lunes, 31 de diciembre de 2018

¡Feliz 2019!


Bajo este cielo del camino que conduce desde Osera a Monegrillo, el lugar donde está enterrado el escritor, y con esta estrofa de un poema suyo titulado "Si queda algo de mí...", quiero desearos a todos un feliz y venturoso año nuevo.

Si queda algo de mí,
si no era todo
vago rumor de oculta caracola,
podré mirarte aún como te miro
cuando eres alma, alma, ¡solo alma!
con dos charcos de luz donde los ojos
y frío de azucena en la cintura.

Nota. El poema puede leerse completo en José Ramón Arana, Poesía, Edición de Javier Barreiro, Rolde de Estudios Aragoneses y Diputación Provincial de Zaragoza, Zaragoza, 2005, 224 pp.; el poema, fechado el 22-23 de agosto de 1951, está en la página 199.  

jueves, 27 de diciembre de 2018

Lluís Pasqual: De la mano de Federico



Quiero dejar noticia en esta entrada -un poco a destiempo porque el libro fue publicado en marzo de 2016, en Barcelona, por Arpa Editores- de la lectura de De la mano de Federico, de Lluís Pasqual. Lo hago por dos motivos: uno, porque es mucho más que un libro más sobre Lorca y dos, porque tras su lectura me vi impelido a releer los textos dramáticos del poeta andaluz más difíciles, más controvertidos, más innovadores, más vanguardistas y menos comerciales, a saber: El público, Así que pasen cinco años y Comedia sin título.         

Estructurado en forma de diario personal sin fechar las entradas, De la mano de Federico es un libro que califiqué de entrañable en una entrada días atrás leer aquí: en primer lugar por los elementos biográficos del autor que se integran con absoluta naturalidad en el relato; en segundo lugar porque se narra la relación de un hombre de teatro con un autor muy importante, literariamente hablando, del teatro español; en tercer lugar porque el Lorca que parece interesar más a Pasqual es el dramaturgo menos realista y menos convencional, el más oculto, el que menos se representó y sin embargo más innovó.

Quizá sean los aspectos de lo biográfico personal, que se entreveran sin estridencias en el hilo de la narración, el elemento más emotivo de los señalados: las canciones lorquianas que su madre les cantaba al autor y a su hermana; los discos que compraba su padre en los que algunos actores recitaban la poesía del poeta granadino; la memoria y el recuerdo del tío Luis, muerto en la Guerra Civil siendo muy joven; en fin, todo aquello que forma parte del mundo personal del director y que este decide compartir con sus lectores ligándolo a la trayectoria de su relación con Federico y su obra literaria.

La indagación que hace Pasqual en el mundo íntimo y personal del poeta resulta igualmente brillante y lúcida. Afirma el director que "a Federico hay que intentar leerlo con los ojos y con los oídos", para preguntarse después: "¿Cómo hablaba Federico? ¿Cómo era su voz? ¿Cómo la cadencia de sus frases? ¿Qué músicas del corazón salían de sus labios?", preguntas todas ellas que he visto formuladas pocas veces, si es que las he visto alguna vez, a los muchos que han escrito sobre Lorca. Busca, pues, Pasqual un punto de visto personal para acercarse a la compleja personalidad del poeta y de la lectura del libro se desprende una imagen de Federico novedosa, filtrada, eso sí, a través de la penetrante mirada del director teatral.

Me alegra que Lluís Pasqual se haga eco, en las páginas de su libro, de todo lo relacionado con Juan Ramírez de Lucas, el último amor de Federico, cuya historia publicó el diario El País (el lector interesado puede leer AQUÍ lo que escribí al respeto en su día) y que tan descolocados dejó a algunos de los que creen que lo saben todo sobre Lorca. Entre las páginas 102 y 109 podrá conocer, el lector que no lo haya hecho ya, la opinión de Pasqual sobre esa controvertida historia: "Aquel rubio de Albacete / vino, madre y me miró".

Otro de los aspectos destacados del libro lo constituye la narración del inmenso anecdotario generado por los numerosos montajes de las obras de Lorca dirigidos por Pasqual a lo largo de su ya dilatada carrera y por los actores, escenógrafos, músicos, bailarines, diseñadores de vestuario y un largo etcétera que participaron en ellos: Alfedro Alcón, Nuria Espert, Rosa María Sardá, Fabià Puigserver, Sara Baras, Antonio Canales, Manolo Sanlucar y tantos otros. 

