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jueves, 27 de diciembre de 2018

Lluís Pasqual: De la mano de Federico



Quiero dejar noticia en esta entrada -un poco a destiempo porque el libro fue publicado en marzo de 2016, en Barcelona, por Arpa Editores- de la lectura de De la mano de Federico, de Lluís Pasqual. Lo hago por dos motivos: uno, porque es mucho más que un libro más sobre Lorca y dos, porque tras su lectura me vi impelido a releer los textos dramáticos del poeta andaluz más difíciles, más controvertidos, más innovadores, más vanguardistas y menos comerciales, a saber: El público, Así que pasen cinco años y Comedia sin título.         

Estructurado en forma de diario personal sin fechar las entradas, De la mano de Federico es un libro que califiqué de entrañable en una entrada días atrás leer aquí: en primer lugar por los elementos biográficos del autor que se integran con absoluta naturalidad en el relato; en segundo lugar porque se narra la relación de un hombre de teatro con un autor muy importante, literariamente hablando, del teatro español; en tercer lugar porque el Lorca que parece interesar más a Pasqual es el dramaturgo menos realista y menos convencional, el más oculto, el que menos se representó y sin embargo más innovó.

Quizá sean los aspectos de lo biográfico personal, que se entreveran sin estridencias en el hilo de la narración, el elemento más emotivo de los señalados: las canciones lorquianas que su madre les cantaba al autor y a su hermana; los discos que compraba su padre en los que algunos actores recitaban la poesía del poeta granadino; la memoria y el recuerdo del tío Luis, muerto en la Guerra Civil siendo muy joven; en fin, todo aquello que forma parte del mundo personal del director y que este decide compartir con sus lectores ligándolo a la trayectoria de su relación con Federico y su obra literaria.

La indagación que hace Pasqual en el mundo íntimo y personal del poeta resulta igualmente brillante y lúcida. Afirma el director que "a Federico hay que intentar leerlo con los ojos y con los oídos", para preguntarse después: "¿Cómo hablaba Federico? ¿Cómo era su voz? ¿Cómo la cadencia de sus frases? ¿Qué músicas del corazón salían de sus labios?", preguntas todas ellas que he visto formuladas pocas veces, si es que las he visto alguna vez, a los muchos que han escrito sobre Lorca. Busca, pues, Pasqual un punto de visto personal para acercarse a la compleja personalidad del poeta y de la lectura del libro se desprende una imagen de Federico novedosa, filtrada, eso sí, a través de la penetrante mirada del director teatral.

Me alegra que Lluís Pasqual se haga eco, en las páginas de su libro, de todo lo relacionado con Juan Ramírez de Lucas, el último amor de Federico, cuya historia publicó el diario El País (el lector interesado puede leer AQUÍ lo que escribí al respeto en su día) y que tan descolocados dejó a algunos de los que creen que lo saben todo sobre Lorca. Entre las páginas 102 y 109 podrá conocer, el lector que no lo haya hecho ya, la opinión de Pasqual sobre esa controvertida historia: "Aquel rubio de Albacete / vino, madre y me miró".

Otro de los aspectos destacados del libro lo constituye la narración del inmenso anecdotario generado por los numerosos montajes de las obras de Lorca dirigidos por Pasqual a lo largo de su ya dilatada carrera y por los actores, escenógrafos, músicos, bailarines, diseñadores de vestuario y un largo etcétera que participaron en ellos: Alfedro Alcón, Nuria Espert, Rosa María Sardá, Fabià Puigserver, Sara Baras, Antonio Canales, Manolo Sanlucar y tantos otros. 

Un recuerdo lorquiano, compartido, por lo que he leído en el libro, con Lluís Pasqual -él es del 51 y yo del 54-, que nunca me abandonará, es el del montaje de Yerma en el cine-teatro Coliseum, de Barcelona, llevado a cabo por Víctor García y Fabià Puigserver, e interpretado por Nuria Espert -creo que acompañada por José Luis Pellicena- sobre aquella cama elástica que, mediante el uso de un pequeño brazo de grúa, era elevada o cambiada de posición para figurar así distintos espacios escénicos. En las páginas 35 a 39 podrá el lector advertir la huella que dejó en Pasqual aquel montaje sobre el que Peter Brook, citado por el autor, dijo: "la historia de la escenografía se divide en un antes y un después de la lona de Yerma".

