sábado, 19 de diciembre de 2009

García Lorca: La Huerta de San Vicente


Cuando se cumple un año desde que publiqué la primera entrada, recupero hoy una anotación de mi diario personal escrita en Cádiz el 6 de agosto de 1988. Encontrarán sus restos o nos los encontrarán, pero sabemos, tiene razón García Montero, lo necesario y tal vez lo decisivo: que fue un poeta extraordinario; que su verbo era claro y luminoso y su capacidad metáforica, tan dislocada a veces, como correspondía al vanguardismo, muy difícil de igualar; que se puso, perteneciendo a otra clase, siempre del lado de los oprimidos; que nos dejó un puñado de obras teatrales del más alto nivel; que estaba escribiendo un cancionero de sonetos, en el que se advierten ecos lejanos del petrarquismo, hablo de los Sonetos del amor oscuro, que el destino quiso que se convirtiera, inacabado, en un indicio de lo que hubiera podido escribir de haberle alcanzado la vida para hacerlo; sabemos, digo, lo decisivo, que lo asesinaron los intolerantes y cerriles de siempre; encontrarán sus restos o no, pero sabemos lo decisivo, lo que realmente importa. Que cada cual cargue con su responsabilidad: los que lo detuvieron y decidieron después asesinarlo; los que teniendo informaciones valiosas para saber cómo se desarrollaron los hechos, callaron durante años; los que guiados por un afán irresponsable de protagonismo, queriéndose dar importancia a costa del poeta, dieron pistas falsas; los que historiaron, y siguen haciéndolo, el proceso basándose en el testimonio vivo, sin contrastar o por lo menos cuestionar la veracidad de las fuentes; los que han especulado siempre con la triste muerte del poeta; los que no quieren "llenar Granada de agujeros"; los que...

Cádiz, 6 de agosto de 1988

El tráfico de Granada es caótico. No sólo por el gran número de vehículos, sino por la señalización de sus calles, que las convierte en intrincados laberintos. Salimos en dirección a la costa de Motril. Un letrero en color rosa indica al viajero que puede visitar la casa-museo de Federico García Lorca en la Huerta de San Vicente. Seguimos solícitos los carteles indicadores hasta que nos extraviamos entre un grupo de casas viejas y campos de verde moribundo y abandonado, con el aspecto de terrenos suburbiales de ciudad. Paramos el coche frente a la fachada de una hermosa casa, dejando a un lado un pequeño jardín de aspecto dejado. Un perro fiero nos ladra sujetado por una cadena a un pequeño pozo. Junto al edificio principal de la casa hay otro anexo con un patio. Sentado a una mesa redonda un señor, de edad avanzada y de escaso cabello rubio muy corto y gafas doradas responde a nuestra pregunta:

- Sí, ésta es la casa de Federico García Lorca.

Aparcamos el coche y entramos, precedidos de nuestro guía particular, en la casa de verano del poeta. Ya desde el umbral nos explica nuestro cicerone que todo está tal y como lo dejó la familia, pero que todo ha de cambiar puesto que está en proyecto hacer un museo de la casa, pero que mientras tanto todo está tal y como estuvo siempre: "Llevo más de cuarenta años trabajando para la familia". Faltan en las paredes casi todos los dibujos del poeta, que ahora deben estar en Nueva York en una exposición. El salón está como entonces, "ustedes lo habrán visto en la serie de televisión; sobre este aparador estaba la radio en la que toda la familia escuchaba las alarmantes noticias del Alzamiento".


Nos explica que el piano ya no está, que lo tiene doña Isabel, la única hermana del poeta que vive, y se lo ha llevado a Madrid junto con la ropa del poeta, el mono de "La Barraca", las chaquetas blancas, que estuvieron por aquí hasta hace poco. Se conserva en el salón el enorme retrato de Isabel, muy romántico, muy de otro tiempo. Todo tiene un indefinible aire de nostalgia, de estar anclado en el pasado. La tapicería de las sillas sigue siendo la misma, en color rojo granate, de entonces; hoy está protegida por una solícita funda de flores blancas y verdes que la mujer de nuestro guía ha colocado para evitar el desgaste del polvo y de los años.

