viernes, 13 de febrero de 2015

El mono gastronómico, de Javier Pérez Escohotado / y 2

Ramón Gaya, "Sant Benet (Manresa)", 1939.

Mientras regresaba a casa, después de haber asistido a la presentación del libro El mono gastronómico, de Javier Pérez Escohotado, me surgieron, al hilo de lo que en el acto dijeron el autor y el presentador, Ferran Toutain, algunas reflexiones que concreto en estas tres que siguen a continuación: 

[1] Lo peor, sin duda, al menos para mí, del esnobismo gastronómico reinante, es su elitismo. Las grandes figuras de la llamada "alta cocina" componen sus platos y sus novedades para que los deguste una élite poderosa económicamente, la que puede pagar los precios de los restaurantes con estrellas Michelin. La gente corriente sabe que difícilmente tendrá acceso a esas exquisiteces culinarias.

[2] Ignoro si puede hablarse o no de "arte gastronómico", pero el "soplo espiritual" que aporta la verdadera obra de arte brilla por su ausencia en un plato por muy elaborado, novedoso e imaginativo que resulte. "Las Meninas" es una obra de arte grandiosa. Las sinfonías de Beethoven, también. El "David" de Miguel Ángel, es arte sublime. El "Guernika" de Picasso es arte comprometido contra la barbarie de la guerra. Las "Soledades" de Góngora son arte poético quintaesenciado. Las "Suites para violonchelo solo" de J.S. Bach son arte  y no creo que nadie lo ponga en duda. "Luces de bohemia", de Valle-Inclán, o "La vida es sueño", de Calderón de la Barca, igual. ¿Podríamos decir lo mismo de un plato de cocina, por muy sorprendente y exquisito que resulte? 

[3] Me es completamente ajeno ese mundo del esnobismo cultural, sea gastronómico o no, que tantas veces da gato por liebre. No es lo mío. Así que en el ejemplo del monasterio benedictino de Sant Benet de Bages, cerca de Manresa, puesto por el autor del libro -el lector puede leerlo si lo desea en "Hierbas de España", páginas 110 y siguientes-, entre el mundo de la vanguardia gastronómica y el de los escritores, pintores y editores, todos ellos defensores de la República, que allí trabajaron imprimiendo en condiciones menesterosas, Altolaguirre, Gil-Albert o Ramón Gaya, me quedo por razones obvias con el último. Del mismo modo, entre el bus de la Fundación Alícia y los de las Misiones Pedagógicas que recorrieron los pueblos de España para acercar la cultura y el arte a la gente, o los camiones de La Barraca y de El Búho, que también lo hicieron, en su caso para representar las obras del teatro clásico, de la mano de García Lorca y Max Aub, ni que decir tiene.

Nota. La presentación se llevó a cabo ayer jueves, día 12 de febrero, en la librería La Central, de la calle Mallorca de Barcelona.   

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