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jueves, 15 de noviembre de 2012

Barcelona, octubre de 1934 / y 3


Julián Marías, Una vida presente. Memorias 1 (1914-1951), Alianza Editorial, Madrid, 1988. Pág.161.


Paralelamente a la insurrección de Asturias, en Barcelona, Companys, que había sustituido a Maciá en la presidencia de la Generalidad, proclamó la República catalana, en franca rebeldía frente al Gobierno nacional, con las fuerzas que estaban a sus órdenes y otras improvisadas, paramilitares. El general Batet acabó prontamente con esta rebelión, que ofreció muy escasa resistencia, pero dejó en suspenso el Estatuto y produjo una situación de tensión y descontento.

En ambos casos, se trataba de una ruptura de la convivencia, por una parte; de la legalidad, por otra. La Constitución y el Estatuto fueron igualmente violados por ambas rebeliones. Faltó en absoluto el respeto a las leyes, incluso a las más altas, reguladoras de la vida nacional. Tuve la impresión, pronto confirmada, de que la República había quedado herida mortalmente, y sería muy difícil salvarla; para ello habrían sido necesarias grandes dosis de inteligencia, energía y generosidad; las tres escaseaban.

lunes, 27 de febrero de 2012

Una lección de vida



Estimado Rafael:


Terminé, hace unos días, la lectura de las memorias de Julián Marías en la edición de Alianza Editorial, publicadas en tres volúmenes bajo el título global de Una vida presente. Aunque ya había leído el primer volumen hace algunos años, para estudiar lo que en él se decía de Julián Besteiro, solo ahora, releído de un tirón junto a los otros dos, recobra el libro todo su esplendor. Pienso que no exagero si digo que ese primer volumen es de lectura imprescindible, también los otros dos, claro, para quien quiera saber lo que se perdió con el tajo de la Guerra Civil. La Facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid es un claro ejemplo de ello. Juan Marichal dijo alguna vez que la libertad de conciencia había sido muy poco ejercida en España y que esa carencia influyó decisivamente en lo que hemos sido como país. Marías, republicano moderado, defensor siempre de la libertad y enemigo de cualquier extremismo, sobre todo político, vio con lucidez que esa libertad de conciencia en la que él se educó y se formó intelectualmente en la Facultad de Filosofía mencionada, con maestros como Ortega, Zubiri o el propio Besteiro, tardaría demasiados años en ser recuperada, en el nivel público, que no en el privado donde tantas personas la ejercieron durante los años de plomo de la dictadura, en España. La vida de Marías y su trabajo, los libros sobre todo, pero también las conferencias, los cursos en las universidades extranjeras -aquí no se le permitía ejercer la docencia en ese ámbito-, el magisterio ejercido siempre sobre pequeños grupos ilustrados, es un ejemplo de vínculo, de nexo de continuidad con una España que la guerra y la dictadura franquista se encargaron de laminar.


Tiene razón Marías cuando dice que somos lo que hemos hecho pero también lo que no pudimos hacer. Su palabra escrita, el relato que hace de su propia vida es una enorme lección de tenacidad, de lucha por la libertad, de compromiso con sus ideas y con su tiempo. La ética, la decencia y la defensa de su dignidad son admirables, incluso en contextos tan adversos como en los que le tocó vivir. Tienes razón, Rafael, entrañable es la palabra adecuada. Entrañables son las páginas dedicadas a narrar el dolor por la muerte de su primer hijo y también estremecedoras resultan aquellas en las que cuenta la enfermedad y muerte de su mujer, a la que le unió una historia de amor muy particular. La grandeza de Marías asoma tras cada página. Por ejemplo, cuando se niega a nombrar a las personas que le denunciaron al acabar la guerra y que dio con sus huesos en la cárcel. Tú sabes muy bien, Rafael, que su hijo Javier lo contó, en cierto modo, cerró la “vida presente” de su padre, en su novela Tu rostro mañana; y digo que lo sabes muy bien porque en tu estupendo libro sobre don Julián sigues la pista de esos personajes y nos cuentas qué fue de ellos. ¡Admirable la actitud de Marías! Y entrañable el abrazo de despedida de Julián Besteiro cuando este fue detenido en los sótanos del Ministerio de Hacienda de Madrid. Estremecedora también resulta la imagen que nos deja de Ortega desde que regresó a España hasta su final.