Del máximo interés, dados los orígenes familiares de Pasqual, es la relación del director teatral con el mundo del flamenco, el cante, el toque y especialmente el baile, en su trabajo teatral. Habla en el libro de ello, de Morente, de Sanlucar, de Canales, a quien hizo adelgazar ¡doce kilos! siguiendo, como decía con gracia el bailaor, "el método del maestro", quien acabó afirmando que Canales "estaba soberbio" en aquella puesta en escena de La casa de Bernarda Alba.

Abunda en las páginas del libro el sentido del humor y relata el autor anécdotas muy divertidas; por ejemplo, cuando lo confunden con el propio Lorca o cuando le dan el pésame por el hijo muerto a Margarita Xirgu tras recitar en un homenaje los versos finales de Bodas de sangre. 

Podríamos seguir, pero lo dejamos aquí. Invitamos al lector que no lo haya hecho ya a hacerse con este libro porque no es un libro sobre Lorca de esos que no aportan nada y solo repiten; no, este es un libro muy personal, escrito por un verdadero hombre de teatro, por un intelectual y un artista sobre quien se acaba de cometer -en esta realidad dislocada que vivimos últimamente en Cataluña- una flagrante injusticia. Vaya desde aquí mi solidaridad y mi respeto hacia la figura de Lluís Pasqual.

Nota. Dejó aquí, para el lector interesado, dos enlaces: el primero, AQUÍ, es el de la entrevista a Lluís Pasqual en EPS (El País Semanal) publicada en El País el doce de diciembre de 2018; el segundo es el de la entrevista a Alberto Conejero y Lluís Pasqual, AQUÍ, publicada en "La esfera de papel" del diario El Mundo el domingo 23 de diciembre de 2018. 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Tanka de los seres de luz


Los seres de luz
dejan siempre una estela
que nos envuelve
que irradia y permanece
y habla a través del tiempo.


Nota. Este tanka no lo he escrito yo, su autor es Lluís Pasqual, aunque el verso de inicio del poema, que da título también a esta entrada, no es de Pasqual, sino de un espectador del que solo nos da el nombre en la página 57 de su entrañable libro De la mano de Federico: Alberto, un "canario y un enamorado de Lorca". Alberto, al igual que Pascual, leyó en su juventud el ensayo de Pedro Laín Entralgo La curación por la palabra en la Antigüedad clásica. Un día, después de escuchar al ilustre director teatral recitar "Grito hacia Roma" en un recital poético, le dijo a Pasqual: "Hoy he terminado de entender lo que ya sabía: Federico era un ser de luz". 

miércoles, 28 de mayo de 2014

Con una venda en los ojos: García Lorca y Bagaría


En una entrevista que Luis Bagaría hizo a Federico García Lorca el diez de junio de 1936, publicada en el diario El Sol, mantuvieron este diálogo sobre el nacionalismo:

- ¿No crees, Federico, que la patria no es nada, que las fronteras están llamadas a desaparecer? ¿Por qué un español malo tiene que ser más hermano nuestro que un chino bueno?

- Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Para los tiempos que corren, toda una declaración de principios sensata y lúcida.

Nota. La foto del Museo Dalí de Figueres la tomé el pasado mes de agosto. Según indica García-Posada en nota al texto, Lorca envió las respuestas por escrito a su entrevistador. El texto procede de Federico García Lorca, Obras Completas III. Prosa, edición de Miguel García-Posada, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, 1997, pág. 637. 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Mi alma antigua de niño: ¡Feliz Navidad!


A todos los que pasáis alguna vez por aquí, y a los que no pasáis también, os deseo feliz navidad y un próspero, si puede ser, 2014.

Voy a necesitar, para los tiempos que vienen, recuperar mi alma antigua de niño, así que estas navidades haré como Federico García Lorca en el poema de 1919 "Balada de la placeta", incluido en Libro de poemas, 1921: irme muy lejos, cerca de las estrellas, para pedirle a Cristo Señor que me devuelva mi alma antigua de niño:

Se ha llenado de luces
mi corazón de seda,
de campanas perdidas,
de lirios y de abejas.
Y yo me iré muy lejos,
más allá de esas sierras,
más allá de los mares,
cerca de las estrellas,
para pedirle a Cristo
Señor que me devuelva
mi alma antigua de niño,
madura de leyendas,
con el gorro de plumas
y el sable de madera.

lunes, 14 de mayo de 2012

En entredicho


En entredicho ha quedado mucho de lo escrito sobre García Lorca después de los documentos que estos días ha publicado el diario El País. Miguel García Posada, en la “Introducción” a la edición, magnífica, de las Obras completas del autor, señalaba que el encuentro con Rafael Rodríguez Rapún había sido clave y decisivo en los años inmediatamente anteriores a la rebelión militar que prendió la mecha de la guerra civil y que Rapún “sería el gran amor de su vida”. Dice García Posada que Lorca “dudó mucho en marcharse de Madrid, seguramente para no separarse de Rapún” y que esa parece “haber sido la causa de que no viajara a Cuba y a México con Margarita Xirgu.” A la luz de lo publicado, estas hipótesis parecen erróneas. No fue de Rapún de quien Lorca se despidió en la estación de Madrid, sino de otra persona. Sí parece que Lorca tenía la intención de irse a México, pero previamente necesitaba que esa otra persona contase con la autorización de sus padres al ser legalmente menor de edad.

