Los escenarios de la memoria: Madrid.
El Ministerio de Hacienda

Las primeras luces del alba del martes 28 de marzo de 1939 iluminaban un paisaje gris y desapacible que presagiaba un día frío. Un viento racheado movía las copas de los árboles y arremolinaba los papeles en los rincones de las calles, desiertas a esas horas tempranas. Un coche se detuvo frente al viejo edificio del Ministerio de Hacienda en la calle de Alcalá. Los sacos terreros protegían la entrada. Los soldados de vigilancia se parapetaban tras ellos. La luz de lámpara del vestíbulo estaba apagada.

La cárcel de Porlier

No era, la cárcel de Porlier, una verdadera cárcel. Se trataba del edificio de un colegio que había sido habilitado como prisión en tiempos de la República. Ocupaba la manzana entre las calles Bravo, Padilla y Conde Peñalver. La entrada principal estaba en la calle Díaz Porlier. El edificio, de planta baja y tres pisos, era todo él de ladrillo rojo. Las ventanas del primer piso remataban en arco circular y constituían largas galerías en las que se encontraban las celdas de los presos. Los árboles casi se pegaban a las paredes del edificio.

La prisión del Cisne

Dejando atrás la plaza de Rubén Darío y la iglesia de San Fermín de los Navarros, el vehículo llegó a la prisión. El edificio tenía forma cuadrangular, con dos patios interiores y otras tantas galerías, perimetrado por un muro de ladrillo rematado en una pequeña verja. La última luz de la tarde dejaba una claridad ambigua flotando en el ámbito de la galería. Las ventanas de estilo gótico, con cristales esmerilados, se asomaban a un patio con una vegetación densa de árboles altos y frondosos y parterres delimitando pequeñas zonas ajardinadas.

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