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viernes, 15 de enero de 2021

Soneto al Cristo de El Greco



SONETO AL CRISTO DE EL GRECO

Estremece, Señor, tanta tristeza
en tus ojos velados por el llanto,
cual si todo fuera en ellos quebranto
que empañara el fulgor de su belleza.

¿Es que han perdido, Señor, su entereza
y es ya su mirar flor de camposanto,
desolada imagen del desencanto
que socava y hiere su fortaleza?

Así captó el pintor su desamparo,
como el de un hombre en vísperas de muerte
que asume su destino sin reparo.

Pero tu muerte, Señor, no fue muerte,
que es tu palabra consuelo y amparo,
dulce claridad que a todos advierte.


Nota. Una mañana de mediados de noviembre de 2020 visité el MNAC, en Montjuich. En mi deambular por las salas vacías del museo me encontré con el cuadro de El Greco "Cristo con la cruz" y con otro a su lado sobre San Pedro y San Pablo. Contra mi costumbre tomé un foto de cada cuadro. Impresionado por la imagen de Cristo imaginada por el pintor, en aquellos días escribí el soneto de esta entrada con la que quiero reanudar mi actividad en el blog después de un largo paréntesis. 

sábado, 8 de julio de 2017

La vigilancia de los acantos, de Javier Pérez Escohotado y Miquel Pescador



Podría decirse que los relatos que integran este libro, singular y original por muchas razones, están relacionados con la tradición de la literatura latinoamericana: de una parte son deudores de la cultura mexicana de la muerte, de la que ya bebieron, entre otros, Max Aub en sus Crímenes ejemplares y en sus Epitafios; por otra parte, se relacionan con la minificción y el microrrelato. Por eso, la Quintana en que están ambientados algunos de ellos evoca en el lector, al menos en el lector que yo soy, la Comala de Juan Rulfo, es decir, ese tipo de territorio literario de ficción en el cual las tortuosas líneas de la vida y de la muerte se entreveran y confunden como si fuesen incapaces de perimetrar sus límites. Al mismo tiempo, el tono poético de la mayoría de las narraciones hace pensar en los relatos mínimos de Juan José Arreola: "Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte". Es, en este caso, significativo que en Quintana Roo, uno de los estados federales de México, haya una escuela federal pública que lleve el nombre de Arreola.


Estos microrrelatos, brillantes, nostálgicos, irónicos y divertidos a veces, terminan en un epitafio en forma de estrofa de dos o tres versos, que evoca los finales didácticos con que don Juan Manuel cerraba sus cuentos en El conde Lucanor, aunque no haya aquí didactismo alguno, sino una buena dosis de escepticismo ante la condición humana. Estas referencias no empecen, en absoluto, la originalidad de estos cuentos, antes bien les brinda un anclaje en una tradición literaria sólida y constatable. En ese sentido, los "guiños" literarios son frecuentes. Por ejemplo, en el relato titulado "Omar K. Perhaps" el inicio es "Te recuerdo como eras a los quince años", lo que hace pensar en los versos de Neruda: "Te recuerdo como eras en el último otoño"; lo mismo ocurre en el titulado "Aaron P. Moses", en el que se dice "yo nací, perdonadme, en Estambul", lo que evoca los versos de Jaime Gil de Biedma: "Yo nací, perdonadme, en la edad de la pérgola y el tenis".


Estos cuentos, calificados de "vidas paralelas" en la contraportada del libro, relatan unas vidas imaginadas, a partir de nombres rescatados del spam, a quienes el autor imagina una peripecia vital que se cuenta en pasado porque sus protagonistas ya han fallecido. Son, pues, retratos mínimos, vidas imaginadas, contadas en el sucinto espacio de un texto breve o hiperbreve. No sé por qué, al leerlos, he recordado a Camilo José Cela, quien practicó este tipo de relato breve, retrato de personajes imaginados, cuya trayectoria se contaba en una o dos páginas, pienso en Los viejos amigos.


Pero el tono de modernidad, el reflejo de la inanidad de cualquier vida, la extrañeza ante una realidad no pocas veces adversa, los fracasos en el amor y en muchas de las empresas emprendidas por estos hombres y mujeres imaginados, los asuntos tratados y las voces de los narradores contribuyen decisivamente a la personalidad y a la brillantez de estos cuentos.