Si hubiera un canon de biografías, la de Marías debería ocupar un lugar muy destacado. Pienso que el primer volumen, uno de los más hermosos libros que he leído en mi vida, debería ser de lectura obligatoria en institutos y universidades.


Recibe un afectuoso saludo de este amigo y lector tuyo, Javier.

lunes, 9 de enero de 2012

Julián Marías: hablar por boca ajena



A J.G., que encabezó
la pequeña lista.

Los libros ejercen ciertos efectos sobre sus lectores, pocos o muchos; a veces, durante muchos años, en algunos casos excepcionales, durante siglos. Pero no se suele reparar en los efectos que tienen sobre el autor, que queda modificado por cada uno de ellos, siempre que se trate de libros auténticos, nacidos del fondo de la persona. El libro sobre Ortega había sido de larga elaboración; me había ocupado más tiempo que ningún otro; es decir, había “vivido” en él, sumergido en él durante tres años, inmerso en el empeño de reconstruir su mundo.

Paradójicamente, fue después de la muerte de Ortega cuando más intensa y constantemente me ocupé de él, cuando penetré con mayor hondura en su obra y en la adivinación de su vida, en un extraño experimento mental consistente en ver el mundo –el intelectual y el resto- tal como lo había vivido.

Este intento de reviviscencia de otra vida, este ensayo de trasladarme imaginativamente a mundos ajenos y relativamente pretéritos, me dio experiencias que nunca hubiera poseído. Al acabar de escribir el libro, tenía que ser sensiblemente diferente.

Algunas personas reconocieron que la visión de Ortega iba en adelante a ser otra, y se dieron cuenta de que ello era así porque había sido visto desde una perspectiva a que yo mismo no había llegado antes. Pero al mismo tiempo se consolidó en España la decisión de “no enterarse”, de anular a Ortega por el procedimiento de cerrar los ojos.

No sería sincero si no confesara que esto me produjo alguna desilusión. Soy bastante resistente, quizá por ser muy poco vanidoso, por no interesarme la popularidad, pero cuando se publica un libro es para que sea leído y entendido, para que sirva de algo. Resultaría asombrosa una pequeña lista de personas que no dijeron nada de este libro, simplemente como si no existiera.


Nota. Estas reflexiones, extraídas de las páginas 156 y 157, pertenecen al libro de Julián Marías Una vida presente. Memorias 2 (1951-1975), Alianza Editorial, Madrid, 1989. Apelo a la indulgencia del lector para que perdone la osadía y de paso rogarle que donde dice Ortega ponga Aub, el de Max Aub, novela.

lunes, 1 de noviembre de 2010

No contar nunca nada. Tu rostro mañana, de Javier Marías



“No debería uno contar nunca nada”. Así empieza Tu rostro mañana, una de las dos grandes obras escritas en castellano en el arranque del siglo XXI, la otra es 2666, de Roberto Bolaño. A pesar de que Javier Marías fue publicando la novela por entregas Fiebre y lanza (2002), Baile y sueño (2004) y Veneno y sombra y adiós (2007), fue en 2009 cuando se publicó la edición conjunta que permite leer el texto como lo que es, una sola novela. Resulta llamativo que el arranque sea, en cierto modo, una negación de lo narrativo, del hecho en sí de “contar”. En esa misma idea ha insistido Marías en un artículo reciente en el EPS, en el que recalcaba la idea de que conviene tener sumo cuidado con lo que se dice y cuenta porque puede volverse contra uno mismo en forma de crítica o de escarnio o de burla. Sin embargo, Jaime o Jack o Jacobo Deza cuenta y cuenta mucho y dialoga y reflexiona, aunque lo hace sabiendo que nada ni nadie es imprescindible, desde un escepticismo total frente a eso que suele llamarse “destino”: “Hay personas que asumimos que estuvieron siempre destinadas a sus funciones, que nacieron para lo que hacen o las vemos ya haciendo, cuando nunca nadie nació para nada, ni hay destino que valga ni nada está asegurado.”

