miércoles, 27 de noviembre de 2013

El porvenir vacío: Larra, Zúñiga y Zorrilla / 2


Así cuenta Ramón de Mesonero Romanos, en Memorias de un setentón, la participación de José Zorrilla en el entierro de Larra:

La misma tarde del 14 estábamos reunidos todos los amantes de las letras, o por mejor decir, toda la juventud madrileña, en la parroquia de Santiago, ante el sangriento cadáver del malogrado Fígaro; colocado que fue en un carro fúnebre, sobre el que se ostentaban cien coronas en torno de sus preciados escritos, seguimos todos a pie, enlutados y llenos de sincero dolor, tributando de este modo el primer homenaje público acaso desde Lope de Vega, rendido entre nosotros al ingenio. Y llegados que fuimos al camposanto de la puerta de Fuencarral, y antes de introducir el ataúd en su modesto nicho, don Mariano Roca de Togores (actual Marqués de Molíns) pronunció algunas sentidas frases en loor del desdichado suicida; adelantóse luego con tímido continente un joven, un niño aún, pálido, macilento, de breve persona y melancólica voz; pidió permiso para leer una composición, y obtenido, hízolo de un modo solemne, patético, en aquellos versos, en aquella sentida composición que sorprendió a los circunstantes. Aquel niño inspirado hizo vibrar las fibras de nuestros corazones, y el nombre de José Zorrilla, circulando de boca en boca, consiguió inspirar desde aquel instante las mayores simpatías.

Era una flor que marchitó el estío,
era una fuente que agotó el verano;
ya no se siente su murmullo vano,
ya está quemado el talle de la flor.
Todavía su aroma se percibe,
y ese verde color de la llanura,
ese manto de hierba y de frescura
hijos son del arroyo creador.

Que el poeta en su misión,
sobre la tierra que habita,
es una planta maldita 
con frutos de bendición.

Duerme en paz en la tumba solitaria
donde no llegue a tu cegado oído
más que la triste y funeral plegaria
que otro cantará por ti.
¡Esta será una ofrenda de cariño
más grata, sí, que la oración de un hombre,
pura como la lágrima de un niño,
memoria del poeta que perdí!

Se dice que, en algún momento, bien podría ser este, al joven poeta se le quebró la voz y no pudo continuar la lectura de su estremecedor poema. Se dice también que fue Roca de Togores el que tomó las cuartillas manuscritas de Zorrilla para terminar la lectura.

Nota. La cita de Mesonero Romanos procede del libro Escritores cotumbristas. Larra, Mesonero Romanos, Estébanez Calderón, de la Biblioteca Clásica Ebro, Editorial Ebro, Zaragoza, 1973. La selección de los textos, el prólogo y la edición corrieron a cargo de José Manuel Blecua; sin estar seguro de ello, conjeturo que se trata de José Manuel Blecua, hijo. 

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