Julián Marías, Una vida presente. Memorias 1 (1914-1951), Alianza Editorial, Madrid, 1988. Pág.161.
Paralelamente a la insurrección de Asturias, en Barcelona, Companys, que había sustituido a Maciá en la presidencia de la Generalidad, proclamó la República catalana, en franca rebeldía frente al Gobierno nacional, con las fuerzas que estaban a sus órdenes y otras improvisadas, paramilitares. El general Batet acabó prontamente con esta rebelión, que ofreció muy escasa resistencia, pero dejó en suspenso el Estatuto y produjo una situación de tensión y descontento.
En ambos casos, se trataba de una ruptura de la convivencia, por una parte; de la legalidad, por otra. La Constitución y el Estatuto fueron igualmente violados por ambas rebeliones. Faltó en absoluto el respeto a las leyes, incluso a las más altas, reguladoras de la vida nacional. Tuve la impresión, pronto confirmada, de que la República había quedado herida mortalmente, y sería muy difícil salvarla; para ello habrían sido necesarias grandes dosis de inteligencia, energía y generosidad; las tres escaseaban.