En la planta baja, según se entra a mano izquierda, hay una pequeña habitación que aún contiene un retrato, de grandes dimensiones, del poeta envuelto en un albornoz de color amarillo. Hay una antesala, que separa este cuarto del salón, en la que, nada más abrir la puerta, se encuentra un hermosísimo arcón de madera que tiene encima un tapete blanco y un jarrón. Durante un tiempo este arcón guardó algunos ejemplares de las obras del poeta, sobre todo de Impresiones y paisajes. Nuestro guía nos explica, al terminar la visita, ya en el jardín, que una vez, hace muchos años, tuvo que regalar un ejemplar a un argentino que se "puso pesadísimo"; "Los argentinos son muy lorquianos, como ustedes los catalanes -dijo al ver la matrícula del coche-".

Completa la planta baja un hermosa y limpia cocina en forma cuadrangular, con las alacenas, las mesas y la antigua cocina de carbón y leña, en la que se cocinaba en los años en los que el poeta habitó la casa. A su lado hay una moderna cocina de gas butano: "Los tiempos cambian, prueben a cocinar con eso y verán; eso sí, es muy hermosa". Por un instante he tratado de imaginar el trajín de criadas preparando la comida o la cena.

Saliendo de la cocina se encuentra la escalera, que lleva al piso de arriba, donde están situadas las habitaciones. La escalera es preciosa, con un pasamanos de hermosa madera y unos escalones de cerámica roja rematados en madera oscura. Dos rellanos; tiene forma de u, gira casi ciento ochenta grados de abajo arriba. Frente al final, el cuarto de las hermanas del escritor, muy bello, con dos camas. A mano derecha, el cuarto del poeta con un balcón que se asoma al jardín y a la fachada principal. Su cama, cubierta con una colcha blanca de ganchillo, su enorme mesa de trabajo, preciosa de madera clara, como de roble o de haya; sobre ella, enmarcado en la misma madera y protegido con cristal, un cartel de "La Barraca".

Hay en la habitación un regalo de Rafael Alberti, con su dedicatoria, que el poeta gaditano hizo a Lorca en la Residencia de Estudiantes con motivo de una representación teatral. Todo tiene el aire de una habitación habitada, se tiene la impresión de que el poeta va a entrar por la puerta, vestido de blanco, en cualquier momento. La habitación es muy bella. Realmente hay algo del alma del poeta que sigue vivo entre sus paredes, se nota, lo percibo, yo que no creo en estas supersticiones, claramente, me toca, guardo silencio, no lo comento con quien va conmigo.

Al dejar la habitación de Federico, atravesamos un pequeño pasillo al que se asoman todas las otras, de puertas verdes y paredes blancas; algunas están cerradas y no se nos enseñan. Al final de ese pasillo una puerta da a la terraza desde la que el poeta contemplaba La Alhambra; bueno, entonces se vería, hoy no se ve más que una hilera de bloques de pisos: "La casa es muy fresquita para el verano y antes Granada no era la que es hoy, todo eso que ven ahí era campo que separaba esta huerta de la ciudad."

Salimos al jardín. Fotografío, con permiso de nuestro guía, el balcón de la habitación del poeta y la fachada inundada de madreselvas con una cerámica que dice "Huerta de San Vicente nº 6": "Todo esto será un parque y la casa un museo. Ya está hecho el concurso para la adjudicación de las obras y pronto empezarán. Hay quien dice que prefiere ver la casa así, tal cual estaba en su época y no como quedará después de su acondicionamiento como museo. Yo casi lo preferiré, porque aquí están los dibujos y los libros, la ropa y, la verdad, con los tiempos que corren..."

Han pasado cincuenta y dos años desde que Lorca se refugió en esta casa, huyendo de los temores del golpe militar. Su presencia sigue viva en cada mueble, en cada esquina, en cada prenda, en cada objeto de esta casa preciosa, prendada de nostalgia, de la melancolía que siempre tienen las muertes inútiles y a fe que la del poeta lo fue; vive Dios que lo fue.

