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viernes, 29 de noviembre de 2013

El porvenir vacío: Larra, Zúñiga y Zorrilla / y 3


Así cuenta Zúñiga el final de la lectura de Zorrilla y del entierro de Larra en su libro Flores de plomo:

La voz se rompió y Roca de Togores, que estaba detrás de él, le cogió los papeles y terminó de leer el poema, con lo cual se puso fin al acto: los tres sepultureros cerraron el ataúd y lo introdujeron en el nicho, lo que, por estar casi a ras de suelo, no les costó gran esfuerzo, y esta sensación de facilidad se comunicó a los presentes, que se pusieron las chisteras, empezaron a hablar y a moverse en dirección a la puerta del cementerio y a los coches que allí esperaban.

Si existe un remoto cielo
de los poetas mansión,
y solo le queda al suelo
ese retrato de hielo,
fetidez y corrupción;
¡digno presente por cierto
se deja a la amarga vida!
¡Abandonar un desierto
y darle a la despedida
la fea prenda de un muerto!

Poeta, si en el no ser
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí
detrás de ese firmamento...
conságrame un pensamiento
como el que tengo de ti.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El porvenir vacío: Larra, Zúñiga y Zorrilla / 1


Publicó Juan Eduardo Zúñiga hace unos años, en 1999, un libro titulado Flores de plomo. En uno de sus capítulos, o cuentos, según cómo se mire, o pequeñas piezas maestras, según se dice en el texto de la contraportada, titulado "Juzga la mirada", dice el poeta José Zorrilla, convertido por Zúñiga en personaje literario:

Pasarán unos años y olvidaremos a Larra. Se olvidarán sus artículos satíricos, se olvidarán sus amores, su mordacidad, su final lamentable, porque fue un descontento, un censor de cuanto le rodeó en su época y la verdad es que sólo se recuerda a quienes nos hacen sentir felices, aunque sea con engaños.

Cuenta después el personaje que al entierro de Larra no acudió nadie de la familia, tan solo algunos amigos, pocos, y escritores. Su mujer, Matilde O'Reilly -en realidad se llamaba Florentina- a quien le está hablando, se lamenta porque Larra fue, dice, un hombre educado, culto y con atractivo para las mujeres. Pregunta luego Matilde al poeta por qué fue al cementerio y el Zorrilla personaje de Zúñiga responde que había ido a leer los versos que algunos le habían pedido que escribiera en su honor.

Es cosa de imaginarse, ante Larra de cuerpo presente, en el ámbito lúgubre del cementerio, una tarde fría de febrero, al joven poeta, literaturizado por Zúñiga, que empieza a darse a conocer con la lectura de aquellos versos, leyendo con la voz entrecortada y estremecida:

Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana:
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.

Acabó su misión sobre la tierra,
y dejó su existencia carcomida,
como una virgen al placer perdida
cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
vacío ya de ensueños y de gloria,
y se entregó a ese sueño sin memoria,
¡que nos lleva a otro mundo a despertar!

Nota. El libro de Zúñiga lo publicó Alfaguara. El texto de Zorrilla lo tomo de la Antología de la poesía romántica, Clásicos Castellanos nº 12, Biblioteca Hermes, Barcelona, 1997. La edición y la selección de textos corrió a cargo de mi amigo José Ángel Cilleruelo, cuyo blog "El Visir de Abisinia", se puede visitar desde los enlaces de este blog. El texto de Zorrilla lo acompañó Cilleruelo con una nota al pie que dice: "La muerte de Larra fue uno de los acontecimientos que más impresionaron en la época romántica. Ese día, el joven y hasta ese momento enteramente desconocido Zorrilla, leyó estos versos, como homenaje, ante la multitud de personas que había acudido al sepelio. Este es, por lo tanto, el primer poema de su prolífica obra y, como tal, encabezó los seis volúmenes de sus juveniles Poesías."