lunes, 2 de mayo de 2011

Aforismos de Ernesto Sábato



Cuando lo leí, recién aparecido en enero de 1999, tuve la sensación de que Antes del fin era una especie de testamento literario y vital de Sabato, como un último grito en el desierto, como una afirmación de sus ideas básicas que se entreveraban con los avatares de su discurso vital. En algún pasaje me reconocí subrayando fragmentos que se incluyeron, casi con las mismas palabras, en Abaddón el exterminador y que ahora, despojados del ropaje novelesco, se ofrecían de un modo directo, claro y sencillo. Ernesto Sabato, a quien me hubiera gustado tanto conocer, nos acaba de dejar. Siempre he pensado que el mejor homenaje que se le puede tributar a un escritor es leer lo que escribió. Creo que leer a Sabato nos hace mejores, así que incluyo a continuación una breve serie de aforismos intratextuales extraídos del libro arriba mencionado a modo de despedida, para no hacerme pesado y alabar y recomendar una vez más la inexcusable lectura de esa trilogía que lo situó para siempre en la memoria literaria colectiva: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador. Descanse en paz. Me sumo desde aquí al dolor de su familia. 

[1] Los años, las desdichas, las desilusiones, lejos de facilitar el olvido, como se suele creer, tristemente lo refuerzan.

[2] A medida que nos acercamos a la muerte, también nos inclinamos hacia la tierra. Pero no a la tierra en general sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo pero tan querido, tan añorado pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia.

[3] No hay dictaduras malas y dictaduras buenas, todas son igualmente abominables.

[4] El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana.

[5] Aunque terrible es comprenderlo, la vida se hace en borrador, y no nos es dado corregir sus páginas.

[6] Para todo hombre es una vergüenza, un crimen, que existan doscientos cincuenta millones de niños explotados en el mundo. Obligados a trabajar desde los cinco, seis años en oficios insalubres, en jornadas agotadoras por unas monedas.

[7] La educación es lo menos material que existe, pero lo más decisivo en el porvenir de un pueblo, ya que es su fuerza espiritual.

[8] Los excluidos no tienen justicia que los defienda.

[9] Elie Wiesel ha dicho que en Auschwitz murió el hombre y la idea del hombre.

[10] La mayor nobleza de los hombres es la de levantar su obra en medio de la devastación, sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza.

[11] Creo que es desde una actitud anarco-cristiana que habremos de encaminar la vida.

[12] Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.

Nota. Todos los textos proceden de la edición que de Antes del fin hizo Seix Barral en la colección Biblioteca Breve, en Barcelona en enero de 1999.

3 comentarios:

Rafael Hidalgo dijo...

He de confesar que a Sábato apenas lo he leído. Pero los aforismos que recoges aquí son todos impresionantes. Algunos me han conmovido particularmente.

Hago propósito de enmienda. ¡A por Sábato esta misma semana!

Gracias y un abrazo.

Joselu dijo...

Creo que no me aclararé nunca. ¿Sábato o Sabato? Y es una lástima porque me gustaría saber cómo se pronuncia su nombre. Cuando leí a mis veintitantos las tres obras maestras de Sábato me sentí cautivado por la lucidez que desprendían sus palabras que, a pesar de describir un mundo de pesadilla, estallaban en claridad. Creo que desde entonces aprecio más el pesimismo y el compromiso con la condición humana.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Rafael, si lees esa trilogía no te arrepentirás.

Joselu, creo que se escribe sin acento, aunque he consultado las ediciones y unas van con y otra sin acento.

Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Un abrazo, Javier.