Tres personajes van vertebrando el relato: Sir Peter Wheeler, el padre de Jaime Deza y Bertram Tupra. De los dos primeros, es el propio autor quien nos da el referente real: Sir Peter Russell y el padre del novelista, el filósofo Julián Marías. Las referencias a la Guerra Civil son muy interesantes y cohesionan también la narración: la investigación de Deza sobre el asesinato, a manos de agentes del estalinismo, en Alcalá de Henares, de Andreu Nin; la historia estremecedora de la delación contra el padre de Deza y los recuerdos de este sobre la violencia antes, durante y sobre todo después de la Guerra, de hecho podríamos entender la novela como una densa y extensa reflexión sobre la violencia, sus causas y sus consecuencias en la forma de actuar de las personas; el asesinato en Ronda de Emilio Marés, “toreado” por los falangistas hasta su muerte, hecho del que alardeaba después por los cafés cierto escritor que “tuvo exequias solemnes cuando murió, hasta un ministro muy democrático ayudó a llevar el ataúd”; finalmente, la integridad moral del padre de Deza se impone en un paisaje de miseria, violencia y delación.


Hay en la novela personajes grotescos como Rafita de la Garza, encarnación de la chulería, el machismo y la vulgaridad e ignorancia hispanas, contra quien se emplea una violencia tal vez desmesurada por parte de ese otro personaje logrado y misterioso que es Tupra, Bertram o Bertie, para quien Jaime Deza presta servicios y cuya relación con él es casi siempre problemática, compleja y de confusos límites. También resulta grotesco, violento y cobarde, Custardoy, el artista que protagoniza una historia cruda en el final de la novela y sobre quien Deza ejerce la misma violencia que Tupra con de la Garza, aunque quizá en este caso tenga más justificación por la violencia machista que Custardoy ejerce sobre las mujeres. Interesante es también la relación de Deza con Luisa, su mujer, de quien está separado, y con sus hijos y que en la parte final del relato, junto con la muerte del padre, cobra un especial relieve narrativo. Del mismo modo, la peculiar relación “amorosa” de Deza con la joven Pérez Nuix es de gran interés. Con todo, la melancolía ante la cercanía de la muerte, la complicidad y la inteligencia de Wheeler, los diálogos, los temas de conversación entre él y Deza sea lo mejor de la novela junto al personaje del padre y la visión que este ofrece de la España de los años de hierro de la dictadura.

Es muy difícil, en una nota breve como por fuerza ha de ser una entrada de blog, tratar de una novela que es un universo narrativo en sí misma. Creo, con todo, que es lo mejor que he leído de Marías y creo también que Tu rostro mañana sea tal vez la mejor novela de los últimos treinta o cuarenta años escrita en lengua castellana (en el recuerdo, Antagonía de Luis Goytisolo). Como dice Mario Vargas Llosa, por fin Premio Nobel, la novela ha de mantener en todo momento el “poder de persuasión”, el hacer creer al lector que entra en un universo distinto del mundo en que todos vivimos y a fe que Marías lo consigue plenamente con una prosa de sintaxis poderosa, evocadora y de una riqueza inusual en el panorama narrativo actual, así que al terminar esta larga novela tiene uno la sensación de que las citas que aparecen en la faja que adorna la edición dicen verdades como puños y no te queda otra que compartirlas plenamente: “De lejos es el mejor prosista español actual... Un escritorazo”, dice Roberto Bolaño; “uno de los mejores escritores europeos contemporáneos”, asegura JM Coetzee; “entre quienes deberían recibir el Nobel, está Javier Marías”, concluye Orhan Pamuk. Que así sea y pronto.