En casi todos ellos hay tristeza, o al menos yo lo he visto así. Es precisamente esa tristeza la que ha sabido captar con gran acierto Miquel Pescador en los retratos que ilustran el libro y que nacen todos ellos de la lectura de los textos. Recomiendo al lector de este libro que ponga su atención en las miradas de los personajes de las ilustraciones. Esas miradas reflejan, según lo veo yo, el desamparo de los seres humanos. Parecen captadas del vacío, de la nada, de un más allá intangible que ni existe ni tiene fundamento alguno. El retrato que corresponde al relato titulado "Peggy Pennington", triste historia de una cooperante de una oenegé, es un claro ejemplo de lo que digo:




Leyendo el relato, este y los demás, se entenderá bien la fuerte ligazón que existe entre textos e ilustraciones, esto es, entre pintura y literatura. En este que señalo, la mirada es de profunda tristeza, tal vez de decepción, y parece como rescatada de la nada; pero otras veces, las miradas son inquietantes, dislocadas, desvalidas e incluso arrogantes y desafiadoras. Pero es la tristeza  el sentimiento que predomina en esas miradas imaginadas y provenientes de un extraño mas allá.

Este libro forma parte, pues, de un proyecto artístico multidisciplinar que se expone, al que los autores han llamado Spam Project AnthologyDesde estas páginas volanderas recomiendo o bien la lectura del libro o bien la asistencia a alguna de las exposiciones, como la realizada en La Rioja, que lo muestran o mejor, ambas cosas al tiempo. 



domingo, 5 de marzo de 2017

Gonzalo Goytisolo Gil: Personas pintadas

Hasta el día 26 de marzo podrá, quien lo desee, visitar una exposición en la que, además de recrearse en la visión de la obra expuesta, tendrá la oportunidad de ver al artista trabajar y, si la ocasión es propicia, charlar con él y recibir algunas explicaciones acerca de su técnica pictórica. Muy pocas veces eso sucede así y es uno de los elementos, al margen claro de la calidad artística de los cuadros expuestos, que hacen singular esta muestra en el "Espai Volart" de la Fundació Vila Casas, sita en la calle Ausiàs Marc, 22, de Barcelona.

(Retrato de Carmen Balcells, web Fundació Vila Casas) 
Gonzalo Goytisolo Gil (Barcelona, 1966), pintor de reconocido prestigio y  larga trayectoria, basta con visitar su página  web gonzalogoytisolo.com, centra el tema de esta exposición en el retrato, género pictórico en el que se revela como un consumado maestro.

Los que pueden verse en esta exposición versan sobre escritores famosos, entre ellos su padre y sus tíos, pero también Marsé, Gimferrer o Vargas Llosa; personas destacadas en el mundo de la cultura como Carmen Balcells; familiares -entrañables resultan los de sus padres y su hermano en grafito sobre papel-, amigos, personas influyentes en el mundo de la política y de los negocios; en fin, personas pintadas a lo largo del tiempo en cuadros de diferente formato, enfoque, color, luces y sombras, técnicas, posturas, ambientaciones y fondos en los que predominan los interiores confortables: salones, despachos, bibliotecas, jardines o terrazas. Todos ellos captan a las personas retratadas en un instante de sus vidas que queda eternizado en la ficción del cuadro, pasando así, la persona retratada, a convertirse en personaje de esa obra de arte.

                                      (Litografía 24/175 de Goytisolo Gil, colección particular)

En el catálogo de la exposición, cuya portada ilustra esta entrada, escribe Gonzalo Goytisolo un interesante texto titulado "Hacerse un retrato (teoría relativa)" -impreso en catalán, castellano e inglés- del que extraigo esta reflexión sobre la "vocación artística":

Tengo la suerte de vivir exclusivamente de la pintura, es decir, de producir una clase de bienes que claramente no son de primera necesidad, y menos aún con la que está, y seguirá, cayendo, así que en lugar de lamentarme del Hado adverso, he decidido buscarme la vida del modo más realista del que soy capaz para poder llegar a mis citas mensuales con el banco de la manera lo menos traumática posible, así que he decidido enfocar mi trabajo en los encargos, sobre todo los retratos, ya que desde hace años son estos mi fuente real de sustento. (...) Pintar, vender, comer, vivir, pintar. Reconozco que, explicado de este modo, todo resulta demasiado pragmático, poco artístico, y por así decirlo, sin magia. Pero es que yo creo que eso que llamamos magia es frecuentemente el resultado de un trabajo tedioso realizado con una pasión más o menos quieta y más o menos lúcida, más parecida a la tozudez que a otra cosa, y, necesariamente, en el entorno del mundo real. Del mismo modo que creo que la idea popular de una vocación artística como una especie de pasión flamígera e incontenible que se manifiesta de modo espectacular, popular por ser una fantasía autoindulgente, está bastante alejada de la realidad. En mi experiencia, la vocación es eso que realmente se manifiesta con el paso del tiempo, cuando llegan las malas noticias, las cosas no vienen rodadas y ya no resulta todo tan fácil ni prometedor, y unos abandonan, mientras que otros creen que a pesar de todo sigue mereciendo la pena seguir adelante y se las ingenian para ir presentando batalla lo mejor que saben o pueden. Pintar, como vivir, es un acto esencialmente concreto y empírico. 

