
En 1907 publicó Joan Maragall el opúsculo “Elogio de la poesía” en el que reflexionaba acerca de la palabra y la creación poética. Escribe Maragall: “Poesía es el arte de la palabra; arte es la humana expresión de la belleza; belleza es la revelación de la esencia por la forma; forma es la huella del ritmo de la vida en la materia.” El arte es, para el poeta catalán, lo que llama la “belleza trashumanada devuelta a Dios” por la expresión del ritmo revelador de la forma natural. Debe ser ese ritmo revelador espontáneo, puro y sincero. La inspiración, que hay que saber esperar, es la señal de la voluntad divina de revelar ese ritmo. El poeta no debe empeñarse en buscarla, debe dejar que fluya en él como un estremecimiento interior, como un escalofrío que no engaña, como una voz que debe ser obedecida y atendida, porque en esto la voluntad, tan poderosa en otras actividades humanas, tiene poco papel. Leyéndolo, en esta nublada mañana con la que se despide el verano, he comprendido por qué se dice que los poetas, los que lo son de verdad, como García Lorca, están tocados por la mano de Dios y se me han iluminado los versos de Cervantes: “yo que siempre trabajo y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo.” Eso es, la gracia, el ritmo revelado, el escalofrío que no engaña. Escribe Maragall:
Es falsa la distinción entre fondo y forma: poesía, propiamente hablando, no es más que la forma, el verso. La poesía no está en lo que se dice, sino en el modo de decirlo; o mejor, en la poesía, forma y fondo son una misma cosa. Porque en ella, cuando es verdadera, no precede la idea a la palabra, sino que ésta, al acudir sólo por el ritmo, se trae impensada la idea. En poesía, el concepto viene por el ritmo de las palabras: ésta es su señal inconfundible y su misterio; así se realiza en ella la revelación de la esencia por la forma.
El concepto de la eternidad de las penas del infierno –por ejemplo- nos ha sido dado por muchos y de muchas maneras fuera de la poesía; pero sólo el Dante vio encima de la puerta aquellas palabras: Lasciate ogni speranza voi che entrate. Así nos revela poéticamente la eternidad del infierno: el ritmo de sus tercetos le trajo esta expresión. El concepto en ella contenido ya lo sabíamos: nada nuevo nos dijo el Dante; pero con su modo de decirlo nos hizo temblar nuevamente. El poeta no suele decir cosas nuevas, no es su oficio: lo es el echar sobre las ideas la luz de la forma en que vienen dichas; y esto es lo nuevo, su revelación de la esencia por la forma.