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lunes, 25 de noviembre de 2013

El porvenir vacío: Larra, Zúñiga y Zorrilla / 1


Publicó Juan Eduardo Zúñiga hace unos años, en 1999, un libro titulado Flores de plomo. En uno de sus capítulos, o cuentos, según cómo se mire, o pequeñas piezas maestras, según se dice en el texto de la contraportada, titulado "Juzga la mirada", dice el poeta José Zorrilla, convertido por Zúñiga en personaje literario:

Pasarán unos años y olvidaremos a Larra. Se olvidarán sus artículos satíricos, se olvidarán sus amores, su mordacidad, su final lamentable, porque fue un descontento, un censor de cuanto le rodeó en su época y la verdad es que sólo se recuerda a quienes nos hacen sentir felices, aunque sea con engaños.

Cuenta después el personaje que al entierro de Larra no acudió nadie de la familia, tan solo algunos amigos, pocos, y escritores. Su mujer, Matilde O'Reilly -en realidad se llamaba Florentina- a quien le está hablando, se lamenta porque Larra fue, dice, un hombre educado, culto y con atractivo para las mujeres. Pregunta luego Matilde al poeta por qué fue al cementerio y el Zorrilla personaje de Zúñiga responde que había ido a leer los versos que algunos le habían pedido que escribiera en su honor.

Es cosa de imaginarse, ante Larra de cuerpo presente, en el ámbito lúgubre del cementerio, una tarde fría de febrero, al joven poeta, literaturizado por Zúñiga, que empieza a darse a conocer con la lectura de aquellos versos, leyendo con la voz entrecortada y estremecida:

Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana:
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.

Acabó su misión sobre la tierra,
y dejó su existencia carcomida,
como una virgen al placer perdida
cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
vacío ya de ensueños y de gloria,
y se entregó a ese sueño sin memoria,
¡que nos lleva a otro mundo a despertar!

Nota. El libro de Zúñiga lo publicó Alfaguara. El texto de Zorrilla lo tomo de la Antología de la poesía romántica, Clásicos Castellanos nº 12, Biblioteca Hermes, Barcelona, 1997. La edición y la selección de textos corrió a cargo de mi amigo José Ángel Cilleruelo, cuyo blog "El Visir de Abisinia", se puede visitar desde los enlaces de este blog. El texto de Zorrilla lo acompañó Cilleruelo con una nota al pie que dice: "La muerte de Larra fue uno de los acontecimientos que más impresionaron en la época romántica. Ese día, el joven y hasta ese momento enteramente desconocido Zorrilla, leyó estos versos, como homenaje, ante la multitud de personas que había acudido al sepelio. Este es, por lo tanto, el primer poema de su prolífica obra y, como tal, encabezó los seis volúmenes de sus juveniles Poesías."

martes, 12 de mayo de 2009

Al oeste de Varsovia, de José Ángel Cilleruelo.


Hay una frase, dicha por uno de los personajes de esta estupenda novela, que es un poco la clave y el resumen de su sentido más profundo, al menos así lo interpreto como lector: “La memoria no está en uno mismo, sino en los demás, que son quienes le dan de verdad su sentido.” Es esta una idea sugerente, sin duda. Vivimos, pues, y es la huella de lo que hacemos y pensamos, el recuerdo que los demás guardan de nosotros, de quienes fuimos o intentamos ser, lo que da sentido a la memoria. Así, es el proyectarnos en los demás lo que constituye la base de lo que quedará de nosotros, si es que algo queda y no nos disolvemos inevitablemente en el olvido. Por eso siempre son los otros los que mantienen viva la memoria de los que ya no están y sólo en ese esfuerzo y en esa constancia reside la lucha contra la desmemoria y el olvido.

Aquí se cuenta, fragmentada, con saltos hacia atrás en el tiempo, desde distintos puntos de vista, la historia de un asesinato atroz cometido en una época siniestra y dura, la que se corresponde con la invasión de Polonia por parte de los nazis en 1939. Pero podía haber ocurrido perfectamente en cualquier otro lugar, en cualquier otra época. Si el profesor de literatura y poeta vanguardista salvajemente asesinado en vez de llamarse Cezary Ciéslak se hubiera llamado Roberto Almar, pongo por caso, la maldad hubiese sido la misma. Pero no es solo la brutalidad de los invasores lo que se pone en solfa, sino la actitud miserable e incalificable de los compañeros de claustro del profesor asesinado y la tergiversación interesada que se hace de la memoria histórica. Es esta una novela contra la mezquindad y la hipocresía, contra la bajeza moral de quienes fueron cómplices de la barbarie desde su silencio y su actitud aquiescente.

Al oeste de Varsovia es también una indagación, una búsqueda, la que lleva a cabo una joven empeñada en averiguar la verdad sobre el asesinato del poeta y profesor. Encontrará un silencio espeso, un olvido deliberado, una monstruosa complicidad y una actitud deleznable por parte de quienes en su día fueron testigos del suceso. El paso de los años y la desmemoria han desdibujado los acontecimientos hasta conseguir que no quede apenas rastro de ellos. Sólo la tenacidad y la perseverancia permitirán a la joven reconstruirlos parcialmente, con una gran penuria de datos, aunque con ayudas generosas y solidarias. Al mismo tiempo, esa joven, recién separada del nieto de Cezary Ciéslak, se nos presenta perdida en su propio laberinto, en su íntimo sufrimiento, en su soledad.

Cilleruelo es poeta y se advierte en su forma de narrar. Hay muchos aciertos estilísticos en la novela y también estructurales, en la formar de dosificar e integrar el material narrativo en pequeños capítulos que se alternan constantemente. Una novela que se lee de un tirón; muy recomendable por muchas razones, entre otras por su calidad literaria.


Nota. José Ángel Cilleruelo mantiene un estupendo blog titulado El visir de Abisinia, al que se puede acceder desde "elvisirdeabisinia.blogspot.com" y desde los "enlaces" de este blog.