(Goytisolo Gil en el taller de Antonio López y Juan José Aquerreta.
Tomo la foto del Blog de Estrella, http://chiquitin52.blogspot.com.es)

Mi relación con Gonzalo Goytisolo, inexistente en lo personal hasta el viernes tres de marzo, se debe a dos coincidencias muy distanciadas entre sí en el tiempo. La primera es el hecho de haber adquirido, a finales de los ochenta dos hermosas litografías, cuyas deficientes fotos ilustran esta entrada, que desde entonces han ocupado un lugar destacado en las paredes del comedor de casa, de modo que podría decirse que llevo más de treinta años comiendo junto a esos paisajes urbanos de la ciudad de Barcelona filtrados a través del arte y la sensibilidad de Goytisolo Gil. La segunda es más literaria. Cuando publiqué en Alba Editorial mi novela, Años triunfales. Prisión y muerte de Julián Besteiro, la editorial le encargó la portada a Gonzalo Goytisolo. La hizo, se publicó, pero no tuve la oportunidad entonces de conocerlo.

                                  (Goytisolo Gil, imagen que ilustra la portada de Años triunfales)

Salgo poco y apenas frecuento los actos culturales, vivo bastante alejado de lo que suele llamarse vida literaria, en este caso, artística. Pero mis amigos -Joaquim y Elena- me hablaron de la exposición de Goytisolo Gil y al explicarme que el artista estaba instalado en el piso de abajo ("donde está el poder", me dijo luego Gonzalo con cierta sorna) trabajando y que no rehuía el trato con los visitantes, al contrario, parecía agradecerlo, vi la oportunidad de acercarme, el lugar de la exposición está relativamente cerca de donde vivo, y conocer a Gonzalo personalmente. Así que, el viernes tres de marzo, casi a última hora de la tarde, me acerqué, con mi mujer y mi hija, a conocerlo y a ver sus cuadros, claro está.


(Goytisolo Gil, litografía 17 / 175. Colección particular. La luz de la parte
       izquierda del cuadro no se debe al artista sino a mi impericia fotográfica.)

Le llevé un ejemplar dedicado de la novela y me lleve también el mío para que su firma figurará en él. El puro azar había hecho que coincidiéramos de modo inesperado años atrás y ahora fui yo quien quiso tener un encuentro personal con él, que resultó muy cordial y lleno de sabiduría por sus explicaciones técnicas acerca de lo que estaba pintando, un retrato de mujer. Se acercaron también otras personas y alabaron el hecho de asistir a una exposición en la que se podía conocer al artista, verlo trabajar y saludarlo, nunca antes les había sucedido; a nosotros, tampoco.

Charlamos largo rato sobre arte y literatura y advertí que Gonzalo no solo es un gran pintor, sino que posee una soberbia capacidad para analizar los aspectos teóricos y técnicos de la pintura, ofreciendo cumplidas explicaciones sobre el proceso artístico y creativo de elaboración de un retrato, con una pedagogía de primer nivel, si se me permite decirlo así.

Después, me quedé, en silencio, viéndolo pintar. Nos despedimos con gran complicidad. Antes de irme, subí de nuevo al piso de arriba para ver el retrato de su padre y de sus tíos, el titulado "Los hermanos Goytisolo", que sirvió para ilustrar una conocida revista de literatura en 1999. Mi hija le pidió a Gonzalo si podía retratarnos juntos. Accedió encantado y ella buscó como fondo, con el permiso del autor, claro, uno de los cuadros que más me habían gustado de la exposición, el dedicado al ingeniero de minas don Juan Gavala y Laborde (Lebrija, Sevilla, 1885 - Madrid, 1977), el cuadro debió ser un encargo del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, hermosísimo lugar gaditano a cuyo paisaje estuvo ligada la infancia del personaje retratado.


Gracias, Gonzalo, por tu cordialidad, por tu pintura y por tu magnífica y estimulante lección de vida, creatividad y arte pictórico.


Nota. Después de haber publicado esta entrada, veo en el blog de mi amigo Fernando Valls, La nave de los locos, esta otra, entrañable y sabia, dedicada a Gonzalo; dejo el enlace para quien quiera visitarla AQUÍ; los cuadros que Fernando reproduce son impresionantes, sobre todo el "bodegón" Verdura acuchillada