Durante años muchos lectores de Lorca se preguntaron por qué el poeta viajaría a Granada en aquellos días tan tensos, en los que se presagiaba el desastre donde quiera que se volviese la mirada. Parecía que el deseo del poeta de celebrar el día de su santo junto a sus padres era un motivo que explicaba ese viaje de modo insuficiente. Muchos fueron los que pensaron debería haber algo más, alguna razón oculta para que un hombre avispado como Lorca fuera a meterse en el ojo del huracán que fue Granada en aquellos trágicos días. Quizá ahora, a la luz de lo que se ha publicado se entienda algo mejor la necesidad de Lorca de despedirse de sus padres puesto que iba a emprender un largo viaje del que no sabía a ciencia cierta cuándo iba a poder regresar. Tal vez.

Lo que cabe preguntarse es lo siguiente: ¿Si Agustín Penón ya hablaba en 1955 de esta relación última de Lorca, dando incluso el nombre de la persona, cómo es que quienes escribieron sobre Federico no tiraron de ese hilo hasta ver qué había de cierto en ello y prefirieron seguir con la idea de que el poeta solo mantenía la relación con Rodríguez Rapún y de que este era el destinatario y el inspirador de los Sonetos del amor oscuro? Con lo publicado, también esos maravillosos sonetos, en los que se funde la tradición clásica con la modernidad procedente del surrealismo, cobran una nueva luz. “Amor de mis entrañas, viva muerte / en vano espero tu palabra escrita”, dice Lorca en uno de ellos. ¿Qué palabra escrita esperaba Federico, la de Rodríguez Rapún, o la de la persona con la que esperaba marcharse a México? Quizá si, como dijo Luis Rosales, Federico corrigió o incluso escribió, cuando estuvo refugiado en su casa, alguno de esos sonetos, tal vez ahora cobren también una nueva perspectiva de interpretación. Un riguroso trabajo filológico de datación y estudio textual de los mismos contribuirá a aclarar muchos de los aspectos que ahora quedan abiertos.

Habrá que reescribir, también, las últimas semanas de la vida de Lorca teniendo en cuenta todos estos datos. Y también lo escrito acerca del lugar donde está enterrado, porque los datos aportados por Gibson, cuya fuente principal es sobradamente conocida, son también claramente erróneos y lo escrito necesita de una revisión a fondo. ¡Ay, Federico!...

jueves, 26 de abril de 2012

Una voz oscura detrás de los montes




La pasión irreprimible rompe los convencionalismos y deshace las ataduras que nos echaron encima desde antes de nacer. Nada se puede contra el grito de la sangre. Y es mejor seguir el camino de la sangre que estar “vivo con ella podrida”. Aunque la fatalidad le persiga, Leonardo huye con la Novia y dispara la trama de la tragedia que acabará, inevitablemente , en muerte y desolación. A la mujer de Leonardo, en Bodas de sangre, le espera un destino aciago: “Tú, a tu casa. Valiente y sola en tu casa. A envejecer y a llorar. Pero la puerta cerrada. Y vengan lluvias y noches sobre las hierbas amargas.” La Madre del Novio grita su rabia y su desesperación y pareciera, en sus palabras, que Lorca esté hablando de sí mismo de forma premonitoria:


Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar.


