jueves, 3 de octubre de 2013

Camilo J. Cela: La alcoba de don Antonio / y 3


Cela no se limita, en Judíos, moros y cristianos, a describir la alcoba del poeta, también nos habla de la tertulia a la que acudía con regularidad en el estudio del ceramista Fernando Arranz:

En el taller de Arranz se formaba todas las tardes, después de almorzar, una tertulia que presidía don Antonio, el escultor Emiliano Barral, que era de Sepúlveda y trabajaba a martillazos, según la buena técnica de su abuelo que a los noventa años aún picaba piedra, el más duro granito; y el padre Villalba, un agustino exclaustrado, y el cadete Carranza, que tocaban la música; y Seva, que era empleado de Haciendo y la sombra de don Antonio; y don Blas Zambrano, de quien Barral hizo una cabeza de piedra con una inscripción que dice: el arquitecto del acueducto; y Julián María Otero, que publicó un Itinerario sentimental de la ciudad de Segovia; y Mariano Quintanilla, que aún vive en Segovia, guardián de tanto viejo recuerdo; y Carral, Ignacio Carral, que había de morir trágicamente en Madrid; y Manuel Cardenal Iracheta, tolerante y buen amigo del vagabundo.(...) Sobre Blas Zambrano, el padre de María Zambrano, la escritora a quien el vagabundo conoció en Madrid, en su casa de la plaza del conde Barajas, publicó don Antonio un artículo en La Vanguardia, de Barcelona, durante la guerra."

En una carta de Machado a María Zambrano, fechada el 22 de diciembre de 1937, se refiere a Blas Zambrano y le dice a su hija:

Diga V. a su padre -mi querido don Blas-, que lo recuerdo mucho, y siempre para desearle toda suerte de bienandanzas y de felicidades. Dígale que, hace unas noches, soñé con que nos encontrábamos otra vez en Segovia, libre de fascistas y de reaccionarios, como en los buenos tiempos en que él y yo, con otros viejos amigos, trabajábamos por la futura República. Estábamos al pie del acueducto y su papá, señalando a los arcos de piedra, me dijo estas palabras: "Vea V., amigo Machado, cómo conviene amar las cosas grandes y bellas, porque ese acueducto es el único amigo que nos hoy queda en Segovia". En efecto -le contesté-, palabras son esas dignas de su arquitecto. (Poesía y Prosa, Tomo IV, pág. 2228, ed. de Oreste Macrì)

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