lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre novela histórica



Ningún tema literario se agota por importante que sea el autor que lo ha tratado y por muy notable que resulte la obra que lo acoge. A menudo la literatura suele alimentarse de la propia literatura y así unos escritores dan forma nueva a la materia literaria ya tratada por otros escritores anteriores a ellos. Es posible que en la literatura española no tengamos un Guerra y paz, pero nuestro siglo XIX está bien representado en la ficción narrativa con obras como los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, que contienen páginas extraordinarias, como las dedicadas a la ejecución de Riego, por mencionar solo un ejemplo; los veintidós volúmenes de las Memorias de un hombre de acción de Pío Baroja, prodigio de arte y variedad narrativas; y el inacabado Ruedo Ibérico de Valle-Inclán, que supuso la gran renovación de la novela histórica y marcó la senda por la que luego discurrirían otros autores. Ello no impide que escritores de éxito, como Pérez Reverte, incidan de nuevo sobre ese periodo histórico con nuevas novelas o que otros, no de tanto éxito pero de contrastada de calidad literaria, nos dejaran novelas que pasaron desapercibidas y que acercaron al lector con emoción y rigor documental sucesos históricos de la España liberal emigrada, como José Esteban hizo en su día en La España peregrina, donde se cuenta la estremecedora muerte de Torrijos y sus compañeros, fusilados en las playas de Málaga.



Del mismo modo, la guerra civil española ha generado y lo seguirá haciendo, multitud de obras literarias de muy diverso género, tono y calidad. No puedo compartir, aunque las respete y tenga en la debida consideración, las opiniones de quienes sostienen que aún no tenemos la gran novela sobre la guerra civil, novela que sea equiparable a un Vida y destino, de Vasili Grossman. Sería prolijo, y no es mi intención en esta entrada, enumerar las grandes novelas ya escritas sobre el conflicto y sus antecedentes, pero sí quiero hacer una defensa del que para mí es hasta el momento el acercamiento literario más completo a la guerra incivil que asoló la España de los años treinta: me estoy refiriendo a El laberinto mágico, de Max Aub. Por calidad literaria, por modernidad narrativa, por complejidad estructural y por su hondura temática y su humanismo el monumental conjunto novelesco escrito por Aub a lo largo de casi treinta años no tiene nada que envidiar a lo escrito por Grosmann; estoy convencido de que si alguna vez ese ciclo novelesco se editara como debió ser editado en su día, esto es, como una sola novela bajo el título de El laberinto mágico, en la que los diferentes Campos pasasen a ser partes de una única novela, si se editase, digo, en esa forma, aunque fueran necesarios dos o tres volúmenes, lo escrito por Aub podría ser considerado, valorado en su conjunto y no como novelas individuales, a la altura de la fenomenal novela de Grosmann, no tendría nada que envidiarle. Podría objetarse la parcialidad de Aub, quien escribe desde el antifascismo y con un marcado republicanismo, lo que no le impide criticar los errores y los asesinatos injustificados cometidos desde el bando republicano; pero también Grosmann escribe contra el estalinismo y el nazismo. Sí tenemos, pues, un Vida y destino en la literatura española, se llama El laberinto mágico y su autor es Max Aub, nacido en París en 1903 y muerto en México, como republicano exiliado español y ciudadano mexicano en 1972.

Nota. En estas notas a pie de página pretendo recoger reflexiones y curiosidades literarias que van surgiendo al calor de la lectura o de cualquier otro motivo relacionado con lo literario. El cuadro que ilustra esta entrada es el pintado en 1888 por Antonio Gisbert titulado El fusilamiento de Torrijos.

5 comentarios:

José Miguel Ridao dijo...

Interesante entrada, Javier. No he leído a Max Aub, pero te aseguro que corro a la librería para comprar El laberinto mágico. Un abrazo.

Gemma dijo...

Yo recuerdo haber leído tu edición fabulosa de `Enero sin nombre´, en la editorial Alba. "La verdadera muerte de Francisco Franco" me pareció un relato magnífico, crítico sí, pero al mismo tiempo rebosante de humor. Luego -si mal no recuerdo- hay otro de un soldado emboscado o escondido tras un montículo, como si él también esperara a Godot, que es una pieza maestra de intriga y tensión, escrito a base de flash-backs, creo recordar. Todo el libro, una maravilla literaria, desde luego, dejando de lado el valor testimonial. Un abrazo

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Jose Miguel, corre, pero prepara un espacio de tiempo considerable porque la densidad de la obra de Aub así lo requiere. Si has leído el libro de Grosmann verás que no es exagerado lo que digo.

Gemma, Max era un narrador extraordinario, pero sobre todo tenía una concepción de la novela extraordinariamente moderna, sobre todo en lo que se refiere a composición y estructura. Muchos de esos relatos que edité en ese libro eran fragmentos del gran proyecto novelesco, cuyas dimensiones siento decir que no se han valorado en su justa medida. Es una única novela y así debería editarse y entonces se vería su grandeza y se advertiría que aguanta, si no supera, la comparación con "Vida y destino" que, dicho sea de paso, me parece una novela extraordinaria. En este país nuestro de todos los demonios acostumbramos a deslumbrarnos ante lo ajeno sin valorar bien lo que tenemos. Cuando digo todo esto me parece estar predicando en desierto, ¡qué le vamos a hacer!

Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Un abrazo, Javier.

Fernando Valls dijo...

Javier, el cuadro de Gispert, sobre el fusilamiento de Torrijos, se comenta en `Si te dicen que caí´ y en la última novela de Javier Marías. ¿No está mal, verdad?

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Es que es un símbolo de la derrota de la España liberal a manos de la España de la intransigencia, aquella que sólo se dignaba de usar la cabeza para embestir, como dijo Machado. De lo de Marsé me acordaba, más o menos; con Marías voy algo retrasado pero ya llegaré, porque me parece un escritor fantástico y pronto leeré esa novela que mencionas.
Un abrazo, Javier.