Juntos están el maestro, el poeta y los dos banderilleros. Maleza alimentaron sus cuerpos, que no trigo, en un paisaje agreste y desolado. El destino los juntó para que inertes acabaran tendidos y confundidos en la muerte, en la soledad irremediable de la muerte. Cuántas veces las madres de tantos que murieron de forma similar a la de Federico García Lorca no se preguntarían lo mismo que la Madre de la Novia: “¿No hay nadie aquí? Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes.”

sábado, 19 de diciembre de 2009

García Lorca: La Huerta de San Vicente


Cuando se cumple un año desde que publiqué la primera entrada, recupero hoy una anotación de mi diario personal escrita en Cádiz el 6 de agosto de 1988. Encontrarán sus restos o nos los encontrarán, pero sabemos, tiene razón García Montero, lo necesario y tal vez lo decisivo: que fue un poeta extraordinario; que su verbo era claro y luminoso y su capacidad metáforica, tan dislocada a veces, como correspondía al vanguardismo, muy difícil de igualar; que se puso, perteneciendo a otra clase, siempre del lado de los oprimidos; que nos dejó un puñado de obras teatrales del más alto nivel; que estaba escribiendo un cancionero de sonetos, en el que se advierten ecos lejanos del petrarquismo, hablo de los Sonetos del amor oscuro, que el destino quiso que se convirtiera, inacabado, en un indicio de lo que hubiera podido escribir de haberle alcanzado la vida para hacerlo; sabemos, digo, lo decisivo, que lo asesinaron los intolerantes y cerriles de siempre; encontrarán sus restos o no, pero sabemos lo decisivo, lo que realmente importa. Que cada cual cargue con su responsabilidad: los que lo detuvieron y decidieron después asesinarlo; los que teniendo informaciones valiosas para saber cómo se desarrollaron los hechos, callaron durante años; los que guiados por un afán irresponsable de protagonismo, queriéndose dar importancia a costa del poeta, dieron pistas falsas; los que historiaron, y siguen haciéndolo, el proceso basándose en el testimonio vivo, sin contrastar o por lo menos cuestionar la veracidad de las fuentes; los que han especulado siempre con la triste muerte del poeta; los que no quieren "llenar Granada de agujeros"; los que...

Cádiz, 6 de agosto de 1988

El tráfico de Granada es caótico. No sólo por el gran número de vehículos, sino por la señalización de sus calles, que las convierte en intrincados laberintos. Salimos en dirección a la costa de Motril. Un letrero en color rosa indica al viajero que puede visitar la casa-museo de Federico García Lorca en la Huerta de San Vicente. Seguimos solícitos los carteles indicadores hasta que nos extraviamos entre un grupo de casas viejas y campos de verde moribundo y abandonado, con el aspecto de terrenos suburbiales de ciudad. Paramos el coche frente a la fachada de una hermosa casa, dejando a un lado un pequeño jardín de aspecto dejado. Un perro fiero nos ladra sujetado por una cadena a un pequeño pozo. Junto al edificio principal de la casa hay otro anexo con un patio. Sentado a una mesa redonda un señor, de edad avanzada y de escaso cabello rubio muy corto y gafas doradas responde a nuestra pregunta:

- Sí, ésta es la casa de Federico García Lorca.

Aparcamos el coche y entramos, precedidos de nuestro guía particular, en la casa de verano del poeta. Ya desde el umbral nos explica nuestro cicerone que todo está tal y como lo dejó la familia, pero que todo ha de cambiar puesto que está en proyecto hacer un museo de la casa, pero que mientras tanto todo está tal y como estuvo siempre: "Llevo más de cuarenta años trabajando para la familia". Faltan en las paredes casi todos los dibujos del poeta, que ahora deben estar en Nueva York en una exposición. El salón está como entonces, "ustedes lo habrán visto en la serie de televisión; sobre este aparador estaba la radio en la que toda la familia escuchaba las alarmantes noticias del Alzamiento".


Nos explica que el piano ya no está, que lo tiene doña Isabel, la única hermana del poeta que vive, y se lo ha llevado a Madrid junto con la ropa del poeta, el mono de "La Barraca", las chaquetas blancas, que estuvieron por aquí hasta hace poco. Se conserva en el salón el enorme retrato de Isabel, muy romántico, muy de otro tiempo. Todo tiene un indefinible aire de nostalgia, de estar anclado en el pasado. La tapicería de las sillas sigue siendo la misma, en color rojo granate, de entonces; hoy está protegida por una solícita funda de flores blancas y verdes que la mujer de nuestro guía ha colocado para evitar el desgaste del polvo y de los años.

En la planta baja, según se entra a mano izquierda, hay una pequeña habitación que aún contiene un retrato, de grandes dimensiones, del poeta envuelto en un albornoz de color amarillo. Hay una antesala, que separa este cuarto del salón, en la que, nada más abrir la puerta, se encuentra un hermosísimo arcón de madera que tiene encima un tapete blanco y un jarrón. Durante un tiempo este arcón guardó algunos ejemplares de las obras del poeta, sobre todo de Impresiones y paisajes. Nuestro guía nos explica, al terminar la visita, ya en el jardín, que una vez, hace muchos años, tuvo que regalar un ejemplar a un argentino que se "puso pesadísimo"; "Los argentinos son muy lorquianos, como ustedes los catalanes -dijo al ver la matrícula del coche-".