Nota. Volví a visitar, ya convertida en museo, la casa de Lorca en diciembre de 2006, a esa visita pertenecen las fotos que ilustran esta entrada, en la anterior no tenía cámara digital. La sensaciones que apunto en esta entrada, cuando la visité tal como era en la época en que la familia veraneaba aquí, habían desaparecido casi por completo, fue como si el tiempo hubiera borrado la memoria, la presencia, que tan fuertemente se me manifestó cuando vine por primera vez. Números redondos. Un año de blog. Esta es la entrada número cien. Mil cuatrocientas personas han entrado a ver mi perfil. Trece mil han visitado las páginas volanderas de esta bitácora. Algunos, muchos menos, han dejado comentarios a esas entradas. Incertidumbre sobre el futuro del blog. ¿Qué haré? ¿Cómo lo continuaré? ¿Qué sesgo tomarán las entradas? Lo ignoro. Hoy sólo quiero agradecer esas trece mil visitas que han entrado en este blog y sobre todo, a los que ya considero amigos, por su reiteración en el dejar comentarios. A todos, muchas gracias.

13 comentarios:

Olga Bernad dijo...

Me ha gustado visitar la casa de Lorca, yo nunca había estado.
Felicidades por el año de blog.

Joselu dijo...

Acabo de descubrir tu blog y aprovecho para celebrar contigo ese año de permanencia. He leído tus posts sobre la visita a la casa de Lorca y El jardín quebrado. Me ha gustado la música de ambos, la música y la letra. Creo en esa complementariedad de Catalunya y España y maldigo a los que insultan o enconan el conflicto sin intentar entender al otro. La crónica sobre la Huerta de San Vicente es clara y expresiva. Creo que me gustará visitar algún día la casa y desde luego la prefiero como la describes a convertida en museo. Y desde luego parece que Ian Gibson peco de ingenuo, como sugería en algún sentido Manuel Vicent en la columna del domingo. Un cordial saludo.

Joaquín Parellada dijo...

¡Feliz aniversario bloguero, Javierito! Esta entrada, escrita hace la friolera de veinte años muestra cuál era ya tu voluntad de estilo (Marichal dixit) por aquel entonces. Me ha gustado mucho y me ha parecido -yo, que no estuve allí- muy evocadora. Nos vemos (creo) un día de estos. Abrazos lorquianos,

Quimet

Luis Valdesueiro dijo...

Una muy sentida crónica. Felicidades por el aniversario.
Saludos.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Felicidades triples.

Un abrazo.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Gracias, Olga, por tu comentario; supongo que si ves ahora la casa te parecerá que mantiene su encanto intacto. A mí me gustó más la primera vez.

Gracias, Joselu, por tu comentario. Tu blog, que conocí por otros blogs amigos, me llamó la atención desde el principio, es un gran blog. He leído a menudo tus entradas y alguna vez, pocas, me he asomado a dejarte comentarios. Coincido en esa complementariedad de la que hablas, lo digo por la entrada de "El jardín quebrado" (Bonet dixit). La casa de Lorca sigue teniendo su encanto, pero a mí, como le digo a Olga, me gustó más la primera vez.

Joaquín, gracias; sí, ¡la friolera de veinte años! Lo del blog es empezar, luego mantenerse, se te echa de menos en este raro universo virtual.

Gracias, Luis, ya podemos decir de blog a blog. Esas "Esquinas del día" cada día son más sugerentes.

Gracias triples a ti, como siempre, Javier.

Un abrazo a todos.

Olga, Joselu, os enlazo a mi nave.

Olga Bernad dijo...

Pues yo hago lo propio, que así me facilito el venir con un click. Ay, la tecnología...
Saludos y que pases unos felices días.

José Miguel Ridao dijo...

Muchas gracias a ti por tu magnífico blog. Tus entradas son siempre "alimenticias", y ésta es un buen ejemplo. Por favor, no lo dejes.

Aprovecho para felicitarte la Navidad, y que esta noche tengas paz y sosiego.

Un fuerte abrazo.

Fernando Valls dijo...

Felicidades, Javier, por ese primer año. Hace poco visité la Huerta, la casa y los jardines, con muy buenos guías, Marta y Jesús, y me resultó muy emocionante. Un abrazo.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Fernando, José Miguel, Olga, gracias por vuestros comentarios.
Un fuerte abrazo, Javier.

José Miguel Ridao dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Madison dijo...

Felicidades por tu primer año y por la interesante e ilustrada visita a la casa de Lorca.

Una maravilla el puerto de Llança, también el pueblo.

Javier Quiñones dijo...

Gracias, Madison, por tu comentario. No solo es una maravilla Llançà, todo el Cap de Creus, lo es.
Un saludo, Javier.