viernes, 15 de marzo de 2013

San Juan, de Max Aub: mundo a la deriva


Para Eugenio, en la amistad.

Pronto se cumplirán setenta años de la publicación de la tragedia de Max Aub San Juan. Releo la obra en un ejemplar de la primera edición publicada en México en julio de 1943 por Ediciones Tezontle: "Este libro se acabó de imprimir el día 6 de julio de 1943, en Gráfica Panamericana, Pánuco, 63, México, D.F." Me lo regaló mi amigo Eugenio García Gascón; lo compró en Jerusalem por un módico precio, y me lo dio en Barcelona en septiembre de 1995 con una nota que terminaba así: "Ves, como te dije que es un intonso..., tú verás si lo abres..." Lo abrí, claro, y lo leí; siempre me ha gustado leer, cuando me ha sido posible, en primeras ediciones, sobre todo a determinados autores.  Eugenio, premio Cirilo Rodríguez de periodismo 2011, lo adquirió en la librería Ludwig Mayer.



Lo releo ahora con la admiración que siempre me causó el teatro de Aub. La edición, como es sabido, la prologó Enrique Díez-Canedo, quien evocó en esas páginas la visita que le hizo Aub en 1923 para llevarle, a su casa de Madrid, Los poemas cotidianos, su primer libro de versos, y someterlo a su consideración. Dice en ese prólogo Canedo que "el teatro es lo que mejor cuadra, tal vez, a sus aptitudes". No le falta razón al gran crítico, sin olvidar, naturalmente, la novela. He tenido la sensación, mientras leía, de estar ante a un gran clásico, ante una de esas obras perfectas, logradas. 


Dice Canedo que la obra "es la tragedia de todos, en que cada cual, sea la que fuere su religión y su raza, puede reconocerse en nuestros días; San Juan es la imagen de nuestro mundo a la deriva, condenado sin apelación y abatido sin esperanza". El pesimismo de esas palabras, escritas por un Díez-Canedo casi en puertas de la muerte, exiliado en México, tan lejos de su Madrid, debe entenderse en un contexto borrascoso y tremendo, en un tiempo adverso hasta la saciedad. Me quedo ahora, sin embargo, con este diálogo breve entre Efraim y Boris, dos de los judíos que van en el barco que navega a la deriva; Efraim, joven, entusiasta, capaz aún de luchar por un mundo mejor; Boris, viejo y escéptico, con miedo al dolor y en cuya gran metáfora asoma el Aub vanguardista que nunca dejó de ser:

EFRAIM. ¡Enajenáis vuestra libertad para salvar vuestra problemática vida futura! ¿He de enajenar la mía por salvar mi vida presente? Eso está bien para ustedes que creen en el paraíso.

BORIS. Sí, joven, y en mi hígado. El mundo gira alrededor de mi hígado. ¿Usted no lo sabía? ¡Hermosa víscera! Prometeo encadenado... y sin fuego. A lo sumo, defendí lo que aborrecía. Todo deja de existir frente al dolor. (...) El mundo es un gran hígado, un hígado tremendo, el formidable hígado de Dios.  


Ya he contado en otros sitios que Aub pagaba las ediciones de su bolsillo y que el FCE se limitaba a distribuirlas. No fue San Juan una excepción, sino el inicio de una larga serie de títulos que sufragaría nuestro autor. No fue fácil para Aub, pero su perseverancia le garantizó su posteridad. No vio, también es sabido, estrenarse la obra, pero su fuerza quedó ahí, en la letra impresa, en espera de tiempos mejores que, eso él nunca llegó a saberlo, tardarían en llegar, pero llegaron.Tener fe en lo que se escribe, defender con orgullo lo hecho, lo escrito, esa es una de las grandes lecciones que nos legó Aub:

RABINO. ¿No hemos llevado la levadura del saber por el mundo entero? ¿No hemos hecho por la civilización más que todos los demás juntos? ¿Olvidáis que nadie ha llegado con la pluma en la mano más allá de Job, más allá del Cantar, más allá del Ecclesiastés? 


Cada vez que vuelvo a las obras de Aub, me doy cuenta de que lo que más interesa de él es su dimensión existencial y su profundo humanismo (sin adjetivos, como otros quieren), al tiempo que me asombra su lenguaje y la sabiduría de su concepción teatral, en este caso.

ERICH. Dime. Todos esos pájaros, las gaviotas, cuando se mueren ¿dónde van a parar? Allí en la costa había muchísimas. Por las olas no se ven nunca. ¿Si el mundo es tan viejo, cómo no forman montones?

CARLOS. Nos hacemos polvo, muchacho.

ERICH. Ya lo sé. Encima del despacho de papá están las cenizas del abuelo.



Pues eso, nos hacemos polvo, no lo olvidéis, parece decirnos Max en esta foto tomada durante su efímera visita a Madrid en 1969, igual que se lo dice un personaje a otro en su San Juan. O sea, que, desde una dimensión existencial, la frase de Díez-Canedo que da título a esta entrada está cargada de razón y basta para comprobarlo con echar una ojeada a nuestro presente de aguda crisis económica, social y sobre todo moral: "un intelectual es -según dejó dicho Aub- aquel para quien los problemas políticos son, ante todo, problemas morales." Pues eso.

4 comentarios:

Toni Solano dijo...

Tuve la inmensa suerte de asistir al montaje teatral de esta obra, a cargo de Juan Carlos Pérez de la Fuente en Valencia (1998). Entre la imponente escenografía y el propio texto aubiano, las emociones fueron intensas. Un saludo.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Sin duda, Toni, Max se hubiera sentido muy satisfecho con el montaje de su obra al que te refieres. Tarde, pero llegó al fin...
Gracias por tu comentario.
Un abrazo, Javier.

Josep Mengual dijo...

Convendremos en que Max Aub es un autor que sigue hablando muy directamente al lector de nuestros días (sin necesidad siquiera de notas a pie( y seguirá hablando al de los días de nuestros nietos. Ergo, es un clásico. Y San Juan, sin duda, una de sus mejores obras teatrales.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Totalmente de acuerdo, Jusep. Que nuestros amigos que asoman a estas páginas de literatura y vida lean, los que no lo hayan hecho ya, "El laberinto mágico" y que después nos digan si es un clásico o no, además de "San Juan" y otras cosillas que andan por ahí...
Un abrazo, Javier.