domingo, 25 de abril de 2010

Un ser inútil, una figura de cartón



“Ocurre algunas veces que la brillantez de una parte de la obra de algunos autores oculta la valía del resto, o dicho de otro modo -dijo Leonardo un día en que tenía ganas de remar contracorriente-, ocupan un lugar tan destacado en la historia de la literatura como prosistas, poetas o dramaturgos que lo demás de su producción literaria no se valora de igual modo. Para que me entiendan, jóvenes, la enorme calidad de la obra en verso de los poetas de la Generación del 27 ocultó, o no dejó ver con la suficiente claridad, el hecho de que también existió un grupo de prosistas en la estética vanguardista que dejó obras de auténtica valía. El Larra novelista, el de El Doncel de don Enrique el Doliente, sucumbió hecho pedazos ante la enorme fuerza del conjunto de sus artículos periodísticos. Cervantes dejó escrito, para paliar el poco favor que tuvo su obra en verso, que “siempre trabajo y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo”. Sin embargo, Rosalía de Castro, al revés que Cervantes, creó una obra poética que la trascendió y la hizo inmortal en libros como En la orillas del Sar o Cantares Galegos; sin embargo, su labor novelística está hoy muy olvidada y es poco tenida en cuenta. Estas son, jóvenes, las paradojas de la historia literaria”.

Su atolondrado auditorio, compuesto de adolescentes, una buena parte de los cuales ni sabía el nombre de la poeta gallega, se desperezó cuando Leonardo abrió un libro y se dispuso a leer. “Esta novela que hoy les traigo, El caballero de las botas azules, la publicó Rosalía en 1867 y es una “novela urbana, social, satírica, cervantina, realista y fantástica, rupturista, proteica...” como la califica Ana Rodríguez-Fischer, la profesora que escribe con fino criterio de análisis la introducción de esta edición moderna. En un diálogo que mantiene el misterioso caballero de las botas azules con una dama, la señora de Vinca-Rúa, se ataca a cierto tipo de mujeres improductivas, perdidas en costumbres superficiales y absurdas, clasistas a más no poder; fíjense que Rosalía es más feminista en este texto que la más ferviente defensora actual de la igualdad entre hombres y mujeres:

Tantas criaturas devoradas por la miseria y el trabajo, tantas otras también devoradas por el fastidio y el ocio..., es una terrible calamidad y en vano se habla de adelantos, de progreso; las mujeres siguen atormentadas, las unas teniendo que hacerlo todo, que trabajar para sí y para los demás; las otras haciéndose vestir y desnudar la mitad del día, teniendo el deber de asistir al baile, a la visita, viéndose obligadas a aprender la equitación y las lenguas extranjeras. (...) Dicen que las mujeres no deben ser literatas ni politiconas, ni bachilleras y yo añado que lo que no deben es dejar de ser buenas mujeres. Ahora bien, ninguna que no sepa hacer más que andar en carretela, tumbarse en la butaca, y decir que se fastidia, por más que sepa asimismo la equitación, las lenguas extranjeras y vestirse a la moda, nunca será para mí otra cosa que un ser inútil, una figura de cartón indigna de oír la más pequeña de mis revelaciones. Estas solo son dignas de ser confiadas a cierta mujer hacendosa como la hormiga, semejante a mi bisabuela, aquella condesa que hilaba en medio de sus doncellas. La ando buscando por todas partes... no sé si la encontraré...



“Ignoro si deben ustedes, me refiero al estamento femenino de la clase, ser hacendosas como hormigas, pero lo que sí deben procurar ser, creo yo sin estar muy seguro de lo que les digo porque poco me gusta a mí dar consejos, es independientes, no depender de nadie, ni en lo laboral ni en lo económico; construyan su propio proyecto de vida y luego compártanlo, si ese es su gusto, en un plano de igualdad y de no dependencia. Se ahorrarán futuras fatigas.” Dio así, con esta advertencia y esta premonición que quedaron flotando en el aire, Leonardo la clase por terminada.

Nota. El retrato de Rosalía de Castro es obra del pintor G. Bello, realizado en 1952 en el exilio de Buenos Aires, ciudad en cuya Casa de Galicia se conserva. está tomado de la página web “galiciaaberta” de Xunta de Galicia.

viernes, 16 de abril de 2010

Haikú: Lo suyo que nos queda



El mar acoge
lo suyo que nos queda,
memoria y sueño.

Nota. La foto está tomada en Sant Pere Pescador, Alt Empordà, en un atardecer de julio.

martes, 13 de abril de 2010

Vida



VIDA

Si es verdad como dicen
que hasta la muerte
todo es vida,
que nadie me busque
en la morada fría
y áspera de las sombras;
aire quiero y espacio,
claridad enaltecida,
abiertas veredas
sobre la tierra libre
para mis pasos anhelo.
En tanto aliente la esperanza
y con renovado impulso
el latido de la sangre,
asombroso prodigio,
vida esparza por mis venas,
baldía será, muerte,
la amenaza de tu gesto
homicida e insolente;
consumido me halles
cuando vengas importuna
en el jubiloso incendio
del amor y de la vida.

Nota. El dibujo, de una ciudad vaga e imprecisa, es un ejercicio de clase de mi hija Marta y se lo he tomado prestado para esta entrada.

lunes, 5 de abril de 2010

La dignidad y la decencia: Ojos que no ven, de J.Á. González Sainz



Termino de leer esta estremecedora novela y busco algunas palabras que la puedan definir y doy con las que dejo en el título de la entrada, y me parece que son las que mejor la definen, porque eso es, creo, Ojos que no ven: una defensa enconada y melancólica de la dignidad y la decencia. Pero también, pienso, podría haber utilizado otras, la soledad y el enraizamiento en la tierra, el silencio, el equilibrio inestable entre lo que anda por nuestros adentros y lo que vemos fuera de nosotros, el intento de captar las palabras esenciales; quizá también hubiera podido decir que la novela es una crítica descarnada contra el fanatismo simplista y la intolerancia, al tiempo que se convierte en una búsqueda dolorosa de la memoria del pasado.

La dignidad y la decencia son las del personaje protagonista de esta hermosa novela corta: Felipe Díaz Carrión; también, aunque con perfiles más desdibujados, las de su segundo hijo, igualmente llamado Felipe. El fanatismo simplista y la intolerancia son los de su mujer, Asun y el de su primer hijo, Juan José. El territorio de la intolerancia es Euskadi, a donde se ve forzado a emigrar nuestro personaje. El paisaje del dolor es demasiado conocido: secuestros en condiciones bestiales, asesinatos, tiros en la nuca, coches bomba y un largo etcétera demasiado cotidiano durante demasiados años lamentablemente. La familia rota, la dignidad destrozada, pero también la lucha de Felipe por mantener su dignidad contra viento y marea.

Después la soledad y el buceo en las pantanosas aguas del pasado. También ese es un paisaje demasiado conocido. La violencia en las primeras semanas de la guerra civil. El recuerdo doloroso y el silencio del personaje. Dolor sobre dolor. Se impone el silencio. Enraizarse en la tierra. Buscar en los adentros, despacio, con la suficiente calma para llegar a las fuentes del dolor.

Extraordinaria novela cuya lectura no te deja indemne. Valiente novela. Necesaria novela. Literatura en el más puro sentido de la palabra. Poderoso estilo el del autor. Palabras contra el olvido, contra la extrañeza que nos produce a veces la realidad, palabras simples para saber lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer, palabras para saber que hay límites que nunca nadie debería haber traspasado jamás.