Completa la planta baja un hermosa y limpia cocina en forma cuadrangular, con las alacenas, las mesas y la antigua cocina de carbón y leña, en la que se cocinaba en los años en los que el poeta habitó la casa. A su lado hay una moderna cocina de gas butano: "Los tiempos cambian, prueben a cocinar con eso y verán; eso sí, es muy hermosa". Por un instante he tratado de imaginar el trajín de criadas preparando la comida o la cena.

Saliendo de la cocina se encuentra la escalera, que lleva al piso de arriba, donde están situadas las habitaciones. La escalera es preciosa, con un pasamanos de hermosa madera y unos escalones de cerámica roja rematados en madera oscura. Dos rellanos; tiene forma de u, gira casi ciento ochenta grados de abajo arriba. Frente al final, el cuarto de las hermanas del escritor, muy bello, con dos camas. A mano derecha, el cuarto del poeta con un balcón que se asoma al jardín y a la fachada principal. Su cama, cubierta con una colcha blanca de ganchillo, su enorme mesa de trabajo, preciosa de madera clara, como de roble o de haya; sobre ella, enmarcado en la misma madera y protegido con cristal, un cartel de "La Barraca".

Hay en la habitación un regalo de Rafael Alberti, con su dedicatoria, que el poeta gaditano hizo a Lorca en la Residencia de Estudiantes con motivo de una representación teatral. Todo tiene el aire de una habitación habitada, se tiene la impresión de que el poeta va a entrar por la puerta, vestido de blanco, en cualquier momento. La habitación es muy bella. Realmente hay algo del alma del poeta que sigue vivo entre sus paredes, se nota, lo percibo, yo que no creo en estas supersticiones, claramente, me toca, guardo silencio, no lo comento con quien va conmigo.

Al dejar la habitación de Federico, atravesamos un pequeño pasillo al que se asoman todas las otras, de puertas verdes y paredes blancas; algunas están cerradas y no se nos enseñan. Al final de ese pasillo una puerta da a la terraza desde la que el poeta contemplaba La Alhambra; bueno, entonces se vería, hoy no se ve más que una hilera de bloques de pisos: "La casa es muy fresquita para el verano y antes Granada no era la que es hoy, todo eso que ven ahí era campo que separaba esta huerta de la ciudad."

Salimos al jardín. Fotografío, con permiso de nuestro guía, el balcón de la habitación del poeta y la fachada inundada de madreselvas con una cerámica que dice "Huerta de San Vicente nº 6": "Todo esto será un parque y la casa un museo. Ya está hecho el concurso para la adjudicación de las obras y pronto empezarán. Hay quien dice que prefiere ver la casa así, tal cual estaba en su época y no como quedará después de su acondicionamiento como museo. Yo casi lo preferiré, porque aquí están los dibujos y los libros, la ropa y, la verdad, con los tiempos que corren..."

Han pasado cincuenta y dos años desde que Lorca se refugió en esta casa, huyendo de los temores del golpe militar. Su presencia sigue viva en cada mueble, en cada esquina, en cada prenda, en cada objeto de esta casa preciosa, prendada de nostalgia, de la melancolía que siempre tienen las muertes inútiles y a fe que la del poeta lo fue; vive Dios que lo fue.

Nota. Volví a visitar, ya convertida en museo, la casa de Lorca en diciembre de 2006, a esa visita pertenecen las fotos que ilustran esta entrada, en la anterior no tenía cámara digital. La sensaciones que apunto en esta entrada, cuando la visité tal como era en la época en que la familia veraneaba aquí, habían desaparecido casi por completo, fue como si el tiempo hubiera borrado la memoria, la presencia, que tan fuertemente se me manifestó cuando vine por primera vez. Números redondos. Un año de blog. Esta es la entrada número cien. Mil cuatrocientas personas han entrado a ver mi perfil. Trece mil han visitado las páginas volanderas de esta bitácora. Algunos, muchos menos, han dejado comentarios a esas entradas. Incertidumbre sobre el futuro del blog. ¿Qué haré? ¿Cómo lo continuaré? ¿Qué sesgo tomarán las entradas? Lo ignoro. Hoy sólo quiero agradecer esas trece mil visitas que han entrado en este blog y sobre todo, a los que ya considero amigos, por su reiteración en el dejar comentarios. A todos, muchas gracias.