jueves, 11 de marzo de 2010

El desamor


- Es preciso que nos separemos.
- Perdona, pero no te entiendo.
- Me duele decírtelo así, de sopetón, pero me he enamorado y quiero a otra persona.
- Me sorprende, a estas alturas, la verdad.
- Lo sé, pero no puedo hacer nada por evitarlo, las cosas son así.
- Y qué piensas hacer.
- Separarme de ti.
- Querrás decir de nosotros.
- No, de mis hijos nunca podré separarme. Hemos de hablar para arreglar ese asunto.
- Está bien, lo arreglaremos, pero déjame decirte que si esa es tu decisión creo que te arrepentirás.
- Eso ya se verá.
- Ya lo creo que se verá. No podrás evitar que te remuerda la conciencia. No se pueden arrojar casi cuarenta años de vida en común por la borda, como quien se libera de un fardo pesado que le lastra.
- Te ruego que no me hagas recriminaciones morales, entre nosotros están fuera de lugar.
- Lo siento, perdona. ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Adelante.
- ¿Cuánto tiempo crees que tardará en esfumarse la ilusión, en volverse vieja la novedad?
- Eres incapaz de entender nada.
- Es posible, pero me cuesta trabajo aceptar, porque en cierto modo me desconcierta, que a nuestra edad puedas ilusionarte por otra persona hasta el punto de dar el paso que vas a dar.
- ¿Por qué?, si puede saberse.
- Porque ambos, aunque tú te engañes y no lo quieras ver, hemos empezado ya a envejecer y no deja de parecerme un rasgo de ingenuidad esa pretensión de felicidad tuya.
- Ingenuidad por qué.
- Porque esa relación que has iniciado es una relación sin futuro, le faltará tiempo.
- No te sigo.
- No me hagas ser más explícito, no me gustaría tener que señalar lo obvio.
- Entiendo, te refieres a la edad.
- No sólo a eso.
- Entonces a qué.
- A que no te será fácil borrar el peso de la memoria, de la historia compartida, de los proyectos de vida en común que ahora van a quedar truncados, de lo que me decías tantas veces acerca de ver crecer a nuestros hijos y acompañarles en el camino que escojan.
- He valorado todo eso y pesa más mi decisión de no renunciar a la posibilidad de volver a ser feliz.
- ¿Acaso no eras feliz con nosotros?
- No pluralices, una cosa son nuestros hijos y otra eres tú.
- De acuerdo, ¿entonces no eras feliz conmigo?
- Nuestra relación se estancó, se ahogó en el mar de las rutinas y de las obligaciones.
- Y para solucionarlo decides romper con todo.
- A veces no queda otro remedio.
- Te veo muy segura.
- Lo estoy.
- En ese caso sólo me queda desearte buena suerte.
- Lo siento, de verdad.
- Más lo siento yo, estaba tan hecho a la idea de envejecer a tu lado.
- No me lo pongas más difícil.
- No era mi intención, pero déjame decirte que me decepciona que, a pesar de los pesares, no renuncies al viejo cuento de la felicidad.
- Hay cosas a las que ni se puede ni se debe renunciar y, perdona, pero ya no me importa decepcionarte.
- Insisto, me hubiera gustado envejecer y morir a tu lado, pero no te preocupes, buscaré la forma de sobreponerme.
- Confío en que con el tiempo llegues a entenderme.
- Tal vez...


Nota. El cuadro de Magritte que ilustra esta entrada se titula “Los amantes”.

4 comentarios:

Joselu dijo...

Un diálogo realmente desolador porque entiendo a las dos partes. La expresión es ajustada, dramática, desnuda y expresiva de ese hondo conflicto.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Gracias, Joselu, por tu comentario. Cuando las ilusiones se rompen...y si es tarde y de forma inesperada...
Un abrazo, Javier,

republicano dijo...

Desde la distancia, da la impresión de tratarse de un microrelato de profunda vivencia por parte del autor , o el autor sabe transmitir a la perfección la ficción, o el autor és víctima o personaje real, y a la vez transmisor de esa problemática de pareja, tan habitual en estos tiempos y que afecta a todas las edades, cada vez más en las edades supuestamente avanzadas, pero preñadas de madurez y reflexión y que pueden dar como resultado final la separación, en busca de paraisos no encontrados.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Republicano, gracias por tu comentario, pero no acostumbro a publicar anónimos. No debe confundirse nunca la literatura con la vida real, son cosas distintas y menos aún identificar personajes o narradores con el autor.
Un saludo, Javier.