
Me cuesta, cuando me veo en la obligación de hacerlo, justificar ciertas actitudes ante la mujer que se deslizan en las obras clásicas; grandes obras, por otra parte, llenas de méritos artísticos que están fuera de discusión. Pero cuando esas obras, por ejemplo El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, son leídas por lectores jóvenes de nuestros días, hay que hacer malabarismos para explicar que esos recelos, por llamarlos de alguna manera, ante la mujer son cosa de épocas pasadas y que hoy están ya muy superados. Es posible que así sea, pero lo escrito queda. Van tres de ejemplos.
Cuando Don Juan Tenorio ha burlado a Isabela en Nápoles y Don pedro Tenorio da cuenta del suceso ante el Rey, dice éste lo siguiente: “¡Ah, pobre honor! Si eres alma / del hombre, ¿por qué te dejan / en la mujer inconstante, / si es la misma ligereza?” La mujer, pues, portadora de rasgos negativos: la inconstancia, la ligereza.
Dialogan después el burlado, el Duque Octavio, y Don Pedro Tenorio; Octavio se queja amargamente de la inconstancia de la mujer, de su ser antojadizo, de su capacidad de agraviar y de ser infiel, como si fuera la fidelidad virtud que no pudiera hallar en la mujer cobijo; dice Octavio cuando Don Pedro le informa de lo sucedido entre don Juan e Isabel: “Marqués, yo os quiero creer. / No hay cosa que me espante, / que la mujer más constante / es, en efecto, mujer. / No me queda más que ver / pues es patente mi agravio.”
Al inicio de la tercera jornada se queja Batricio, quien ha tenido una actitud absurda ante Don Juan, de que Aminta se ponga en disposición de romper los lazos de fidelidad que como futuro esposo le debe; la culpa recae, no podía ser de otra manera, en Aminta, que al fin y al cabo, según Batricio, es mujer y por tanto, inconstante y ligera; dice el burlado: “Manifiesto y claro indicio / de lo que he llegado a ver; / que, si bien no le quisiera, / nunca a su casa viniera; / al fin, al fin es mujer.”
Podrá decirse que, en efecto, es cosa de la época, pero los textos hablan por sí solos, son lo suficientemente elocuentes para añadir nada más.