domingo, 21 de junio de 2009

El juicio final


A José Miguel Ridao

- ¿Por qué me tengo que definir? No se me alcanza la razón por la que deba hacerlo.

- Sería más fácil para todos: sabríamos a qué atenernos.

- Sinceramente, esa no me parece una razón de peso; además, ¿en qué quiere que me defina, en política, en religión, en gustos literarios...?

- No sea esquivo, lo sabe de sobra.

- No me gusta el tono en que me habla, sobre antipático, me resulta insufriblemente autoritario.

- Modérese, no le hacen ningún favor las impertinencias.

- Empiezo a sentirme mal, el tono de su voz me recuerda al de un juez severo y adusto.

- ¿Qué tal si deja los rodeos y cumple con lo que se le ha pedido?

- Me niego a definirme, no quiero ser gratuitamente encasillado.

- Usted sabrá lo que se hace; pero le advierto que si persiste en su negativa, me veré forzado a mantenerle encerrado.

- Está bien, ya veo que está usted dispuesto a todo. ¿Le bastará si me defino en único aspecto?

- Eso depende.

- ¿De qué?

- Depende de qué aspecto se trate y de lo poco o mucho que concrete su definición.

- Está bien. Trataré de definirme en materia religiosa.

- Suya es la palabra.

- No soy creyente, no tengo fe; soy agnóstico, pero no ateo.

- ¿En qué tipo de Dios cree usted, pues?

- Lo ve, ya me está liando; que haya dicho que no soy ateo no le da derecho a afirmar que por ello tenga que creer en algún tipo de Dios.

- Le ruego que no sea ilógico o que maneje el lenguaje con más cuidado.

- Usted sólo sabe tenderme celadas.

- No me crea tan maquiavélico. Respóndame ¿cree en Dios o no cree?

- Reitero lo dicho: no tengo fe, soy agnóstico, pero no ateo.

- Si persiste en la confusión de conceptos no me quedará otro remedio que mantener su confinamiento.

- No me moveré un centímetro de la posición adoptada, así que usted decide.

- Lo siento, pero no me convence en absoluto su definición, así que daré orden de retenerlo hasta que se hayan aclarado y ordenado sus ideas.


Nota. La ilustración es de Hyeronymus Bosch "El Bosco" (1453-1516). Es la parte central del retablo titulado "El juicio final" y es de 1504. José Miguel Ridao mantiene el estupendo blog "Por estos andurriales", puede visitarse desde mis "enlaces". En cierto modo esta entrada nace de un encendido y polémico debate mantenido en su blog a raíz de una entrada suya titulada "Celíaquia y Comunión".

3 comentarios:

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Muy acertado Javier. Ese día quedé desconcertado, pero es un honor tu entrada.

Un fuerte abrazo.

José Miguel Ridao dijo...

Javier, tu dedicatoria me ha llegado al alma. Muchas veces los agnósticos tenemos que andar con pies de plomo frente a algunos católicos radicales, que creen que tienen el patrimonio de la verdad, mientras que ellos no se preocupan de si pueden ofendernos o, sobre todo, coartarnos. Termino como tú el otro día:

¡Viva la libertad de conciencia!

Un abrazo de corazón, mío y de mi familia.

Javier Quiñones dijo...

José Miguel, Juan Marichal sostenía que la libertad de conciencia había sufrido mucho en España, donde se la había respetado muy poco a lo largo de los siglos, o sea que sostengo lo escrito en tu blog y que tu me devuelves ahora.
Gracias por tu comentario Javier. El desconcierto forma también parte de nuestro vivir.
Un abrazo, Javier.