruido, donde todo falta, donde todo es vano, inútil. Es el desierto. (...) El refugiado ha puesto su existencia en sordina y lo que haga será algo que no podrá terminar. Hoy no soy nada. estoy fuera de mi lugar, en exilio.

En otro momento escribe:

Ser refugiados como nueva identidad. No saber hasta cuándo seremos refugiados ni lo que significa exactamente el serlo. Es difícil asumir una identidad que no se sabe cuál es.

Es evidente que este tipo de reflexiones pertenecen al Lamana adulto, que da voz al inquieto joven que era entonces, cuando contaba apenas dieciséis años, en febrero de 1939 y conoció, para después contarlo con mano maestra, la incertidumbre y la zozobra que rodean siempre al refugiado, al exiliado.

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