Un recuerdo lorquiano, compartido, por lo que he leído en el libro, con Lluís Pasqual -él es del 51 y yo del 54-, que nunca me abandonará, es el del montaje de Yerma en el cine-teatro Coliseum, de Barcelona, llevado a cabo por Víctor García y Fabià Puigserver, e interpretado por Nuria Espert -creo que acompañada por José Luis Pellicena- sobre aquella cama elástica que, mediante el uso de un pequeño brazo de grúa, era elevada o cambiada de posición para figurar así distintos espacios escénicos. En las páginas 35 a 39 podrá el lector advertir la huella que dejó en Pasqual aquel montaje sobre el que Peter Brook, citado por el autor, dijo: "la historia de la escenografía se divide en un antes y un después de la lona de Yerma".

Del máximo interés, dados los orígenes familiares de Pasqual, es la relación del director teatral con el mundo del flamenco, el cante, el toque y especialmente el baile, en su trabajo teatral. Habla en el libro de ello, de Morente, de Sanlucar, de Canales, a quien hizo adelgazar ¡doce kilos! siguiendo, como decía con gracia el bailaor, "el método del maestro", quien acabó afirmando que Canales "estaba soberbio" en aquella puesta en escena de La casa de Bernarda Alba.

Abunda en las páginas del libro el sentido del humor y relata el autor anécdotas muy divertidas; por ejemplo, cuando lo confunden con el propio Lorca o cuando le dan el pésame por el hijo muerto a Margarita Xirgu tras recitar en un homenaje los versos finales de Bodas de sangre. 

Podríamos seguir, pero lo dejamos aquí. Invitamos al lector que no lo haya hecho ya a hacerse con este libro porque no es un libro sobre Lorca de esos que no aportan nada y solo repiten; no, este es un libro muy personal, escrito por un verdadero hombre de teatro, por un intelectual y un artista sobre quien se acaba de cometer -en esta realidad dislocada que vivimos últimamente en Cataluña- una flagrante injusticia. Vaya desde aquí mi solidaridad y mi respeto hacia la figura de Lluís Pasqual.

Nota. Dejó aquí, para el lector interesado, dos enlaces: el primero, AQUÍ, es el de la entrevista a Lluís Pasqual en EPS (El País Semanal) publicada en El País el doce de diciembre de 2018; el segundo es el de la entrevista a Alberto Conejero y Lluís Pasqual, AQUÍ, publicada en "La esfera de papel" del diario El Mundo el domingo 23 de diciembre de 2018. 

lunes, 24 de diciembre de 2018

¡Feliz Navidad!



Con uno de los avisos y sentencias espirituales de San Juan de la Cruz, convenientemente adaptado, quiero desear una feliz navidad a todos los que os pasáis de vez en cuando por aquí, por estas páginas volanderas de literatura y vida:

Apartémonos del mal, obremos el bien 
y busquemos la paz.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Tanka de los seres de luz


Los seres de luz
dejan siempre una estela
que nos envuelve
que irradia y permanece
y habla a través del tiempo.


Nota. Este tanka no lo he escrito yo, su autor es Lluís Pasqual, aunque el verso de inicio del poema, que da título también a esta entrada, no es de Pasqual, sino de un espectador del que solo nos da el nombre en la página 57 de su entrañable libro De la mano de Federico: Alberto, un "canario y un enamorado de Lorca". Alberto, al igual que Pascual, leyó en su juventud el ensayo de Pedro Laín Entralgo La curación por la palabra en la Antigüedad clásica. Un día, después de escuchar al ilustre director teatral recitar "Grito hacia Roma" en un recital poético, le dijo a Pasqual: "Hoy he terminado de entender lo que ya sabía: Federico era un ser de luz". 

jueves, 6 de diciembre de 2018

Tres aforismos de Sánchez Dragó


A Rafael, que piensa que no va a quedar nada

Los aforismos pertenecen, los tres, a la novela La prueba del laberinto (1992):

[1] Amor: ésa es la palabra clave de la teología. De todas las teologías. No conozco otra.

[2] No soy cristiano porque Jesús resucitara o dejase de resucitar, sino por lo que dijo y lo que hizo. Si algún día se demostrara que no resucitó, mi fe seguiría incólume.

[3] Alguien tendría que explicar a la gente que la religión es un hecho estrictamente personal, que para hablar con Dios basta quererlo, que la luz del Espíritu no brilla sólo en el sagrario y que las Iglesias pueden ser, en el mejor de los casos, órganos consultivos, pero no legislativos ni ejecutivos ni, menos aún, judiciales.